Capítulo 113: Monstruo

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El bosque estaba helado y ella... maldición, ella seguía con su pijama con dibujitos de paletas de helado. Si acaso conseguía ayudar a alguien en aquel incendio sería la heroína más desalineada de la historia.

Aún iba descalza. A cada paso, pequeñas ramas y hojas pinchaban la planta de sus pies, mas, eso no era lo más doloroso: La humedad de aquella zona del bosque, que antes solía estar cubierta de nieve, le quemaba con su frío como si de fuego se tratase. Quizá eso debió ser una señal. Una entre las tantas que tenía.

Pero ella no se detuvo.

Con la luna tapada por las nubes de humo más altas, lo que más iluminaba su camino era precisamente la luz del fuego, kilómetros más adelante. Si aquella carrera se hubiese dado en clase de gimnasia ella no hubiera sido capaz de mantenerla. Pero en aquella ocasión sentía la adrenalina corriendo por sus venas en lugar de sangre. Su corazón rebotaba en su pecho cada segundo, haciéndole acelerar aún más el paso.

Un sonido agudo y desgarrador recorrió el aire en un instante: Un grito. Un pedido de ayuda desesperado.

Incluso antes de alcanzar el límite entre el bosque y el pueblo, Victoria se topó de frente con el fuego.

Las llamas nacían en el techo de una pequeña casa, altas y rojas como la sangre. De allí las cenizas llevaban su chispa al bosque, comenzando a consumir los árboles cercanos.

El grito de ayuda se repitió. Se notaba ahogado y perdido. Era la voz de una niña. Y venía del interior de esa casa.

Victoria respiró profundo, pero allí apenas había aire. Sus pulmones ardieron al llenarse de humo. Tosió. Tosió de nuevo. Y se lanzó corriendo al interior de la casa.

El fuego aún no había alcanzado la superficie de la puerta, pero sobre el pestillo se sentía con claridad el calor de las llamas. Ella entró sin pensar, pero, tan pronto dio un paso hacia el interior, una densa ola de humo la rodeó. Sus ojos ardieron y su pecho dolió. La energía que provenía de aquel lugar era enorme y tóxica. Aquel no era un simple fuego, incluso la humana podía sentirlo. Magia negra y poderosa estaba dando vida a las llamas.

¿Y qué se suponía que ella hiciera contra eso? El mundo insistía en que el poder de Victoria era demasiado grande, que ella era una bomba, ¿pero de qué le servía eso si no tenía el menor control sobre él?

Se apoyó contra una columna de la casa, tosiendo. Ahogada en el humo. El fuego estaba justo delante de ella, comenzando a devorar la habitación contigua con su calor. Las cortinas de la casa ardieron en un segundo y con ellas la puerta por la que Victoria había entrado. ¿Dónde estaba su poder cuando lo necesitaba? ¿Dónde había quedado toda su poderosa adrenalina?

—¡Ayuda! —escuchó chillar desde el piso superior—. ¡Ayuda!

A pocos metros de Victoria, una escalera de madera le ofrecía un camino hacia arriba. Un camino peligroso y combustible, qué amenazaba con arder de un momento a otro. Pero era su única opción.

Ella avanzó corriendo hacia el piso superior, con un brazo cubriendo su boca, buscando inhalar la menor cantidad de humo posible.

Se encontró a sí misma en un estar pequeño, con algunas mesas y sillas, con cortinas color tierra envueltas en llamas.

—Estoy aquí —dijo ella— Estoy aquí. Todo estará bien. Te ayudaré, ¿dónde estás?

Comenzó suave, pero debió alzar la voz para que sus palabras fueran más que el crepitar de las llamas, el sonido de la madera cediendo y la estructura de la casa viniéndose abajo.

—¡Aquí! —recibió como respuesta— Estoy aquí. Hay fuego afuera. ¡Estoy atrapada!

El sonido parecía venir del otro lado de una puerta que se hallaba cruzando la habitación y, en efecto, no era un camino para nada fácil. Parte del piso estaba envuelto en llamas, una viga del techo derrumbada, obstruyendo el camino, y los muebles caídos y ardiendo.

IncontrolableWhere stories live. Discover now