Capítulo 2: Cuídalo y te cuidará

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Desde el 2008, el año en que Victoria se mudó a la vuelta de la casa de Mariano, cada mañana sin excepción ambos se encontraban en la parada de autobús y aguardaban juntos a que llegara. El chico solo se había ausentado sin avisar en dos ocasiones, algunos meses antes, cuando estaba en cama delirando y con tanta fiebre que se quedó dormido con el celular en la mano cuando planeaba llamarle y... hacía ya seis años... la noche en que falleció su madre.

El viento había trasformado el cabello de la chica, al que de por si no se había dedicado a cepillar, en una rubia mata de nudos, pero a ella no le importaba. Removía entre sus manos el teléfono celular, intentando decidir si debía o no volver a llamar a su mejor amigo.

Lo había intentado una sola vez, considerando la opción de que, por primera vez en su vida el aplicado Mariano Arango se hubiera quedado dormido. Pero él dormía siempre junto a su celular y tenía el sueño extremadamente ligero.

Pensando en posibilidades Victoria había dejado pasar dos autobuses lo que significaba que, tomase o no el siguiente, de todas formas, ya iba llegando tarde al colegio. Suspiró e intentó achatar un poco su cabello, lo cual la distraía lo suficiente para permanecer allí sentada, aguardando a su amigo.

Al final, cogió el teléfono y escogió a su amigo en la lista de favoritos. En su oído el aparato sonó dos veces antes de que la voz de Mariano apareciera al otro lado.

—Vick —su voz no iba cargada con ninguna pena y si acaso la sentía, no la trasmitía— Lamento no haber avisado antes, pero surgió algo importante y no voy a ir al colegio hoy. Nos vemos en la tarde o... cuando nos veamos, ¿vale?

Entonces, al pensar en su amiga, la voz de Mariano permitió que se colaran algunos desgarradores acordes de tristeza, confusión y desesperación. Fueron pocos y muy cortos, imperceptibles destellos en sus palabras.

Él cortó antes de escuchar la respuesta y, en su habitación, se permitió el arrebato de arrojar el teléfono con fuerza hacia su cama, donde revotó sobre las colchas si recibir ningún daño.

Incluso si él no hubiera acabado con una leve duda sus palabras Victoria hubiera sabido que algo iba mal. Conocía a aquel chico incluso más de lo que se conocía a si misma. Sabía que cuando respiraba profundamente antes de comenzar a hablar era porque daría una mala noticia y que cuando no quería que se enterara de algo era porque temía que esa información le lastimara.

«Te necesita» Ella jamás supo si esa voz estuvo en su cabeza o solo fue una idea propia dicha por su consciencia en una voz ajena. Una voz distante, que parecía reverberar en su cabeza, una voz que creía recordar de un sueño.

Se puso en pie decidida, ajustó la correa de la mochila en su espalda, consultó la hora en el reloj en su muñeca y echó a correr hacia la casa de su mejor amigo.

Desde siempre Victoria fue el tipo de persona que vive la vida saltando, riendo y corriendo de un sitio a otro, pero eso no la volvía apta para correr una maratón de aquella índole. Desde la parada del autobús, la casa de Mariano se hallaba a cinco cuadras. La primera una cuadra corta que la chica cruzó a trote veloz, para la segunda ya estaba lo suficientemente cansada para aminorar un poco la marcha, la tercera resultó larguísima y para la cuarta apenas podía mover los pies.

La pequeña casa, en la que vivían tantos recuerdos como en su propio hogar, era simple, pintada de un animado color celeste que se había ido desgastando con los años. Se hallaba frente a un pequeño parque con árboles, mesas y juegos para niños en los que ella casi podía verse a los cinco años.

Antes de alcanzar a ubicarse delante de la puerta de la casa de Mariano el parque llamó su atención, como si existiese algo ahí que no debería estar. A esas horas de la mañana estaba completamente vacío, igual que toda la cuadra. Vacío. Igual que un pequeño cuadrilátero del parque al que Victoria observó varios minutos como si debiera haber alguien.

IncontrolableWhere stories live. Discover now