Capítulo 1: Ese día es hoy

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—¡Rock and Roll!— La gutural exclamación sobresaltó a Victoria, haciéndole despertar alerta y enderezarse en la cama. Junto a ella un teléfono celular cantaba a todo volumen y vibraba sobre su mesa de luz, peligrosamente cerca del borde.

Para un lunes a las seis treinta de la mañana, todo iba normal. Su alarma sonando y ella al siguiente estribillo cantando a gritos. Se puso en pie de un salto y efectuó un ágil y rítmico giro que la llevó a estrellarse con su ropero.

«¡Fue intencional!» pensó de inmediato, pero se dio cuenta que no había nadie en la habitación a tiempo para no necesitar escudarse. Sonrió para sí misma al vestirse con un jean y una campera deportiva. Su cabello, rubio oscuro, caía en suaves ondas sobre sus hombros y, por la mañana, tenía ánimo para hacer miles de cosas, pero no para dedicarse a organizarlo demasiado. Por lo tanto, luego de un rápido desenredo se consideró lista y salió de la habitación.

Desayunó como cada día, junto con su hermana pequeña. Se aseguró de que todo en su mochila estuviera donde debía (aunque no notó que olvidaba el lápiz de dibujo 4B, el cual permanecía bajo su cama, donde había acabado luego de que se durmiera mientras bosquejaba la imagen de un sueño). Salió de su casa a pie, completamente lista.

Excepto, como ya dije, por el lápiz 4B y el hecho de que no tenía ni idea que le deparaba el destino para esa mañana.

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Contrariamente a esa mañana tan normal, a pocas cuadras de la casa de Victoria, una chica estaba enfrentándose desde temprano a la primera de todas las cosas extrañas que le tocaría enfrentar ese día.

Su padre pocas veces estaba despierto a esas horas, pues trabajaba hasta muy tarde en las noches. Verle en pie a las seis treinta con los ojos rojos de cansancio fue señal de que algo iba a suceder. Obviamente, esta pequeña teoría que Susan manejaba en su cabeza dormida, se hizo realidad cuando su madre dijo: —Sus... Algo sucede. Tenemos que hablar.

Y explícitamente algo sucedía. Algo que siquiera la cabeza de una adolescente recién levantada podía imaginar. Sus padres la guiaron hasta el sillón de la sala y le pidieron que se sentara un momento.

La pequeña mano de su madre temblaba ligeramente cuando tendió a ella un sobre color blanco marfil que estuvo sellado algún día con un escudo impregnado en sebo azul que representaba olas. Claro que la chica no tenía ni idea, pero aquel era el signo de la familia a la que pertenecía. Parte de la realeza de un mundo lejano, que reinaba los amplios confines del océano.

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—¿Qué he hecho ahora? —además del hecho, de por si molesto, de estar despierto a esas horas, que su madre le dijera que debían hablar no contribuyó en absoluto a mejorar el humor de Carlos. —Oh, ya entiendo. Has hablado con la vecina del apartamento 3 otra vez. Te digo que está loca. ¡Yo jamás he estado borracho!

La mujer le calló, entregándole un sobre de papel blanco, sellado con un escudo de montañas.

4 de junio 2000, Montevideo, Uruguay

Querida Señora Molina:

Sepa desde ya que a partir de ahora todo lo que diga le sonará extraño. Nuestros mundos llevan miles de año sin entrar en contacto, tiempo suficiente para que su raza olvidara que fuimos fieles compañeros...

Quien escribe es el rey de Terra, uno de los siete reinos de Porren, un planeta ubicado a varios miles de millones de años luz del suyo y el pequeño tesoro que dejo en sus manos es mi hijo...

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Lucía apartó los ojos que aquel papel infernal y los dirigió a sus padres. Una mirada corta que no transmitía nada más que incomprensión. El frío sudor que le bajaba por la espalda si decía mucho, comenzaba a comprender y, gracias a ello, a desesperarse. «Quien escribe es la reina de Vitae, gobernante sobre los amplios bosques y las húmedas junglas... El tesoro que os dejo es mi amada hija»

...Dejarla en sus manos es algo que hago por necesidad. Estamos bajo ataque y mi pequeña corre gran peligro entre las paredes de este castillo. Enviarla lejos es de las decisiones más duras pero la única manera de asegurar que estará sana y salva...

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Por primera vez en los último diez años Mariano olvidó que Victoria le aguardaba en la parada para que ambos tomaran juntos el autobús. Jamás le había dejado allí esperando a menos que le sucediese algo grave. Él se permitió creer que aquel extraño asunto era lo suficientemente importante. Su padre lucía demasiado nervioso para estar jugando una mala broma.

...Ustedes son mi única esperanza, señor y señora Arango, bombardean mi castillo y cuando caiga caerá de 10km de altura hasta hundirse en el océano... el reino Aer está en el cielo, pero no podrán entenderlo si lo explico.

Mi bebé tiene que estar a salvo y confío que ustedes podrán educarle y trasmitirle el amor que yo le guardo. Será un niño guapo y listo, como su padre...

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Cindie era, de todos, la que se sentía menos confundida y extrañada. No podía evitar sentir que, en algún profundo sitio de su ser, siempre había sabido que algo faltaba.

...Casi toda su familia está muerta, excepto su hermana mayor y su... tía. Resistimos pero no sabemos cuánto tiempo más. Adoraría poder decirle que volveré por ella. Si sobrevivo, si este mundo vuelve a ser un lugar seguro, ese día volveré. Volveré a ver a esta hermosa bebé que un día será tan sabía y bella como lo fueron sus ahora fallecidos padres y gobernará en su ausencia el gran reino Noctis, el de las noches de luna llena...

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Clara Vera ahogó una exclamación al acabar la carta.

Ese día, en que se retome la paz, mi chica de fuego podrá volver a casa.

Nos veremos entonces

Andrus Fres, ilustre rey de Ignis

La chica volvió la cabeza, con el cabello color rojo fuego por los hombros recogido en una corta cola de caballo, hacia su madre, quien tenía los ojos fundidos en lágrimas.

Cuando abrió la boca las únicas palabras que salieron fueron: —Ese día es hoy.

IncontrolableWhere stories live. Discover now