Capítulo 33: Espejismo

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La primera ocasión en que Victoria pisó el salón de espejos que los príncipes usaban para entrenar ella había pensado que era genial. Recordaba la risita divertida que Marizan había lanzado luego, recordaba a la joven reina explicando cuan peligrosos y manipuladores podían volverse esos espejos.

Jamás los había visto en acción pero, cuando se halló a si misma sentada sola en el centro de ese cuarto comenzó a sentir un indescriptible miedo y cayó presa de la sensación de que muy pronto comprobaría las palabras de Marizan.

Habían pasado ya varios minutos desde que aguardaba allí. Tan pronto sus amigos desaparecieron rumbo a la tierra de los dragones la reina del Sol le envió a aquella habitación. Al final, el punto positivo que le había visto a la situación falló pues no le permitieron quedarse con Teo. El niño se quedó con Marizan, lo que tampoco le hizo muy infeliz pues ella le guió a una habitación entera que solo contenía juguetes de todo tipo.

Confundida por tanta e infructuosa espera, la humana se recostó en el suelo y volvió los ojos al techo. El reflejo de sí misma le regresó la mirada en las alturas. El techo reflejaba solo en cierto porcentaje, parte de la luz pasaba a través de él, por lo que Victoria también llegó a ver el cielo. Se vio a si misma acostada en el cielo. Fue una imagen agradable, que le hizo sonreír.

La Victoria reflejada, con su mata desorganizada de cabello rubio dispersa sobre el suelo (que en su caso era una esponjosa nube blanca), le regresó la sonrisa.

Un ave negra pasó volando sobre la habitación de espejos. Victoria pudo verla a través del cielo, le vio pasar por su lado y seguir su camino. El suelo de la habitación también era de espejo y, en el momento en que el ave pasó, la humana la vio reflejada allí, como si volara bajo su cuerpo.

Ella desvió solo un instante la mirada al suelo, recostándose ligeramente a un lado. Fue cuando notó que no solo la Victoria del techo estaba durmiendo sobre las nubes, sino que también lo estaba ella. Ver que lo único que había debajo de ella era el cielo le hizo pensar en cómo había llegado allí y... aún más importante: ¿Cómo se mantenía en el aire?

Tan pronto la idea apareció la realidad ganó. Ella no sabía volar, lo que estaba ante sus ojos no tenía ningún sentido y por tanto cayó. Se sintió desplomarse hacia abajo entre las nubes, como si el suelo bajo su cuerpo hubiese desaparecido. Cayó, cayó y siguió cayendo hasta que se preguntó cuándo llegaría al suelo. Y entonces el suelo apareció. Y ella se dio de lleno contra él.

El dolor no estuvo en su cabeza, fue completamente real. Su cuerpo se estrelló contra el suelo y ella entrecerró los ojos. Le sorprendió seguir consiente pero así era. Aún estaba el cielo del que había caído sobre ella, incluso volvió a pasar esa ave color negro.

Su mano buscó el suelo, intentando asegurase de que esta vez estaba allí. Para su sorpresa sintió con total claridad la sensación del césped entre los dedos. Se volvió a mirarlo y sus ojos no pudieron creer lo que veía. Su cuerpo descansaba sobre la tierra y el pasto en una pradera que se extendía hasta donde alcanzaba la vista.

Confundida ella se puso en pie para observar con claridad los alrededores. No sabía donde estaba pero le alegró saber que al menos había suelo bajo sus pies.

―Lindo lugar― la voz habló a su espalda. Victoria había observado ese sitio en concreto hacía instantes y estaba completamente vacío pero al volverse distinguió con claridad a la reina Serna.― Me gustaría saber dónde estamos.

La misma pregunta se había hecho la humana y le sobresaltó saber que la reina no conocía la respuesta. Le aterró pensar que estaban perdidas.

Su mirada se movió por el lugar, examinó los árboles que allí crecían e incluso alcanzó a distinguir la forma de un arroyo en las cercanías. Sabía que jamás había visto aquel paisaje y, efectivamente así era,  pero al explicar donde se encontraba lo hizo con total seguridad.

―Es mi casa― dijo― Bueno, no aún. Es el sitio donde vivo pero... mucho antes de que yo naciera. Mucho antes de que mis padres y abuelos nacieran... Mucho antes de todo diría yo.

―Una decisión curiosa― respondió Serna― Eso debo admitirlo.

Serna llevaba un vestido blanco y unas zapatillas doradas a las que no gustó nada la tierra barrosa y húmeda del lugar. El viento de la costa alborotaba su cabello claro, eso era algo que Victoria amaba pero la reina quizá no apreciara igual.

―Sabes porqué estamos aquí, ¿no es así? Sospecho que Marizan te lo ha dicho pese a no estar autorizada, en general le importan poco mis prohibiciones.

―Vamos a entrenar. Usted buscará la manera de ayudarme a liberar mi poder.

―Inicialmente, quiero saber si ese supuesto poder existe. De ser así no voy a "ayudarte", yo haré que liberes tu energía, aunque deba obligarte.

―¿Y cuál es el plan?

La humana estaba disfrutando mucho del sitio donde se encontraba. Quizá no entendía cómo había llegado allí, cómo era posible, pero le gustaba. Le gustaba sentir el viento en su rostro, el césped bajo sus pies, el aire olía a casa pese a que aún nada se había construido ahí.

―Supongo que empezaré contándote que los seres capaces de manejar la energía de un Sol son extremadamente únicos. ―Serna volvió la mirada al astro mayor que coronaba el cielo. Victoria no sabía si era la estrella en torno a la cual giraba la Tierra o esa que mantenía con vida a Porren pero notó como la reina disfrutaba de su calor sobre la piel―. También puedo decirte que son los más poderosos. Tenemos una energía mucho más intensa a la que puede acceder cualquier otro, ninguno de tus amigos será jamás tan poderoso como lo es Carmín, por ejemplo. Mi madre es lo que te da la habilidad de manipular la energía como si pertenecieras a mi familia, pero esa habilidad es muy poco incluso para un rey. Nuestros poderes son caprichosos, tanto que incluso es posible perderlos por completo, mi hermano Prolico los perdió en mitad de la guerra y jamás los ha recuperado hasta ahora. ¿Sabes por qué?

» Sucede que solo un espíritu protector logra accionar suficientes emociones para que su poder funcione. Deben ser emociones muy puras ya que la más mínima señal de un sentimiento egoísta puede tirarlo todo abajo.

» La forma más simple de comprobar si tienes lo suficiente... ―Serna respiró profundo y dirigió una mirada curiosa al cielo. Victoria buscó eso que observaba y vio una nube gris que comenzaba a deslizarse velozmente hacia ellos. El viento se volvió más intenso por un segundo―. Se llama «terapia de shock». Acabo de inventarlo pero tengo fe en que podría resultar. ―A lo lejos se escuchó el estruendo de un trueno― Tu objetivo es mantenerte con vida y cuidar de él a toda costa. Si acaso guardas algún poder es casi seguro que sobrevivan. Y si no... Vick, querida, sabes que no podría importarme menos ser responsable de dos humanos menos en mi planeta, humanos que inicialmente no deberían estar aquí.

Victoria tenía demasiadas preguntas que hacer y cosas que decir pero antes que lo lograra un nuevo trueno retumbó en la pradera, una intensa luz cubrió el cielo y se observó con claridad como el rayo caía sobre el agua en la lejanía.

La tormenta había avanzado demasiado rápido. De un momento a otro su escampado cielo se había tornado gris, su briza marina se había transformado en un viento huracanado.

―Debemos refugiarnos ―sugirió la chica, notablemente nerviosa por lo que se avecinaba― Estar aquí es peligroso y lo será más cuando nos alcance la tormenta. Quizá haya algún sitio seguro por aquí, luego podremos pensar en esa «Terapia de shock» que usted dice.

Los labios de la reina del Sol formaron una ligera sonrisa que esta vez no tuvo ningún reparo en lucir terriblemente cruel.

―Este es el entrenamiento, Vicky. Es simple: Si un rayo cae sobre ti: pierdes.

―¿Qué...? ―la humana había escuchado cada palabra con claridad pero el miedo le impedía procesarlas― No. Usted no puede...

―Puedo. Puedo hacer lo que quiera. Deberías agradecer que me tomo el trabajo de entrenarte. Ahora, si me disculpas, te dejo para que te encargues tu sola del lío en el que te metiste.

La chica, desesperada, se vio obligada a observar como la reina desaparecía ante sus ojos, volviéndose parte de la neblina, un espejismo. Intentó detenerla, quiso correr hacia ella y sujetarla pero su figura resultó incorpórea entre sus manos.

Serna se esfumó y Victoria acabó sola, en un lugar que no estaba segura si era lugar, un tiempo que quizá no fuera tiempo y mientras se avecinaba una tormenta que seguro si era tormenta.

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