Capítulo 121: El final

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Esta vez algo había cambiado. El poder de Victoria tendía a ser intenso, pero errático. Ella no sabía lo que hacía. Su instinto la dominaba. Nunca había lucido tan en control como en ese momento, nunca tan grande y amenazante.

Su imagen paralizó al grupo de príncipes. Supongo que no importa cuántas veces te pase, cuesta un poco acostumbrarse a ver a tu amiga regresar de la muerte.

—¿Vick...? —Lucía fue la primera en hablar. Hizo un amague a acercarse, pero Carlos colocó una mano protectora delante de ella, reteniéndola—. ¿Eres tú...?

Sus brazos sangraban, trozos de cristal estaban incrustados en su piel. La humana suspiró, fue como si todo el dolor que su cuerpo sentía le llegara de repente. Las auras de poder inagotable que la envolvían desaparecieron hasta volverse casi nada. Y comenzó a llorar.

Su rostro apenas se arrugó, las lágrimas cayeron, blancas como pequeñas perlas. Pero nada además de sus ojos mostraba dolor.

—¡Victoria! —Lucía se lanzó a ella, esta vez evitando por completo la advertencia de Carlos. —Todo está bien. Estás bien...

No llegó a estar a menos de un metro cuando lo notó: Su nariz sangraba. Se llevó una mano al rostro, la observó roja y empapada. Luego sintió el dolor: puntadas en su cabeza, una tras otra, como si un millar de agujas le atravesaran el cerebro.

Ella y Victoria intercambiaron una mirada que se hizo eterna, pero que en realidad no duró más que un momento. Había dolor ahí. Mucho. El dolor de una amistad de toda la vida viniéndose abajo. Mucha confusión y tristeza.

Y luego Lucía se desmayó.

Al mismo tiempo ese dolor que ella había sentido se trasladó a todo el grupo.

—Perra —chilló Cindie, antes de lanzar un contra ataque— Sabía que había algo mal contigo.

Golpes de energía lunar se lanzaron contra la humana, uno tras otro, pero ella fue capaz de bloquear cada uno de ellos empuñando la espada perla. Los hechizos rebotaron, de un lado para otro. Cindie debió retroceder, empequeñecida por el inmenso poder de la humana.

—¡Ayúdenme, maldición! —gimió a su equipo, desesperada—.

Pero había un factor de debilidad allí. El mismo que ya había estado antes: debían atacar a una amiga.

Carlos estaba en el suelo, cuidando de Lucía, intentando hacerla volver en sí. La apartó como pudo del lugar de la pelea, esquivando cada hechizo que volaba hacía él.

Mariano estaba petrificado. ¿Cuándo no lo había estado? ¿Cuándo había sido capaz de usar su entrenamiento en pelea contra una amenaza real? Menos aún era capaz de usarlo contra Victoria.

—¡No es ella! —exclamó Susan. —La espada, ¡la espada perla!

Mariano observó eso que indicaba y lo notó de inmediato. La espada era un símbolo personal de cada miembro de la realeza del sol, los representaba. La espada de Victoria estaba cubierta de formas y dibujos de enredaderas, está, en cambio, tenía tan solo la imagen de un espiral que crecía hasta cubrir la empuñadura por completo.

Conocían la espada de la reina Serna, y no tenía esos dibujos. Eso dejaba una sola opción posible.

Carmín sonrió al verse descubierta. Su cuerpo y su rostro se transformaron para mostrar su verdadera imagen, pero no sus ojos: los que se mantuvieron dorados y brillantes como los de Victoria.

Susan y Mariano consiguieron entonces la rabia que les faltaba para atacar con todo lo que tenían. Pero ya era tarde: había logrado dividirlos.

Cindie cedió ante el golpe de un hechizo, cayó de espaldas, aturdida. Lucía permanecía inconsciente. Clara se cubría las orejas con ambas manos, estaba mareada y pálida, producto del inmenso dolor que sentía en la cabeza.

—Realmente son un fracaso como equipo —río Carmín— Entiendo por qué la necesitan, el espíritu de Victoria es tan poderoso... siento que puedo hacer lo que sea ahora que es mío...

Rayos de energía de sol se lanzaron sobre Susan y Mariano. Intentaron esquivarlos, pero se movieron velozmente, sorteando sus armas trazando curvas en el aire. Lo primero que sintieron fue un golpe, doloroso como un puñetazo en el estómago. Se vacío por completo el aire de sus pulmones, pero en cambio de como suele suceder, este jamás volvió...

Ambos perdieron la conciencia al mismo tiempo. Ahogados por algún hechizo terrible.

Cayeron uno a uno. Hasta que no quedó uno solo de los príncipes consiente. Fueron una barrera de defensa insignificante. Carmín pasó por sobre ellos como si nada y se introdujo al palacio del Sol. Su objetivo final.

Ahora sí: Habían perdido la Primer gran batalla.

Era el final. 

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