«Renunciar a ser niños, renunciar a ser príncipes, y afrontar ser reyes a los veinte años no era fácil; y mucho menos si aún no resolvían sus problemas amorosos, ni protegían al mundo con sus poderes. La última y definitiva batalla se acercaba más r...
— ¿Qué dices si te propongo que . . . que vengas conmigo y tu hermano a otro reino? . . . Podríamos ser una familia de sangre y convivencia . . . ¿Qué dices, hijo?
— ¿Qué? — había soltado el menor con incredulidad. Realmente no se había esperado ése tipo de propuesta.
— Papá. — lo llamó Beomgyu con severidad. El hombre sonrió, intentando dejar de ser serio con el tema.
— Sólo piénsalo, hijo. Tienes toda la noche.
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A diferencia de los demás, ellos sí habían tenido como obligación despertarse temprano para comenzar con las tareas que tenían acumuladas como monarcas.
Jeongin soltó un largo y tendido suspiro lleno de cansancio. Yeji lo observó con preocupación, por lo que mandó al secretario real a descansar por media hora, en lo que ellos también analizaban ciertos problemas.
El joven rey le agradeció el gesto con una pequeña sonrisa de labios. La noche anterior no había dormido bien, y Yeji lo sabía.
— ¿En qué piensas? — le preguntó ella con curiosidad.
In frunció los labios, y entonces la miró.
— ¿Alguna vez has deseado estar en dos lugares a la vez? Como estar con tu familia, pero a la vez no descuidar tus responsabilidades y estar aquí conmigo. Ése tipo de cosas. — manifestó el mayor, cosa que confundió un poco a la peli negro.
— Claro que sí. Sería un sueño hecho realidad, pero, ¿por qué tan de repente?
— Porque también quiero eso. — indicó sin farfullar el mayor. — Mi padre me ofreció irme con él, y una parte de mí realmente quiere estar con ellos. Pero otra parte de mí . . . quiere quedarse aquí contigo.
Yeji no podía creer lo que escuchaba. El tan sólo pensar que se podría ir de la nada, le asustaba.
— Normalmente encuentro qué decir, pero . . . sólo creo, ésta vez, que . . . tus responsabilidades son más importantes. No eres cualquier ciudadano, tú eres el rey. — anunció la menor con convicción.
Jeongin bajó la mirada mientras asentía lentamente.
— Lo sé . . .
Tal vez había sido muy dura. El miedo había corrompido su empatía. Quiso arreglarlo, pero entonces escucharon un par de toques sobre las grandes puertas, y después de ello, sin más, éstas se abrieron, dando paso a todos los reyes que tenían de invitados en el palacio.
Supo que debía irse, puesto que sus temas siempre eran de nueve, y además, quería salir de ahí para analizar un poco la situación de su esposo y así poder ofrecerle una mejor perspectiva. Una que no lo lastimara, pero que lo mantuviera a su lado de forma sana y correcta.