.•°•.|CL. El chico estrella|.•°•.

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Los hechiceros Park y Kim habían comenzado con todo lo que aparentemente era un caos y una pesadilla, pero que para sus ojos era el comienzo de una nueva era.

— Éste lugar más que mágico, parece el planeta de hechiceros. — comentó Kim con una sonrisa, mientras bajaba las escaleras al lado de su preciado amigo.

— ¿Planeta de hechiceros? . . . Me gusta como suena. — le dijo Park también con una sonrisa.

Ambos se dirigieron a la habitación en donde se encontraba la pequeña y única bruja que quedaba en el planeta desde hace una semana. La niña no había querido comer las tres veces al día, y tomaba agua sólo cuando ya no soportaba más la sed. Ellos sabían que estaba débil, pero aún consciente de todo lo que pasaba a su alrededor.

Los pobladores, para alivio de los hechiceros, no habían pedido la ejecución de la bruja, puesto que la mayoría no estaba de acuerdo con que mataran a una niña, ya que no demostraba ser peligrosa ni mucho menos, para ninguno.

El plan de los hechiceros gobernantes era uno solo, pero lo que no sabía Kim es que su amigo Park había pensado en algo más.

— Dinos dónde está el libro de tu abuela, y te dejaremos libre. — le dijo Kim a la pelirroja, pero ella ni siquiera lo miró por más de dos segundos.

Lo había ignorado completamente.

— ¡Maldita bruja!

— ¡Te llevaste a mi mamá! — exclamó la menor al borde de las lágrimas, mirándolo fijamente. Kim estaba sorprendido por la informalidad. — ¡Te vi llevarte a mamá!

— ¿Qué? ¿Me viste?

— ¿No que la habías mandado a buscar bien? — cuestionó con enfado Park, a lo que Kim quiso responder, pero el menor negó y sólo le mandó a salir del lugar. — Sólo me escuchará a mí. — declaró con seguridad, por lo que el mayor accedió sin decir más. — Pequeña. — murmuró el hechicero, obteniendo su atención al instante. — No confíes en ése hombre que se acaba de ir . . . Él se llevó a tu mami, y te está mintiendo . . . Él te quiere matar.

— ¿Qué?

— Pero tranquila, porque yo no se lo voy a permitir. — le indicó con clara confianza, colocándose de cuclillas para poder mirarla más cómodo. — Él y yo queremos que nos digas dónde está el libro de tu abuela, y si nos dices, entonces podrás vivir aquí, en el palacio. Tendrás comida, vestidos, juguetes  y todos los dulces que quieras, ¿qué dices? . . . Yo no dejaré que te maten . . . Eres muy especial como para morir.

Rosé se lo pensó un momento, puesto que lo que estaban pidiendo era algo demasiado preciado para su familia . . . O al menos lo era.

— Es una herencia familiar . . .

— Si no nos dices dónde está ese libro . . . Kim te va a matar, pequeña, y sé que tú no quieres morir, pero si no nos dices, yo no podré protegerte, ¿comprendes?

La bruja asintió, aún dudosa, sin embargo pensó en qué le afectaría si les decía dónde estaba aquel libro. Después de todo, si moría no tendría opción de leerlo, nunca, y además, su familia ya no existía.

— De acuerdo, pero . . . también quiero libertad . . . deseo poder salir de aquí cuando yo quiera y-

— Si te brindo libertad, tú también debes darme algo a cambio. — indicó el hombre con seriedad.

— ¿Algo como qué?

— Deberás trabajar para mí, Rosé. Serás como mi espía en tus días de libertad, y podré hacer uso de tus dones cuando los desarrolles en el futuro. ¿Qué dices? ¿Es un trato? — el tono de voz tan gentil que empleaba no concordaba con lo que decía.

S T R A Y : 𝒌𝒊𝒏𝒈𝒔 Where stories live. Discover now