«Renunciar a ser niños, renunciar a ser príncipes, y afrontar ser reyes a los veinte años no era fácil; y mucho menos si aún no resolvían sus problemas amorosos, ni protegían al mundo con sus poderes. La última y definitiva batalla se acercaba más r...
En realidad para él lo más preferible hubiese sido mantenerse con los ojos cerrados, puesto que conocía la situación en la que se encontraba, porque ya lo había pasado muchas veces y, además, era parte de sus dones, pero el olor que desprendía el lugar a su alrededor era insoportable, hasta tal punto de obligarlo a abrir sus ojos disgustado, encontrándose a sí mismo en el sitio que menos deseaba visitar y recordar.
Él estaba sentado en esa silla, la cual también había utilizado como asiento años atrás cuando el tipo lo llevó ahí tras su secuestro. Jisung recordaba la experiencia con una claridad inquietante, que siempre lo llenaba de emociones negativas. Deseaba salir de allí de una vez por todas, pero sabía que había alguien detrás de todo ello, alguien que no lo dejaría ir tan fácilmente.
— Conozco mejor que nadie éste tipo de situaciones. — habló con confianza y voz firme; cruzó sus piernas en un movimiento elegante y se mantuvo en espera por unos segundos, para luego añadir — ¿Otra vez quieren que tenga miedo? . . . La verdad es que sí es muy fácil lograr ese sentimiento en mí, pero ésta vez no creo que sea el momento. — nuevamente guardó silencio, y entonces agregó — Mi prometida y yo íbamos a dar un paseo, y es de mala educación si no despierto a tiempo, así que dime, ¿qué es lo que quieres?
— ¿Ya me olvidaste? — interrogó una voz conocida; la persona se escondía en la oscuridad de lo más alejado, en donde la luz de la bombilla sobre su cabeza no llegaba a alumbrar.
— ¿Qué?
— ¿Dijiste prometida? — cuestionó nuevamente la voz masculina, apareciendo poco a poco, mostrándose primero como una silueta que tomó forma de la persona que más extrañaba en el mundo.
— Minho . . .
— ¿Te vas a casar? — preguntó el supuesto Lee con los ojos llorosos. Aquello rompió su corazón.
— Minho . . . — dijo y se levantó de la silla rápidamente. — Te juro que . . . espera . . . esto no es real.
— ¿Nuestro amor no fue real para ti? — interrogó Min, comenzando a llorar.
— Mi verdadero novio no llora tan fácilmente. — dictaminó con voz dura y hostil. — ¡Déjalo en paz! . . . Sólo dime qué quieres. — mascullo hastiado.
De repente la persona que parecía ser Minho cambió de aspecto de manera escalofriante, tomando forma de un hombre mayor, de ropa de baja calidad y ojos que se le hicieron extrañamente conocidos.
Ese señor era el hombre que lo había secuestrado cuando era niño.
— Ahora tú . . . — murmuró apenas audible, y con el corazón agitado. — Está bien; veo que conocen toda mi historia, y todos mis miedos . . . Pero aún así . . . ni piensen que no podré resolver mis problemas solo.
— Nunca lo has hecho solo, así que, ¿qué te hace pensar que podrás hacerlo ahora? — cuestionó el hombre con burla. — Sólo eres un niño dependiente.
— No soy un niño. — manifestó con frialdad. — Yo soy un rey, pero eso no significa que no tenga miedo, porque después de todo soy un ser humano, sin embargo, lo importante ahora para mí es aprender a enfrentar mi miedo constante . . . estando solo. Y lo haré, así que haz todo lo que quieras conmigo.
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