Capítulo 94: Más caminos

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Abrieron los ojos al mismo tiempo. Tenían la imagen del fuego tan latente que casi era visible en sus retinas. Se miraron el uno al otro, con miedo. Sus corazones iban apurados como caballos de batalla.

Soltaron sus manos, con la vaga ilusión de que eso espantaría los recuerdos de las llamas. Recién entonces notaron, al volver los ojos al suelo, que el libro del universo se había abierto para ellos. No parecía estar en una hoja en específico, apenas alcanzaba la mitad y no tenía nada que la diferenciara del resto. Era una página amarillenta y antigua, totalmente cubierta con garabatos de aspecto aleatorio: un laberinto de caminos.

Victoria movió la mirada por las líneas, atentamente.

—Aquí —señaló con su delgado dedo—. Esto tiene que ser lo que vimos.

Era un círculo negro, pequeño y bastante insignificante. No parecía representar una terrible guerra ni una intensa llama, era solo un punto allí, un adorno en las elegantes florituras del destino. Siquiera era el único o el más grande, lo que lo hacía particular era saber que estaba delante de ellos y se verían obligados a enfrentarlo.

Tal como Vick había sentido al hallarse en el laberinto: todos los caminos conducían a esa guerra; no había trazado alguno que no desembocara en ese punto.

—¿Crees que tenga que ver Amars...? —musitó Nicko, aunque sabía que no era exactamente en lo que ella pensaba—. ¿O Prolico? ¿Quizá...?

—No. —sentenció ella, furiosa— Yo no lo haré. No haré esto. No soy... un monstruo. ¡No causaré una guerra!

—Lo sé —Ni él mismo entendía por qué estaba tan convencido—. No serás tú. Si este libro tiene razón, si habrá una guerra, tú serás quién regrese la paz. Eras la luz en ese laberinto. Me sentí siguiéndote a través de la oscuridad.

La tensión en los hombros de la chica desapareció casi por completo. No la tranquilizaron las palabras de Nicko, sino la absoluta sinceridad con la que se dirigió a ella, su confianza casi ciega. Se sintió dispuesta a ganar una guerra solo para no decepcionarle.

—Creí ver... una salida —explicó ella— había algo más allá en el laberinto. Pero debía correr a través del fuego para alcanzarla. Casi sentí el humo, ardiendo en mis pulmones, el inmenso calor. Por un momento estuve segura de que ahí acababa mi camino, entre las llamas. 

Nicko se puso en pie lentamente y tendió a su amiga una mano para ayudarle a seguir sus pasos. Ella aceptó con gentileza y, al sentir el peso sobre sus pies, casi se vio incapaz de soportarlo. Aquel extraño viaje había agotado mucha de su energía.

—Este libro no nos está diciendo el futuro, Vick. —explicó él, sin querer soltar ni por un momento la mano que mantenía unida a la de ella— Solo nos está mostrando las opciones, los caminos que se abren. Al final, acabaremos siguiendo solo uno de ellos: el que escojamos. No creo que nos convenga guiarnos por los futuros que nos puso delante. Hay más. Muchos recorridos que no seguimos. Muchos más de los que podríamos seguir.

La humana asintió, despacio.  

El color en los ojos de Nicko era como el del mar, se removía igual que las olas en una extraña noche de luna llena. Mirarlos la hacía sentir en calma, con una fortaleza que desconocía en si misma.

Nicko pareció avergonzado al notar que ella le miraba e incluso más al ver que se aferraba a su mano con fuerza. Se apresuró a liberarla, nervioso. Durante todo ese extraño trance no había pensado en lo hermosa que era Victoria, ni en la extraña relación que comenzaba a aparecer entre ellos.

No pensó en Prolico. En el hecho de que él le había hecho jurar que no miraría a la humana a los ojos, por las peligrosas ideas que podrían aparecer en su cabeza. Tampoco se paró a preocuparse de que estaba confabulando con el enemigo, y que de cumplir las órdenes del rey exiliado dependía su vida. Debió haberlo hecho entonces, antes de que fuera demasiado tarde. Debió pensar en todo lo que estaba haciendo mal.

—Ocultemos el libro, Vick —dijo, a la vez que buscaba establecer una cierta distancia con su lenguaje corporal—. Creo que fue mucho por hoy. Sabemos un poco más sobre ti y sobre el libro del universo. Ahora, tenemos que asegurarnos de que nadie lo encuentre mientras decidimos como seguir.

—No puedo llevarlo a casa —razonó ella—. Necesito a alguien que haga un portal para mí, debo decirle a Lucí y Susan...

—No. Nadie buscaría una cosa así en esta casa. No podrían sospechar de mí. Yo me lo quedaré. Es más seguro.

Nicko no lo admitiría, pero estaba aliviado de cargarse esa responsabilidad. Temía, de alguna forma, todo lo que podía pasar si Vick se quedaba sola con el libro.

Ella asintió, mas no acababa de ser algo que le hiciera feliz. Algo en ella le gritaba que ese libro era suyo, una parte de sí. En cuanto Nicko lo cogió del suelo y lo envolvió en su bolsa de cuero, le resultó inevitable considerar la posibilidad de arrancarlo de golpe de entre sus manos. La tentación nació en su pecho y no desapareció hasta que el libro estuvo totalmente fuera de su vista; oculto al fondo de un gran armario.

—Salgamos —dijo él—. Mamá seguro está acabando su consulta. Querrá ofrecerte galletas. Y que le regreses sus dulces.

Victoria rió, divertida, a la vez que tomaba el frasco de cristal del suelo. Tenía una cantidad considerable aún: ella esperaba que suficientes para no ganarse el odio de la amorosa señora Amlia. Realmente quería probar esas galletas.

IncontrolableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora