Capítulo 100: Justo en el corazón

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—Victoria, querida...

Inicialmente, la voz pareció una parte más de la melodía del viento en aquel bosque, perdida y leve. Luego, se volvió real, tomó cuerpo hasta reverberar profundamente en los huesos de la niña.

Victoria se puso en pie lentamente y, al mirar un lugar a su espalda, su cuerpo entero temblaba de pánico. Un alma oscura había perturbado el ambiente pacífico de su pequeño rincón.

—No tienes que temer, Vick. Jamás haría algo que pudiera dañarte.

El paso de Prolico siempre había ido cargado de la elegancia de los reyes y, en esa ocasión, ese rasgo se marcó aún más, cuando avanzó lentamente hacia Victoria, procurando no asustarla. En efecto, no estaba funcionando para nada. Los ojos de la chica se movían enloquecidos buscando algo con lo que defenderse, un lugar hacia el cual huir.

—¿Qué quieres de mí? —dijo, en tono tembloroso, al verse acorralada entre Prolico y el lago.

—Sé que nuestra relación tuvo sus altas y bajas, pequeña. Puedo entender que quizá tengas una mala imagen de mí...

—Intentaste matarme el día que nos conocimos, me secuestraste, me tomaste por el cuello y...

—Todo lo que quería era el medallón de mi madre. No esperaba que esa cobarde se aferrara a tu espíritu para evitar terminar en mis manos. Todo ese dolor que sentiste aquel primer día en Nox también lo sentí yo, ella liberó tu poder para repelerme. Ella te utilizó. Esa gema que te otorgó, cada vez que juró protegerte, solo ha estado ahí para controlarte, limitarte, para derribar tu espíritu desde dentro apenas sienta que te estás saliendo de control.

Victoria estaba paralizada, lo suficiente para no lograr emitir palabra alguna.

—Supongo que habrás notado, pequeña, que el plan de mi madre no pudo estar más errado. Sabes que ella no es nada contra las fuerzas que habitan en tu interior. Sabes mucho. Sabes lo poderosa que eres, sabes lo inestable de tu magia. Lo sabes. Y estás aterrada. Jansea no podrá ayudarte, a Serna no le interesa hacerlo y, la joven Marizan... ella tiene buenas intenciones, pero no tiene idea de a qué se enfrenta. Soy el único que sabe por lo que estás pasando.

Los puños de la humana se apretaron fuertemente a los lados de su cuerpo. No podía confiar en Prolico, era consiente de todo el daño que le había hecho. Pero... tenía razón. Ninguna otra persona viva podía darle las respuestas que ansiaba.

—Amars y yo... ¿Somos lo mismo?

—Amars fue una princesa orgullosa, una guerrera audaz y fiel compañera. Pero asumo que no te refieres a eso. El poder que habitaba en ella escapó de control una noche, el palacio de Noctis ardió en llamas, no quedó nadie vivo en él. Ella no quería hacerlo y cuando recobró la cordura, no hubo nadie que la apoyara. Puede ser difícil de asimilar para cualquiera, mas, no para ti, sé que pasaste por la experiencia, atacaste a tus amigos. ¿Quieres preguntarme si eres un monstruo, niña? ¿Un monstruo horrible como la mujer que amé? Mi respuesta es que veo tanta y tan maravillosa bondad en ti como la vi en ella.

—Ella... ¿Aprendió? ¿Pudo controlar su magia antes de... morir?

—Si. Claro que pudo hacerlo. No hubiera logrado hacer todo lo que hizo de otra forma. Examinó hasta el detalle más profundo de su espíritu, logró un dominio sobre él que jamás alguien había logrado. ¡Ella, la Princesa Amars de Noctis, fue la única que le ganó a su maldición de mestiza del cielo! Ella es la única que puede guiarte para lograrlo. Solo debes... ayudarme a traerla de regreso. Haz justicia por las oportunidades que le rechazaron, por como la trataron, ayúdame y no serás consumida por tu propia oscuridad...

—No... No. No puedo. Jamás...

No fue para nada una afirmación asertiva.

Victoria no sabía qué creer. Prolico era el enemigo. Amars había causado una guerra, había reducido Porren a cenizas. Amars era la mala, ¿no es así? Todo había sido su culpa. Eso habían dicho los reyes tan pronto los conoció, le mostraron el lado de la historia donde eran los héroes, mas, ¿por qué creer en un grupo de personas que la asesinaría solo por saber lo que era? ¿Qué los hacía los buenos de la historia...? ¿Qué daba valor a su palabra frente a la de Prolico?

La humana negó con la cabeza con rapidez, procurando convencerse a sí misma.

—No. No. No...

Dio varios pasos atrás, buscando alejarse de Prolico lo más posible. Sintió sus tobillos fríos al entrar en contacto con la orilla del lago de lluvia.

—Ella te necesita, Vick. —susurró el rey exiliado— La abandonaron todos a quienes quería. Sus amigos la atacaron por la espalda. No merecía todo lo que pasó.

El tono con el que se dirigía a ella era cálido y cuidadoso. Reflejaba todo el amor y el cariño que el nombre de la antigua princesa despertaba en él, así como la profunda desesperación y rabia que traía su falta.

Prolico se acercó más y más a la humana. Necesitaba poner una mano sobre su hombro, asegurarle que todo estaría bien.

—Por favor, Victoria...

—¡Aléjate de mí! —chilló ella, en una exclamación que nació en lo más profundo de su garganta—. ¡No des un paso más! ¡y no te atrevas a tocarme!

De un momento a otro una hoja perlada resplandeció al sol entre sus puños apretados de impotencia. La espada apareció por sí misma y el cuerpo de la humano reaccionó a su contacto poniéndose en guardia. Cerró los dedos con fuerza en torno a su mango de oro y apuntó a Prolico directamente al pecho.

—¿Crees que no sé lo que pasa? —gruñó ella— Yo no te importo. No quieres ayudarme. Necesitas mi espíritu. Quieres usarme, como todos en tu maldito planeta. Nadie ha sido capaz de decirme una palabra sincera. No podría importarles menos la vida de una tonta humana.

—Niña insolente —dijo Prolico, con una risa de medio lado tan amarga que tiró abajo toda su dulce actuación— Tu humanidad te hace frágil. Tienes un cuerpo blando y pequeño, una mente débil y manipulable, tu poder depende de alguien que lo catalice. Pudimos hacer esto de la forma más calmada y tranquila posible, pudo ser sin dolor, pero te lo buscaste. Mereces morir como la criatura inservible que eres.

Todo pasó demasiado rápido

El gran rey exiliado no alcanzó a formular un solo hechizo. Apenas alzó una mano en señal de amenaza, antes de que la humana, con los ojos ardiendo en llamas, se lanzara a la carga sobre él.

Espada en mano, fue precisa y rápida. Una sola estocada. Justo en el corazón.

IncontrolableWhere stories live. Discover now