Capítulo 22: Invernáculo

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Victoria caminaba con la cabeza hacia arriba, maravillada por la escena ante sus ojos.

La gran bóveda de cristal permitía a los rayos del sol pasar solo lo suficiente para otorgar al lugar una suave luz mañanera, no parecía medio día sino un cálido amanecer de tonos rojizos. Decenas de miles de especies de enredaderas crecían allí, se enredaban sobre la gran estructura hasta formar parte de ella. De alguna manera todo lucía armónico, desde aquellas elegantes y delgadas ramas con flores amarillo brillante hasta aquellos troncos gruesos y de tonos grisáceos. Había demasiado creciendo allí dentro, flores hermosas y arbustos de hojas multicolor, pero todo se organizaba para formar parte de una misma cosa.

La chica dudaba que el dueño de aquel invernáculo se hubiera parado a calcular rama por rama como crecería cada ser que escogió plantar allí. Solo lo hizo. Y las enredaderas por si solas se encargaron del resto.

Dentro hacía frío y ella no tenía abrigo pues en Vitae eran costumbre los climas cálidos. A pesar de eso, ella no dejaba de sonreír. Estaba encantada con aquel sitio. Imaginaba cuanto su madre adoraría poder conocerlo y se detuvo un segundo a preguntarse si alguna vez sucedería.

Fue entonces cuando sintió su pie enganchado en una rama del suelo, irrumpiendo su caminar. Iba tan distraída que no pudo evitarlo. Tropezó y habría caído si algo no le hubiese detenido en el aire.

Se trataba de un tronco grueso, color verde intenso, que se deslizó sobre su abdomen para sujetarle antes de que tocara el suelo. No le apretó. Resultó un movimiento suave y natural que le ayudó amablemente a ponerse en pie.

― Vick, ten cuidado ―pronunció con elegancia el rey de Vitae tras asegurarse de que la humana se hallase bien― Muchas gracias por eso, Osis.

Dado que ninguna comprendió a quien el rey se dirigía, Susan, Lucía y Victoria se miraron la una a la otra, interrogándose mutuamente sin obtener respuestas. Había demasiado en esa mañana que les costaba entender. Para empezar ninguna de las tres chicas estaba segura de saber qué estaban haciendo en aquel invernáculo al que el rey les había guiado tras preguntarles si les gustaba la jardinería y podrían hacerle un pequeño favor.

― Tu siempre tan encantadora, Aris ―rió Tray, dirigiéndose a quién sabe quién. Su mirada no estaba dirigida al suelo, donde se ubicaba aquella rama que salvó a Victoria de tropezar, sino al frente y alrededor, como si hablara con el aire que le rodeaba.

Los tallos suaves de un arbusto cercano se movieron muy despacio, como llevados por el viento. Una hoja color morado se apoyó en la barbilla de Lucía y alzó su rostro con cuidado como si la examinara. La chica no movió ni un músculo. Todo aquello se le hacía raro, casi aterrador, pero había algo en el lugar y la movilidad de aquellos seres que le relajaba.

― Lo sé ―musitó el rey con una sonrisa triste― Es tan hermosa como su madre e igual de lista, por cierto. Ella y sus amigas estarán felices de ayudarles hoy ―hizo un silencio, como si escuchase a su interlocutor― Debo ir a Aqua, a otra aburrida reunión. Volveré tan pronto pueda y les traeré algo de agua de allá, sé que les agrada.

―¿Señor... ? ―susurró Lucía a su padre. Habló despacio y dudando pues temía ofender a las criaturas del invernáculo― Nosotras... No podemos escuchar a nadie hablar, ¿es normal?

―Pues... ―daba la sensación de que el rey no se había detenido a pensar en eso― Si, es normal, supongo. Ellas no hablan, al menos no como nosotros. Aprenderás a entender con el tiempo. De momento solo escucha. Enis les mostrará lo que deben hacer, ¿de acuerdo? Yo debo irme, estoy llegando tarde, Serna no tolera cuando eso sucede y hoy no quiero hacerle enojar.

―Pero... ―comenzó Susan― ¿Cómo? Si no podemos entender lo que dicen...

El señor Nor irrumpió su razonamiento, apresurado.

IncontrolableWhere stories live. Discover now