Capítulo 111: No es un juego

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Victoria aterrizó de golpe sobre el embaldosado y frio suelo del palacio de Noctis. Sus pies no estaban preparados para el impacto, por lo que trastabilló al hallarse sobre algo firme.
Cayó de rodillas, encogida sobre sí misma y con la gema que Nicko le había dado fuertemente sujeta en una mano. Bajo las luces del gran salón pudo observarla por fin: era un pequeño cristal, de un tono morado oscuro, dentro del cual parecía vivir una diminuta pero intensa tormenta, con densas nubes negras y violentos rayos resplandecientes.
Un escalofrío recorrió a la chica de un segundo a otro. Quizá no supiera nada sobre Porren o sobre magia, pero ese regalo le recordaba a demasiadas cosas malas: los remolinos de las profundidades de la isla de Nox y la tormenta que había amenazado con aniquilar el bosque húmedo.
Eso, más el hecho de que su amigo no aparecía por ningún lado, levantaron todas sus alertas en un segundo. Estaban pasando demasiadas cosas que no entendía y tenía un presentimiento terrible.
—Nicko... —le llamó apenas se incorporó— ¿Nicko estás por aquí?
Sabía por experiencia que los hechizos de transporte tendían a ser caprichosos, Nicko podía haber aparecido a su lado, en alguna otra habitación del palacio o incluso en algún rincón perdido de Noctis.
Victoria avanzó apenas un par de metros antes de acabar de decidir que esa búsqueda no tenía sentido. Una parte primitiva de su ser entendía perfectamente que Nicko no había viajado con ella.
—¡Victoria! —Marizan apareció de la nada, atravesando las puertas del gran salón con un fuerte golpe— Vick, ¿Qué haces aquí? ¡¿Cómo atravesaste las salvaguardas?!
—Yo... —la chica no sabía exactamente como responder a eso y, por un momento, se sintió intimidada por el tono brusco que la reina estaba usando con ella.
—Victoria, sentí el hechizo desde el la otra esquina del palacio. ¡Tienes suerte de que el resto de reyes no estén aquí! ¿Qué tienes ahí? Victoria. ¿De dónde sacaste esa gema?
—Nicko me dijo que usted se la había dado... No sé qué es exactamente
La humana tendió una palma abierta hacia Marizan, con la gema cuidadosamente acomodaba sobre ella.
—No necesito verla. La siento. Hay magia negra acumulada dentro de esa piedra. Algo que solo las entrañas de Nox pudieron crear.
—Pero... no lo entiendo. Nicko dijo...
—Yo jamás le di nada a Nicko, Vick. No entiendo de qué hablas. Pero es importante que estés aquí. Cindie entró en contacto conmigo hace unos minutos. Tus amigos pensaban que podías estar en peligro. Lo mejor será que te quedes en el palacio hasta que todo esté más calmado. ¿Si? Dame esa gema, ahora.
—Pero...  quizá Nicko necesite ayuda...
Murmuró ella.
Aún así, para el segundo siguiente Marizan ya tenía la gema sujeta con fuerza en una mano y la presionaba como si quisiera destruirla. Y así fue, de hecho. Pese a lo pequeña que parecía la mano de la reina y lo inamovible que se sentí la gema, esta se deshizo como si nada, formando una lluvia de pequeñas partículas que se disolvió antes de llegar al suelo.
—Es lo mejor —explicó la reina, suavizando el tono ante la mirada espantada de la chica. —Tendré un grupo de custodia contigo, los reyes regresarán tan pronto la Esfera de la Luna esté segura en el reino Sol. Todo estará bien, ya verás.
Victoria no se sentía particularmente insegura. No tanto como se sentía atrapada y presa en un mundo extraño. Sin sus amigos ahí y sin esa extraña gema no tenía posibilidad alguna de volver a su planeta ni de ayudar a Nicko si acaso estaba en problemas.
—Pero... —comenzó a decir ella.
Mas, de inmediato, se vio interrumpida por la reina.
—No. No. ¿Acaso no entiendes lo que está pasando? Usaste magia negra para el entrar al palacio. Atravesaste las salvaguardas como si nada. Cualquiera las dos cosas es motivo suficiente para que te condenen a muerte. Vick, quiero cuidarte, te juro que lo intento. Pero me lo haces difícil. Y tu poder está creciendo. A cada segundo será más difícil reprimirlo. Jansea cree que podrás. Pero necesito que me asegures que entiendes que esto no es un juego. No es divertido, en lo absoluto.
—Lo sé —sentenció ella, y su tono se volvió frio— Lo sé mejor que nadie.
Marizan asintió, convencida. Y regaló a la humana una sonrisa suave antes de marcharse de la habitación. Si le dolía levantar el tono ante la dulzura de Victoria, pero era necesario. Una buenas decisión de reina.
Aunque quizá no tanto dejarla sola allí. Llegado aquel punto, debió ser más consciente de la capacidad de la humana para meterse en problemas.

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