Capítulo 108: Carnada

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También en el lejano Porren la noche había caído hace varias horas, mas, el palacio de Noctis estaba más revolucionado y activo que nunca.

La codiciada esfera de la luna se hallaba en el centro de un gran salón. En torno a ella: Dos filas de soldados armados con lanzas hechizadas, un gigantesco escudo de energía, una línea de mortales espinas de hielo y dos golems de piedra de más de dos metros de alto. A simple vista resultaba imposible imaginar cómo alguien podría atravesar todo aquello si los reyes no lo querían así.

Esa gran infraestructura de defensa fue de lo primero que los príncipes vieron al encontrarse en el palacio. La pregunta era clara: ¿En qué podía afectar que ellos estuvieran o no allí a esas horas de la madrugada? ¿Dónde estaba el peligro?

—Prolico tiene a Amars de su parte —explicó Mariza, tan pronto el grupo comenzó a atosigarla a preguntas—. Ella alguna vez tuvo su propio ejército de demonios, su arsenal de armas mágicas. Quizá Prolico no tenga ese poder, pero es listo y, gracias a Amars, conoce la magia más oscura de nuestro mundo. Realmente no sabemos lo que trama, pero sí que tiene un plan. El rey de Vitae ha estado enviando pequeños animales espías a Nox, consiguió captar un mensaje: Esta será la noche del ataque final. Él sabe que intentaremos mover la esfera de la luna al reino Sol y cree que puede tomarnos por sorpresa.

—Pero no sabe que él será el sorprendido —continuó Cindie, siguiendo el razonamiento de su hermana mayor—. Aprovecharemos su trampa para tenderle nuestra propia trampa.

—Pues sí —Marizan rio— Eso es básicamente el plan. Fingir que no sabemos nada, que lo estamos subestimando y moveremos la esfera con mínima protección, para sorprenderlo en cuanto nos ataque.

—Suena lógico —irrumpió Carlos— ¿Y nosotros qué jugamos en esta pelea?

—Pues...

La reina de Noctis pareció dudar un poco en la respuesta, lo suficiente para que apareciera alguien detrás de ella para responder primero.

—Carnada —lanzó la reina Serna, sin la menor delicadeza—. Ya los hemos enviado solos a misiones suicidas antes, a mi hermano no le sorprenderá ver que les encargamos esto.

—No habrá ningún tipo de peligro —se apresuró a agregar Marizan—. Los reyes estarán custodiando. Habrán defensas mágicas en su transporte. Cuando él aparezca los soldados le apresarán. Es un plan bastante simple a decir verdad. Ustedes solo deben estar ahí, fingir que no pasa nada, permanecer alerta y avisar en caso de problemas.

Analizándolo bien, era un plan demasiado simple, pero los reyes estaban dispuestos a hacerlo funcionar, si no era con ingenio sería con pura fuerza bruta.

Serna estaba preparada, imponente, con un traje de batalla dorado, símbolo de su reino. Avanzó con paso fuerte a través de la sala, en dirección a la esfera de la luna y, para ella, todas las defensas dieron un paso al costado. Los golems y los soldados se hicieron a un lado, las espinas de hielo se hundieron en el suelo para hacerle un camino, y el escudo de energía se volvió deleble ante ella.

Tomó la esfera con cuidado entre sus dos manos; era tan grande como toda su palma.

—Partirán a mi grandioso reino a través del océano, —expresó con grandilocuencia— la embarcación los espera.

Entregó la esfera a Cindie con aire ceremonioso. Ella la cogió cómo pudo, perturbada por la idea de cargar algo tan valioso. Al tacto era fría como el cristal, lo que le llevó a preguntarse si sería tan frágil como éste.

El grupo de príncipes avanzó siguiendo a la reina del Sol. Sabían que por allí, en algún sitio o a través de algún mágico medio, debían estar el resto de reyes, listos para entrar en acción al presentarse alguna emergencia. Mas ninguno de ellos pareció considerar la idea de mostrarse para saludar a sus hijos. Resultaba tan molesto como indignante que les hicieran levantar a esas horas para ser carnada.

Serna los guio a una de las salidas laterales del palacio, a través de la cual, cruzando un largo puente de mármol que reflejaba la luna, se accedía a un pequeño puerto.

El agua estaba particularmente calma, todo Noctis lo estaba; no corría la más leve briza y la gigantesca luna multicolor iluminaba un bosque que parecía petrificado, un cementerio de nieve y madera.

Una noche aterradoramente calma. Lucía podía sentirlo en el aire, como si Porren presintiera el peligro que se avecinaba.

Una gran embarcación real aguardaba en la orilla del puerto para ellos. Era un elegante barco de madera, lleno de dibujos y florituras del dorado del oro, movido por una densa capa de velas blancas.

Serna se detuvo junto a la pequeña entrada de madera del barco, haciéndose a un lado para dejar ingresar a los príncipes. Uno a uno, fueron encontrando un lugar para ellos sobre la cubierta: de pie cerca de la barandilla que los separaba de las negras aguas, ocultos del frío en la cabina del capitán o debajo en la bodega; donde Cindie resguardaba la esfera de la luna con su vida.

La reina del Sol nunca ascendió al barco, siquiera les dio palabra de ánimo alguna o se despidió de ellos. La embarcación arrancó sin más, guiada por un capitán alto y delgado, de piel blanquísima y ojos verdes, que movía el mástil siguiendo las estrellas.

Era una noche muy tranquila para pensar en el peligro, por lo que Mariano no tardó demasiado en abstraerse con el paisaje. Jamás en su vida en la tierra había tenido ocasión de subir a un barco, quizá por eso le maravilló ver como se alejaban de tierra firme, ligeramente bamboleados por las olas.

Luces mágicas mantenían brillando la cubierta y movían el barco a alta velocidad, hinchando sus velas como si hubiera un torbellino en lugar de briza. Iban de prisa, mas su objetivo se sentía lejano y el océano infinito.

Carlos permaneció alerta durante más o menos dos horas, con una larga lanza de piedra bien sujeta y lista para entrar en acción. Pero le fue imposible mantener esa actitud con el pasar de los minutos. Nada más que oscuridad los rodeaba, nada los atacaba, ni el más mínimo rastro de sonido. A esas horas siquiera los peces de lo profundo estaban despiertos.

—Le daré mérito a este viaje —señaló, medio adormilado— ¡Nuestra misión más aburrida hasta el momento! ¿Alguien puede decirme cuanto falta?

—Llegas al reino Sol buscando el amanecer desde cualquier punto de Porren —explicó Lucía, dando por fin uso a todo lo que había leído en la biblioteca— Por eso nos dirigimos hacia aquella estrella, marca el este. —la chica movió la mirada por el firmamento, buscando indicios que le ayudaran a ubicarse —Llegaremos antes de que el sol salga, no creo que puedan ser más que otras tres o cuatro horas.

Como respuesta, Carlos no hizo más que lanzar un bufido y centarse en el suelo con cara de niño empacado.

—¿Acaso soy el único que empieza a creer que nada va a atacarnos? —gruñó— ¿Desde cuándo Prolico es tan idiota de hacer una cosa así? Siquiera cuando entramos a Porren por primera vez, cuando no teníamos idea de magia, él se atrevió a atacarnos de frente. Creo que simplemente tiene un estilo más sutil.

—Escuchaste a Marizan —explicó Mariano— El rey de Vitae mandó espías a Nox. Tenemos información, él mismo dijo que atacaría esta noche.

Susan se hallaba de pie mirando el agua, sin formar parte de la conversación, mas, al escuchar esas palabras alzó lentamente la cabeza.

—Pudo ser una trampa —dijo de repente, irrumpiendo el silencio que se había instalado en el grupo.

—¿Una trampa? —Clara pareció confundida—. Nosotros le estamos tendiendo una trampa. ¿No es así? No tiene forma de llegar a la esfera de la luna sin pasar sobre nosotros.

—Nadie dijo que la esfera de la luna fuera su objetivo...

Lucía sintió un escalofrío al entender lo que su amiga estaba intentando decir.

—No... ¡Vick! La dejamos sola todo este tiempo... Se supone que Prolico no podía llegar a ella. ¡Marizan nos lo prometió! Susy, es imposible...

—No. Prolico tiene un método para encontrarla. Puede. Y sé perfectamente cual es. Tenemos que volver. ¡Ahora! 

IncontrolableWhere stories live. Discover now