.•°•.|CXXXII. Gritar|.•°•.

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La pareja continuó caminando por el largo pasillo que los llevaría a la habitación de Han y la de Minho, puesto que su misión era encontrarlos para informarles sobre el nuevo plan.

Tras un par de metros más, pudieron ver a Lia aparecer en la intersección de dos pasillos, por lo que la llamaron y se acercaron a ella con rapidez.

— Princesa Lia, debe decirle a su hermana que mañana partiremos hacia la cabaña a primera hora. Así que-

— ¿Ya le avisaron al rey Lee? — cuestionó de repente, interrumpiendo a Seo.

— ¿Sabe dónde está? — interrogó entonces, casi seguro de tener razón.

Lia asintió.

— Hace unos minutos hablé con él. Está sentado en una banca, en el cuarto pasillo. — indicó con seguridad.

Félix asintió, tocó el hombro de su novio y dijo:

— Yo iré por él. Tú ve por Jisung.

Changbin aceptó sin problema. Lia, tras una reverencia, se fue del lugar en dirección a la habitación de Yuna, mientras Bin iba por Han, y Félix seguía avanzando.

Lo malo de creer tener el plan perfecto, es que nunca tomas en cuenta las variables.

Suspiró, intentando deshacer, o al menos aligerar, sus pesados, cortos y confusos recuerdos

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Suspiró, intentando deshacer, o al menos aligerar, sus pesados, cortos y confusos recuerdos. Lo cual, a decir verdad, era muy difícil de lograr, puesto que no dejaba de estar acompañado.

Lo irónico para Minho era que antes se sentía mal por estar solo, ahora lo único que deseaba era esa soledad.

Cuando Lia se fue, pensó que sería el momento justo para iniciar una conversación consigo mismo de lo que estaba pasando. Su memoria era un rompecabezas, en el cual sólo un par de piezas lograron encajar, y las demás parecían no pertenecer ahí, puesto que no las reconocía. De lo único que estaba seguro Lee, era de que había un enorme hueco ahí, un agujero negro que se había llevado la mayor parte de él, una parte que su corazón intentaba volver a llenar de alguna u otra forma, pero no sabía exactamente cómo hacerlo. Su cerebro no estaba dispuesto a ayudar, a menos que le den un empujoncito, pero Minho no sabía eso.

Pasaron tan sólo unos minutos, cuando escuchó unos pasos a la lejanía, que venían del lado izquierdo. Él miró en aquella dirección, haciendo contacto visual con Félix, un sonriente pelirrojo que lo miraba como si lo hubiese estado buscando. Minho ya no quería más compañía que le hiciera doler la cabeza. Estaba cansado por ese viaje, y cansado de su situación, por lo que se levantó de aquella banca y comenzó a correr para el lado contrario, originando que el recién llegado haga lo mismo.

— ¡Ey! ¡Minho, espera! — exclamó Lix apresurado.

Lee tan sólo iban tres metros cuando su respiración le empezó a jugar en contra. Era un asco cansarse tan rápido, y su cuerpo lo sabía, por eso comenzó a hacer lo que hace unos minutos también se le antojó hacer. Minho sintió con claridad cómo sus pies dejaban de tocar el suelo, y en medio de su pánico comenzó a gritar, haciendo acelerar aún más el paso de Félix, quien llegó segundos después a donde él estaba y sujetó sus piernas antes de que éste llegue al techo.

S T R A Y : 𝒌𝒊𝒏𝒈𝒔 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora