.•°•.|CLXXVI. La historia|.•°•.

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.•. Un año y diez meses después .•.

Se había acostumbrado al bullicio de la gente y al choque de hombros en lugares concurridos, como lo era el mercado libre en ése momento. A pesar de que había vivido toda su vida con comodidades, dentro del palacio, por alguna razón era feliz con lo monótona que se había convertido su vida. Tenía libertad y podía salir del castillo las veces que quisiera, pero siempre con discreción. Ya no era el rey que cargaba con cientos de responsabilidades encima, éso ya no era para él. En realidad sentía que nunca lo fue.

Seungmin continuó observando verdaderamente curioso todo a su alrededor. Las personas ignoraban su existencia, y no se tomaban el tiempo de descubrir cómo era su rostro detrás de la capucha negra. Éso le convenía, ya que lo mantenía en el anonimato.

Ya había pasado más de un año desde que decidió abdicar, siendo la opinión pública muy crítica, sin embargo, sus padres hicieron frente a todos los problemas que llegaron después, dejándolo ser y actuar con libertad por primera vez en su vida. Además, el hecho de que el pequeño príncipe MinJae existiera, hacía las cosas mucho más fáciles para Seungmin.

De repente se interesó por adquirir un juguete en una de las tantas tiendas que habían alrededor. La gente seguía pasando y todo indicaba ser un día normal como muchos. El ex rey sujetó una cometa entre sus manos y sonrió inconscientemente al imaginar cómo sería la reacción de su hermanito cuando lo viera. Siempre corría hacia él cuando iba a su habitación, ya que casi todos los días le daba un obsequio.

— ¡Wow! Disculpe, ¿tiene una cometa igual a la que tiene ése chico? — interrogó de la nada una muchacha que se había parado a su lado.

— No, señorita. Es el último modelo que nos queda. — respondió amablemente el señor responsable de las ventas.

— Oh . . . Disculpe, ¿va a comprar . . . — pero se calló en cuanto el más alto la miró con sorpresa. La castaña ladeó un poco su cabeza para comprobar que conocía aquel rostro, y efectivamente era así. — ¿Seungmin?

— Chaeryeong . . . — murmuró el mayor escéptico. Había reconocido su voz casi al instante, pero no podía creer que estuviera en su reino. — Ha pasado un tiempo, ¿no?

— Casi dos años. — afirmó la blanquecina aún asimilando lo que pasaba. — ¿Comprarás la cometa? — preguntó entonces, haciendo sonreír a su amigo por la insistencia respecto al juguete. Chae también sonrió, ya que su amigo parecía estar tranquilo, a pesar de todo lo que había pasado.

— Sí. Es para mi hermano. — contestó con seguridad, después le extendió el objeto al señor encargado de envolverlo. — ¿Tienes tiempo para ir a tomar un café?

— Mmm . . . Mejor un helado. — propuso sonriente, a lo que el más alto asintió, indicando estar de acuerdo.

Ambos se dirigieron a la heladería más cercana, donde tomaron asiento y Chae hizo el pedido por los dos. Seungmin no solía entrar a ningún local, pero quería hacer una excepción por ella, arriesgandose a ser descubierto.

— ¿Y cómo estás? ¿Qué tal es tu vida en el reino Kim? — interrogó el mayor una vez  reinó el silencio.

— Me va mejor de lo que esperaba, para ser sincera. Mi padre es maestro de música y yo he iniciado dando clases de baile a los pequeños y pequeñas que se interesan por ése arte. Además, Woojin no descuida el sector del cual nos dedicamos, así que es un excelente lugar. Estoy muy feliz. — respondió de buen ánimo. Min notó su entusiasmo y supo que estaba hablando en serio.

S T R A Y : 𝒌𝒊𝒏𝒈𝒔 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora