Capítulo 53: El mejor cuadro

98 9 0
                                    

La idea no hizo más que volverse menos alentadora conforme avanzaban.

Llevaban horas sobre un extraño barco de vela, enorme, lujoso y encantador pero, luego de un rato de viaje, también extremadamente aburrido. La visión del océano, interminable e infinito desde donde se mire, es natural que resulte perturbadora, pero lo mismo que atrae a la humanidad a mirar las estrellas debería atraerlos a los océanos: el desconcierto por lo desconocido.

En el horizonte, muy a lo lejos, primero vieron diminutos puntos, como islotes alargados hacia el cielo. Hacia allí tomó rumbo el barco, el cual era conducido por un hombre sombrío y callado que jamás abrió la boca para dar un solo dato sobre su destino.

El acercamiento fue lento. Descubrieron los detalles del sitio al que se dirigían muy de a poco. Al parecer, cuando lo distinguieron en el horizonte estaban aún muy lejos. Con el acercamiento esos puntos alargados fueron creciendo y se multiplicaron por millones.

Sobre la superficie del océano se extendía un gigantesco bosque de altísimas torres de roca que parecían terminar por encima de las nubes. La visión de ese sitio causaba la misma sensación que la del océano: Algo interminable e infinito.

Victoria estaba de pie, apoyada sobre uno de los lados del barco y ligeramente inclinada hacia adelante. Un viento frío le había obligado a prender su campera hasta el cuello y se dedicaba a revolver su cabello de un modo molesto, pues le caía sobre el rostro.

Mariano estaba su lado, en silencio. No había dicho gran cosa en el correr del día, su mejor amiga lo notaba en un constante estado de meditación y duda. Pensar no era algo extraño en él, pero sí lo era no hacer un solo comentario sobre su problema de la tarde.

—Hablaste con Nicko —dijo al final, apartando a Victoria de su observación del horizonte— Lucy me lo dijo e, incluso si no lo hubiera hecho, sé lo que pensaste mientras él hablaba con Marizan. También yo lo pensé.

—Si él sabe algo más no me lo dijo —reconoció la humana, y acomodó un mechón de cabello detrás de su oreja para poder volverse a su amigo sin que le molestara— Solo me pidió que tuviera cuidado, que pensara antes de decidir en quien confiar.

—Nunca has pensado que quizá él sea en quien no debes confiar. Me refiero... él ha aparecido "casualmente" en cada ocasión en la que has estado en peligro.

—En todas esas ocasiones no hizo más que ayudarme. Entiendo que luzca sospechoso, Nicko puede comportarse extraño algunas veces, no es muy hablador y no le gusta mucho la gente, pero es un buen chico. Créeme, sabes que si en algo soy buena es juzgando a las personas.

—Eso lo sé. Tu puedes ver el corazón de ese chico, mides sus intenciones. Pero una buena persona también puede hacer cosas malas por buenas razones, igual que una mala persona puede hacer cosas buenas por motivos egoístas. Nicko...

Interrumpiendo su futuro comentario, el barco se detuvo y, con un ligero sonido de clic, una escalera dorada se desplegó hasta el único sitio con tierra firme a la vista. Era una roca con forma ligeramente cónica, rodeada de agua y con un diámetro de unos siete u ocho metros.

La superficie daba la sensación de ser firme, pero no conducía a nada por lo que, pese a tener la escalera de oro indicando el fin del viaje, nadie se movió un solo paso en dirección a ella.

—¿Cuál es el plan con esto? —reclamó saber Carlos, elevando la voz más de lo que quizá era necesario— ¿Nos abandonarán en medio del océano?

—Este, majestades —explicó el extraño capitán del barco, su tono demostró el aburrimiento que reflejaban sus ojos—, es el reino Aer, el sitio al cual nuestra reina me indicó que los trajera. Hemos llegado.

IncontrolableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora