«Renunciar a ser niños, renunciar a ser príncipes, y afrontar ser reyes a los veinte años no era fácil; y mucho menos si aún no resolvían sus problemas amorosos, ni protegían al mundo con sus poderes. La última y definitiva batalla se acercaba más r...
Continuó observando todo desde lejos, estando en el exterior, con su arma colgando detrás de su espalda, y repasando lo que diría en unos minutos.
JungKook sentía que estaba cerca de lograrlo. Ya hasta podía sentir nuevamente el aroma de Yoongi rozar su nariz. No pudo evitar sonreír con tan sólo pensar cómo sería volver a abrazarlo; tocar su tersa y suave piel; besar su pequeña boca rosada, y sobre todo escucharlo hablar cerca a su oído; quería sentir otra vez esos escalofríos, esas ganas de querer vivir por muchos años más . . . a su lado.
De repente apareció Yugyeom a su costado de un segundo a otro, sacándolo de su ensoñación y regresandolo a la realidad. El menor lo observó retorcerse de dolor, hasta quedar sentado en el césped mientras sus manos tocaban su tórax con suma delicadeza. Sabía que podría haber sucedido algo así, pero también sabía que el mayor no se rendiría ante tal cosa, y que sólo debía esperar a que se reponga para seguir con el plan.
Al hechicero Im lo que más le hacía quejarse era el punzante dolor que se había ocasionado sobre su aún descuidada herida. Inevitablemente resopló y maldijo en voz alta para poder desahogarse con rapidez. Tomó aire e intentó tranquilizarse, hasta que por fin tuvo las fuerzas y el atrevimiento de decir con molestia:
— Ahí dentro habían sólo ocho reyes. Necesitamos a los nueve para-
— Agradece que el rey que falta no estuvo ahí. Cuando le avisaste a Hoseok, él pudo haber detenido el tiempo, y así se pudo haber ido todo el plan a la mierda. El rey Han está bien. En un lugar seguro. — le interrumpió Kook con seguridad, y aún mirando con dirección a la cabaña.
— ¿Dónde dijiste que estaba? — interrogó Yugyeom mientras se ponía de pie lentamente.
Jung a su lado soltó una risita amarga, casi imperceptible, prácticamente diciéndole: ¿crees que te lo voy a decir?
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Cuando Chan vió desaparecer al hechicero frente a sus ojos, inmediatamente se giró a ver a sus compañeros, los cuales también se habían esfumado como polvo en el aire, al menos la mayoría, ya que se encontró con los pares de ojos de Woojin, Changbin y Yuna. Eran sólo ellos cuatro en aquel vestíbulo.
El líder, totalmente asustado con la situación, quiso dirigirse hacia las escaleras, pero no se pudo adentrar más en la cabaña, puesto que una pared traslúcida los separaba de las demás partes del lugar. Estaban atrapados. Estaban solos.
— Bien, está bien, de acuerdo . . . — intentó calmarse a sí mismo. Era consciente de que debía ser el último de todos en alterarse con un problema así. — Saldremos de aquí. — murmuró, aún mirando al otro lado de la pared casi invisible.
— Ellos estarán bien. — habló de repente Yuna, quien se había acercado a él furtivamente. Llevó su mano a la barrera mágica, y sin mirarlo agregó — Nosotros también estaremos bien, ¿no es así? . . . Mientras lo tengamos a usted, yo estaré bien.