.•°|LXIV. Ataque|°•.

884 188 94
                                        

Sus pasos resonaban por el enorme pasillo. Se podría decir que, de los nueve reyes, él era el más ocupado, puesto que no tenía a sus padres consigo para guiarlo. Estaba apresurado por llegar al alboroto que se había formado en el exterior. Su secretario Jae se veía preocupado y aquello lo angustió más.

Había pasado más de una semana desde que había tenido aquel sueño nítido, pero pensó que si lo dejaba pasar entonces todo seguiría marchando bien, sin embargo, la situación le indicaba lo contrario.

— Se acercan a una gran velocidad. — informó el general a cargo de los guardias del reino. Changbin apoyó sus manos en el barandal del balcón y suspiró.

— ¿Qué son?

— Son dos rocas de hielo enormes, majestad. — respondió el mayor angustiado. — Planteamos la idea de disparar flechas, pero éstas aún no las pueden alcanzar, pero esperar es muy peligroso.

— ¿El reino ya fue avisado? ¿Al menos las personas que viven en las zonas donde caerán esos bloques lo saben? ¿Ya evacuaron? — cuestionó con desesperación el rey, pero el hombre negó lentamente.

— No deseábamos crear caos antes de que usted llegara, alteza. Pero ahora mismo serán avisados. — anunció el hombre con firmeza. Seo sólo asintió mientras mantenía el ceño fruncido.

— ¿De dónde . . . vienen esas cosas? — interrogó temeroso el menor. El general lo vio conmocionado.

— Los reinos que pudieron haber enviado eso están muy lejos. Son muy grandes, por lo mismo pesados, así que no tengo idea, majestad. Lo siento mucho. — contestó apenado el mayor.

"Felix tiene mucha fuerza, pero sería incapaz."

Y en medio de sus pensamientos escuchó el grito alarmado de alguien avisando que los bloques de hielo estaban mucho más cerca. Changbin ignoró a su secretario, quien lo quiso poner a salvo del ataque, y sólo se mantuvo firme, observando los dos pedazos de hielo en medio de su caída, una caída que podría dejar hasta muertos y casas destrozadas.

"Éste es mi reino." Se dijo a sí mismo para llenarse de confianza. "Es lo único que tengo."

Sus brazos se fueron calentando al igual que su cuerpo, y extendió sus brazos con dirección a las dos rocas congeladas, y en cuanto éstas estuvieron en el lugar que esperaba, dejó salir todo el fuego que pudo. Los dos pedazos de hielo parecían estar incendiadas, pero realmente se estaban resistiendo a caer tan fácilmente como agua, por lo que Changbin aumentó su potencia, al punto de comenzar a sudar y sentir que su cabeza estaba en llamas.

"Ahora sí parece que vengo del infierno."

Sus ojos se tornaron rojos y observó cómo se formaba una especie de lluvia, pero de agua hirviendo, que podría quemar a cualquiera que estuviera abajo por la altura en la que se encontraba en ese momento. Aún así, Seo continuó hasta el final, apagando sus llamas y volviendo a su temperatura regular. Se sentía mareado y aturdido, estaba preocupado y angustiado, muchas emociones lo golpearon al igual que las ráfagas de viento. Se adentró al palacio aún con una respiración irregular, y en cuanto divisó a su secretario, se acercó a él con rapidez, pese a estar a punto de caer.

— Envía paramédicos a los sectores afectados. Envía a todos los guardias que puedas para que ayuden a los más vulnerables y . . . anuncia que el palacio se abrirá para todos más tarde. Yo debo pedirles disculpa a los que les hice daño. — habló rápidamente, casi farfullando. Jae tomó uno de sus brazos y lo pasó por sus hombros totalmente preocupado.

— Su majestad, no se preocupe. La ayuda está llegando a los más afectados, pero créame, no hay muchos, porque usted mandó a evacuar antes. Acaba de salvar muchas familias, al igual que sus hogares, así que no debe disculparse, porque ellos de seguro están muy agradecidos con su rey. — murmuró Jae mientras lo llevaba a sentarse a uno de los sillones del lugar.

S T R A Y : 𝒌𝒊𝒏𝒈𝒔 Where stories live. Discover now