Capítulo 20: Los miedos de su cabeza

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Las criaturas nunca podrían haber aparecido en su pesadilla pues su mente de niña no hubiera sido capaz de crear un monstruo tan horrible. La figura humanoide parecía hecha con trozos de un material negro y brillante, de aspecto rígido como el metal. Tenía largos brazos acabados en filosas garras, piernas de animal deformes y un rostro vacío y liso. Solo existía, en medio de su rostro, una boca larga y profunda, un agujero negro que no parecía conducir a ningún sitio.

Eran varios de ellos, al menos tres, pero ninguno se percató de que Victoria había escapado de su pesadilla pues estaban muy ocupados, alimentándose con la energía de sus amigos.

Ninguno de ellos reaccionaba, no parecían sentir dolor alguno. Mariano estaba en el suelo, se removía hacia los lados como si en su sueño intentaran atacarle. Cindie estaba hecha una pequeña bola en la tierra y se abrazaba a si misma con miedo. Susan estaba de rodillas y si bien no efectuaba movimiento alguno su rostro estaba perlado de sudor.

Estaban envueltos en los miedos de su cabeza, incapaces de percatarse que existían fuera cosas peores a las que temer.

Ellos serían el postre.

Los otros cuatro comenzaban a ser el almuerzo.

La energía vital era absorbida por las terribles bocas de los Franturnios. Gruesos aros de energía rodeaban a Carmín, no la tocaban pues el objetivo no era precisamente «Exprimir» sino «Arrancar».

Lucía mantenía los ojos cerrados pero chillaba en sueños, un monstruo la había sujetado por la campera con sus manos de aguja y se dedicaba, como ya dije, a arrancar la energía que la mantenía con vida.

La escena aterró a la humana. Nunca en su vida había sentido tanto miedo.

Ya la habían secuestrado, se había perdido en un bosque embrujado, y habían intentado matarla. En esas ocasiones ella se paralizó de terror, entró en pánico y llegó a pensar que moriría.

Por definición, nada puede ser peor que enfrentar a esas criaturas de pesadilla pero eso no le impidió ponerse en pie con velocidad. Esa no era como todas las ocasiones anteriores pues la vida en juego no era la suya, eran las de sus mejores amigos.

― ¡Oigan, ustedes!― exclamó para llamar su atención― ¡Criaturas del demonio! Su cárcel de terror no me afecta. No les tengo miedo. Vengan por mi.

Los Fanstrunios la ignoraron por completo y siguieron con lo suyo. A fin de cuentas Victoria era una humana; poco poder que comer, cero posibilidades de irrumpir su almuerzo.

En contraste con su cabello rojo la piel de Clara estaba pálida, de un tono blanco extraño... casi... muerto.

Juntando fuerzas Victoria cerró los puños de ambas manos y se lanzó a la carrera hacia el Fanstrunio más cercano. El plan era simple en su cabeza, haría como el monstruo de sus pesadilla y le empujaría al suelo para que liberara a Lucia de su poder.

El plan tenía alguna que otra falla en la realidad. La principal: Cuando estaba a medio camino el ente negativo viró la cabeza 180° para volverse a ella. De frente la mueca de su rostro era aun más aterradora. Esa boca grande tenía la irregular forma de una sonrisa y en los sitios donde debían ir los ojos no habían más que dos huecos vacíos.

«¿Tienes miedo ahora?» sonó en su cabeza. Se trataba de la voz del padre de la chica pero transformada para escucharse como un alto y aterrador trueno que hizo temblar el suelo a sus pies.

Victoria se detuvo en seco. Se paralizó ante ese rostro sin rostro.

«Intentará encerrarte de nuevo en una pesadilla, Vick― adelantó Jansea con una voz suave en su cabeza― Tu miedo es su poder. No te detengas, no le des esa ventaja».

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