Secreto

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—Ahora entiendo las palabras del doctor cuando dijo que sería complicado de manejar. Pequeña, no seas traviesa— me sujetó las dos manos, pues ya ambas estaban a punto de adentrarse por debajo de su camisa—. Debemos esperar a que pase la cuarenta. Luego de eso te daré todo el amor y cariño que mereces y en abundancia. 

Hice puchero, desviando la mirada hacia la pared y oí su risa. 

—No hagas esa expresión. Pareces una niña regañada— me abrazó contra su pecho, posando su mano en mi cabeza para que no me separara de él—. Ojalá fueras así siempre. Bueno, aunque pensándolo bien, sería peligroso para ti. 

—Pues ojalá que me recompenses bien cuando todo esto pase, porque voy a cobrarte con creces por haberme dejado con las ganas. 

—Si antes estaba ansioso, ahora con más razón. Que pasen los malditos días de una vez, porque no tienes ni remota idea de las ganas que te guardo. 

Me temo que es el más sensato de los dos y su sensatez en este momento la aborrezco, aunque sea una característica que ame en él cuando no estoy sintiéndome de este modo tan desesperante. 

Nos reunimos con Ansel y mi padre. Estuvimos gran parte de la tarde compartiendo todos juntos. Vala estaba merodeando el cuarto de mis tesoros a cada rato. Me gusta la forma en que los protege y se muestra tan pasiva alrededor de ellos. 

Luego del baño, Louis decidió entrar a ducharse y me dispuse a dirigirme a la habitación de mis bebés. No los he oído llorar y, aunque antes del baño los amamanté, quería asegurarme de que estuvieran bien. 

Antes de que pudiera abrir la puerta, oí la voz de Ansel al otro lado, cantando una canción infantil en un tono suave y por lo bajo. Me sorprendió el cambio que tuvo su voz, la manera cariñosa en que les hablaba, pues jamás le había oído hablar así. 

Me asomé por la ranura de la puerta, viendo la manera en que mecía a mis dos angelitos en sus brazos. Me congeló por completo haber visto esa escena, pero al mismo tiempo, me derritió por dentro el cuidado y la delicadeza en que los sostenía. 

Me sorprendí sonriendo como una tonta al conocer otra faceta más suya, una que no imaginé que tendría, pero la más tierna que he conocido hasta ahora. 

Estuve ahí unos cuantos minutos, hasta que lo vi depositarlos a los dos dentro de la cuna con suma delicadeza y suavidad para no despertarlos. 

Cuando me vio entrar, su mirada me siguió hasta que me acerqué a la cuna. Se aclaró la garganta incómodo, noté cierta vergüenza en sus mejillas, como si se hubiera dado cuenta de que lo escuché. Tuvo intenciones de irse, pero le sujeté la mano. 

—Espera, no tienes que irte. Gracias por cuidar de ellos mientras estaba bañándome. 

—No tienes que agradecerme por eso, así como no deberías pedirme que me quede aquí ahora. No quiero causar malos entendidos entre tú y mi tío— se zafó de mi agarre. 

—Louis no se equivocó. Te haces el duro, pero por dentro eres como un algodón de azúcar. 

—¿El duro? — se aclaró la garganta—. ¿A qué viene ese comentario? —su mirada se desvió hacia el escote de mi pijama azul cielo que, aunque no tenía un escote pronunciado, mis pechos han sufrido sus cambios y son bastante notorios—. Has cambiado mucho—negó con la cabeza, mirando hacia el otro lado de la habitación y aclarando su garganta.

—¿Acabas de mirarme deliberadamente los pechos? 

—Los ojos se hicieron para mirar. De igual manera, ellos son la fuente de alimento de nuestro… de mi hijo. 

«Tengo mucho más para darte». Sus perversas palabras hicieron eco en mi cabeza y los recuerdos de ese sublime momento en que estuvimos juntos fueron como un arma de doble filo que jugaba en mi contra en este preciso y agobiante momento. 

Creí haberlo olvidado. Más bien, me dije a mí misma que debía olvidarlo, pero resulta que esos recuerdos estaban más vivos que nunca en mi mente. 

Deben ser las hormonas. Sí, eso debe ser. El doctor lo dijo, que estos días iba a estar más sensible que nunca. Y es que sí, es tan difícil sentirse de este modo y no poder hacer nada. Hoy he estado peor que nunca, siento que fácilmente pierdo el control y la batalla contra mi propio cuerpo. 

Siento como si le estuviera fallando a Louis por estar reproduciendo y reviviendo todas esas escenas en mi cabeza con Ansel. 

¿Qué demonios pasa conmigo? ¿Desde cuándo me he vuelto tan depravada? 

—¿En qué piensas? 

Desperté de ese viaje astral, regresando a la realidad. 

—En nada que valga la pena recordar. 

Claro, debía decirlo a ver si yo misma me lo creía. 

—Me parece que sí valió la pena como para juntar las piernas tanto. 

—Es una reacción involuntaria… —me defendí.

—¿Así que esa reacción “involuntaria” ha sido por pensar en algo que no valió la pena? —sonrió con suficiencia—. Vaya, entonces qué sería de ti si fuese por algo que sí lo valiera. 

Maldita sea, me he delatado yo misma sin darme cuenta… 

—¿Te cuento un secreto, pequeña? —clavó su intensa mirada en la mía y no pude mantener contacto visual con él—. Así como puedo percibir tu esencia, puedo oler la humedad en tus bragas a millas de distancia. ¿Por qué crees que voy a comerme ese ridículo cuento?  

Redención [✓]Where stories live. Discover now