Capítulo 116: Oscuridad

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La magia negra era capaz de dar vida al fuego y a las tormentas. Liberaba su destrucción a través de ellos. Llamas nacidas de la rabia más pura, rayos de muerte y recelo.

Cuando Victoria cayó de rodillas sobre el suelo de piedra lo sintió con claridad: cada vida que aquella magia arrebataba permanecía en ella, su espíritu alimentaba la destrucción.

El fuego le gritaba. Gritaba con desesperación para que todo acabase.

Si ella cerraba los puños sobre el suelo, sentía al césped pidiendo ayuda. Le escuchaba hablar bajo la forma de pequeños murmullos. Miles de millones de pequeños murmullos.

Al final Prolico había dicho la verdad: Esa forma de morir no dolía.

Los ojos de Victoria aún estaban abiertos pero se sentía incapaz de moverlos en dirección alguna. Era una sola imagen, estática, que comenzaba a nublarse ante ella.

Y era una imagen terrible.

Los restos de lo que antes fue un pueblo lleno de vida cediendo ante la oscuridad.

"Oscuridad" repitió para si una y otra vez. En su cabeza las palabras se volvían un eco, más lento y perdido con cada rebote.

A veces, cuando vas a apoyar la cabeza en la almohada, en ese ligero instante de vaivén entre el sueño y la realidad, florecen extrañas ideas, quizá respuestas a dudas que arrastraste todo el día, quizá preguntas nuevas que jamás te harías.

¿Te ha pasado?

Pues justo así se sintió Victoria en ese instante. Consciente de demasiadas cosas nuevas, a la vez que totalmente desconectada.

《Eres la luz en el laberinto...》

Esas palabras también fueron un eco en su cabeza. Palabras que Nicko le había dicho alguna vez, quizá. A lo mejor era Jansea queriendo sacarla de su ensoñación.

Ella era luz. 

Ella era luz. 

Quizá el mundo era un borrón para ella. Pero era un borrón terrible. Un borrón al que el fuego insistía en consumir. La oscuridad siempre insiste. Por eso la luz debe insitir con aún más fuerza.

《Eres la luz en el laberinto...》

A lo mejor ese susurro no era nada más que su mente a punto de apagarse...

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