Capítulo 84: Milimétrico

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Lucía ya lo sabía. Su instinto y su intelecto se lo gritaban. Quizá el primero solía fallar, pero tenía plena fe en el segundo. Todo cuanto había investigado sobre el misterioso señor Dikalto se lo indicaba, estaba escondido en pequeños detalles de su descripción: Era honrado e idealista y tenía el gran sueño de llevar el conocimiento a todo Noctis.

Claro que había construido una biblioteca y no solo eso: la más grande que Porren vio jamás.

Lo que si falló por completo en la teoría de Lucía fue su arsenal de hipótesis sobre como el lugar pudo destruirse. ¿Por qué? Jamás se destruyó.

El interior de la biblioteca lucía tan intacto y magnífico como el primer día. Cientos de miles de laberínticas estanterías repletas de libros trazaban extraños pasajes por toda la sala principal. Era un espacio gigantesco, y redondo, coronado por una inmensa cúpula de cristal que alguna vez había permitido al sol iluminar cada rincón de la sala. Ahora, bajo tierra, no se veía más que oscuridad a través del sin fin de ventanales.

Quizá por eso todo el lugar parecía estar hundido en un ambiente lúgubre. Quizá por el intenso frío, húmedo y aplastante, el interminable silencio y la misteriosa duda de cuanto haría desde la última vez que alguien había pisado sus elegantes cerámicas.

El grupo avanzó muy junto, primero desconcertados, buscando probar que todo aquello no fuese más que una mala jugada de sus mentes, luego maravillados y, para terminar, asustados.

El inmenso laberinto de libreros parecía el lugar ideal para una emboscada. Cualquier tipo de criatura podría esconderse a pocos pasos sin ser descubierta.

—No volveré a dudar de tu palabra Lucí... —musitó Susan— Si me dices que hay una biblioteca invisible y desconocida en medio del bosque, pues la hay. Si dices que soy un elefante rosa, no lo dudaré un momento.

—Sabes que seguirás discutiendo todo lo que diga —respondió la chica, con una sonrisita cariñosa— Es tu naturaleza.

—Lo sé —Susan río también— Pero quizá lo considere con un poco más de cuidado.

—¿Ustedes sabían... que esto estaba aquí? —Nicko estaba estupefacto. No podía entender como era siquiera posible. La biblioteca parecía extenderse kilómetros, quizá incluso por debajo de su propia casa.— ¿Cómo puede ser... que nadie lo haya visto antes?

—No lo sabíamos —le explicó Victoria—. Era una teoría un poco loca y estábamos los suficientemente desesperadas para creer en la posibilidad. Supongo que ahora que estamos aquí... hay que buscar la forma de encontrar información sobre el símbolo.

—¿El símbolo? —repitió Nicko, confundido.

—Si. Es una larga historia... —Victoria llevó una mano descuidada a su bolsillo, donde llevaba un pequeño dibujo de la figura que debían investigar.

—Detente —Susan cogió la mano de su amiga en pleno viaje y le hizo guardar el dibujo de regreso en su sitio—. Hay un motivo por el que Marizan nos prohibió hacer esto. Ella en verdad cree que es peligroso y yo también. No lo tomes a la ligera. Investiguemos el lugar primero, veamos si está vacío, si es seguro...

La humana asintió, decidida y se volvió a Nicko en señal de disculpa. No quería esconderle información, mas no tenía idea de lo mucho que él sabía, todos los secretos que tenía.

Caminaron juntos a través de una larga fila de libreros, mas, la propia inmensidad de lugar los llevó a tomar la decisión de separarse. Tenían que cubrir el mayor terreno posible, asegurarse de que ninguna criatura de las profundidades de Noctis hubiera hecho su hogar entre los libros.

Nicko y Victoria terminaron juntos pese a la insistencia de las princesas de que se organizaran de otra manera. Él, con su capacidad de transformación, podría encargarse de casi cualquier cosa que pensara atacarlos y Victoria parecía alegre de tener su compañía.

Ambos grupos se alejaron lo suficiente para perderse de vista.

Estando solo con Vick, Nicko se dejó perder en el inmenso silencio que los envolvía. Parte de él aún se sentía blando cuando ella lo miraba a los ojos, parecía capaz de ver los más profundos secretos de su alma. Él sabía que no podía hacer lo mismo, sabía que todo lo que veía no era más que una cáscara.

—Nicko... —comenzó a decir Victoria, dudando— hace un tiempo me dijiste... que no debía investigar quién soy. Y sé que piensas que estoy ignorando tu consejo pero...

—Entiendo —respondió él sin más— Pasaron cosas desde entonces. Siguen pasando cosas. Pensé que si te escondías el tiempo suficiente el peligro acabaría por pasar, creo que es lo que Marizan piensa. Pero está equivocada: Todo está destinado a ponerse mucho peor. No puedes solo dejar que las cosas sigan su curso y creo que una forma de pelear contra todo esto es empezar por entenderlo.

La chica se detuvo en un instante. Se volvió a su acompañante, curiosa.

—Eres la única persona en Porren que es sincera conmigo —confesó ella—. Quizá Marizan solo quiere cuidarme, pero guarda tantos secretos como todo el resto. ¿Cuánto sabes, Nicko? Sé que hay más...

—No sé demasiado. Estoy tan ciego como tú. Solo tengo conjeturas, cosas que la reina me ha dicho, o que tú me has contado, cosas que te he visto hacer... ¿Recuerdas cuando te encontré en Nox, el circulo de acero derretido a tu alrededor... los restos de las Arias, esos animales que habían querido alimentarse de tu espíritu? Ese día aprendí que en ti vive algo inmenso e inestable. Peligroso. Y tengo la teoría... de que es lo mismo que causó la gran guerra. Lo que corrompió a... Amars —el nombre de la antigua princesa salió de sus labios apenas audible, fue un susurro que le llevó a un escalofrío— Temo que eso pueda apoderarse de ti si no hacemos algo... Sé que también te aterra la idea. Pero estoy convencido de que, sea lo que sea, podemos pelear contra eso.

No estaba diciendo nada especialmente nuevo. Victoria ya había "perdido el control", aunque no fuese precisamente como ella optaba describirlo, ya sabía que cosas malas pasaban a su al rededor a cada momento. Las palabras de Nicko le daban una esperanza, quizá algo vacía y sin fundamentos, pero un esperanza al final; Era justo lo que necesitaba.

—Pelearé contra lo que sea—. sentenció, con extrema fuerza— Nunca me he permitido creer en el destino y no lo haré ahora. No estoy maldita, ni enferma. Sé que si solo supiera contra lo que lucho podría cambiar las cosas.

El fohis no lo dudaba. Admiraba la enorme bravura del corazón de Victoria más que a ninguna otra cosa. Asintió, convencido, y se volvió a ella con una sonrisa tímida. Creyó sentir todo su cuerpo entibiar cuando ella le regresó el gesto.

Casi sin darse cuenta llegaron al final del largo pasillo de libreros. Se toparon por fin con una de las paredes del gran salón y la primer prueba de que el hombre al que Lucía había investigado realmente estaba relacionado con la biblioteca.

Un gran retrato de él reposaba, imperturbable, a pocos metros de ellos. Su mirada, intensa, parecía regañarles por irrumpir el silencio de su templo del saber. Ambos se petrificaron delante de la imagen, examinaron su peculiar rostro.

—Nicko... —musitó la humana— dime... ¿estás pensando lo mismo que yo?

—Pues... si te refieres a...

—Sus ojos —afirmaron a la vez.

En efecto. Esos extraños ojos que Victoria apenas había podido observar en el libro de Lucía se veían con enorme claridad en esa imagen. Tan azules e intensos que parecían irrepetibles, excepto por un detalle: ella ya los había visto antes.

Eran una copia milimétrica de los ojos de Nicko.  

IncontrolableWhere stories live. Discover now