Capítulo 103: Lugar seguro

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Aquel día no mostraba particulares señales de ser próximo al fin del mundo. Precisamente, ¿cuáles deben ser esas señales?. ¿Una tormenta? ¿Las ciudades en total silencio? O, muy por el contrario, ¿un terrible revuelo?.

Como sea que puedas imaginar la escena, no había nada de eso ese día.

Un sol radiante colmaba el cielo a más no poder y llenaba aquel rincón de la Tierra con el calor propio de la estación. Era innegable que se aproximaba un gran y agradable verano.

El grupo entero había estado esperando aquel día. En su conjunto, lo habían preparado todo; habían juntado el dinero, moneda a moneda, organizado la salida y las actividades.

No era un gran viaje, a decir verdad, no se alejarían más de tres horas de su pequeña ciudad. Mas, era su viaje de fin de curso, su propio y personal viaje, por el que tanto habían trabajado.

Los recibió una zona de camping agreste y tupida de verde, con grandes espacios abiertos cubiertos de suave pasto. Victoria sintió la imperiosa y cálida necesidad de lanzarse rodando colina abajo sobre la hierba.

—Les enseñaré las cabañas —señaló la mujer que les había dado la bienvenida tan pronto bajaron del ómnibus que los había llevado allí—. Por aquí.

La clase entera le siguió, unidos en una pequeña y apegada muchedumbre. Un murmullo general de risas los cubría.

Lucía avanzaba distraída, a la vez que cubría su rostro de capas y capas de protector solar. Victoria, junto a ella, iba dando pequeños brincos a cada paso, mientras lo observaba absolutamente todo, queriendo guardar en sus recuerdos cada recoveco de aquel bello sitio.

—Quizá este viaje sea tu viaje —señaló en voz baja, dirigiéndose a Susan—.

Sin proponérselo, la princesa de Aqua pareció sobresaltada, lo que la dejó aún más en evidencia. De inmediato, apartó la mirada de aquello que había estado admirando desde la distancia, el suave reflejo del sol sobre el ardiente cabello de Clara, y se volvió a su amiga, fingiendo indiferencia.

—No sé de qué hablas, Vick —rio— Pero tratándose de ti pocas veces lo sé con certeza.

—Me refiero —explicó la humana con una sonrisa, haciendo brillar sus dulces ojos— a que las cabañas, la playa y el campamento de fin de curso son una excusa perfecta y muy romántica... para que te acerques más a ella.

La última frase fue un susurro muy leve, que hizo a Susan erizarse desde dentro. Una parte de ella estaba segura de que todo el asunto de Clara era su secreto oscuro, de que nadie sería siquiera capaz de esperar ese tipo de comportamiento de su agria personalidad. Pero claro: Nada se escapa a la ágil capacidad de shippeo de Victoria.

—Ella y Cindie no estarán tan apegadas estos días —continuó Lucía, siguiendo el razonamiento de su amiga— Solo hay que actuar en el momento preciso y tus encantos harán el resto.

—No, no, no —gruñó Susan, entre frustrada y divertida—. Tú eres el tercio cuerdo de este grupo, no la apoyes. Me niego a tener ningún tipo de conversación sobre mis encantos con ustedes.

Las tres rieron ante el comentario, incluso Susy, pese a cuanto le perturbaba todo en esa conversación.

No debieron avanzar demasiado antes de llegar por fin a las cabañas. No eran más que un grupo de casitas de madera, con unas pocas camas y un pequeño baño. Nada demasiado lujoso, mas, con una agradable particularidad: el camino de arena al que daba la puerta, llegaba, tras no más que algunos metros, a una vacía y tranquila playa de río.

Era de las principales razones por las que habían ido allí: la perspectiva de pasar algunos días jugando juntos en la playa.

Se dieron apenas tiempo a guardar sus cosas en las cabañas antes de correr a ver el agua y recostarse sobre la arena. Había un placer enorme en sentir el sol sobre la piel, su sol y su arena, sin maldiciones acechando ni magia oscura oculta en las profundidades.

La tierra era su lugar seguro, donde jamás aparecía un rey demente a pedirles que peleen con demonios.

Nada podía salir mal.

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