«Renunciar a ser niños, renunciar a ser príncipes, y afrontar ser reyes a los veinte años no era fácil; y mucho menos si aún no resolvían sus problemas amorosos, ni protegían al mundo con sus poderes. La última y definitiva batalla se acercaba más r...
Indirecto o no, su padre había sido de alguna forma el culpable de la muerte de su madre.
Félix sabía que él al principio del malestar nunca llamó a un médico para que la revisara. El sólo hecho de pensar que su madre pudo haberse salvado le hacía no querer ver la cara de su padre. Lo detestaba por las decisiones que había tomado, y no podía mirarlo a los ojos en ése momento. Sólo estaba ahí porque supuestamente quería saber si estaba bien, ya que el rumor de una explosión en la isla lo había preocupado.
— Se supone que estaba previsto. Nos dieron poderes por algo. Para evitar éso, y no iba a ser silencioso y tranquilo de ningún modo. La explosión fue provocada por uno de mis amigos, pero todos . . . todos nosotros, los reyes, estamos bien . . . — no se sentía en confianza como para contarle exactamente lo que había pasado allí. ¿Cómo podría decirle que una princesa y un hechicero habían muerto? Y que además el rey Hwang tampoco corrió con suerte al principio. — Me despedí hace poco de Eunji, porque realmente estoy cansado, así que le pido que se retire de mi habitación también.
— Hijo-
— Quiero estar solo. — le cortó abruptamente. Nunca pensó que llegaría el momento donde le hablaría así al hombre que tanto respetó durante toda su vida. — Sé que está arrepentido, así que no tiene que decírmelo y poner en riesgo su orgullo. Sinceramente intentar perdonarlo no es una prioridad para mí.
— Rey Félix-
— Si realmente le importo. — le interrumpió hábilmente con firmeza. — Si realmente quiere estar de mi lado, entonces ayúdeme a hallar la verdad . . . Quiero conocer el porqué nuestro reino y el reino Seo son enemigos desde hace generaciones. Sé que sabe más de lo que alguna vez me ha contado, o que conoce a personas que podrían darle información al respecto.
— ¿Por qué querrías eso? — cuestionó su padre desentendido.
— Porque con sólo la verdad podré lograr grandes cosas, como abrirle los ojos a la gente y . . . y ejercer la alianza que nunca se logró concretar con el reino Seo. — respondió sin balbuceos.
Su padre lo miraba como si se hubiera vuelto completamente loco.
— Sé que mamá estaría feliz con ello. Así como yo lo estoy con sólo pensar cómo sería terminar con ésta estúpida enemistad. — murmuró con seriedad y ése tono de voz grave que tanta seguridad destilaba. — Sólo quiero darle paz y traernos paz. ¿Por qué es tan difícil para usted? . . . ¿Por qué es tan difícil para usted dejar que sea feliz?
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Sus ojos brillantes habían comenzado a iluminar la vida de Seungmin.
Él tenía cargado a su pequeño hermanito que sonreía cuando hacía muecas y gestos graciosos. Sus encías eran de lo más tierno para el mayor, y con sólo ver esos ojos brillantes, se permitió sentirse bien por lo menos unos segundos.
Estaban en la habitación que tenía una espaciosa cuna de oro, con las paredes decoradas, pero no de forma muy llamativa, y con un candelabro de lo más hermoso. Era el dormitorio de un príncipe, así como lo fue él en algún momento de su vida.