Capítulo 83: Real

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—Creen que esto significa... —comenzó a decir Victoria.

—Que llegamos. —musitó Lucía, completando la frase— Es el lugar. Debe serlo...

—¿Pero cómo? —Susan removió las marcas en el suelo con su zapato, quizá esperando que desaparecieran, como tantas otras ilusiones— ¿Cómo es posible? ¿Por qué esos animales nos indicarían algo...?

—Espíritus poderosos mueven estos bosques —Explicó Nicko— Las criaturas les obedecen. Esta marca no es casualidad. Si algo la hizo para nosotros es porque quiere que encontremos lo que sea que se oculta aquí. No sé si es buena señal... pero solo tenemos una forma de averiguarlo: Comenzar a cavar.

Todas asintieron con decisión, mas, solo Lucía tomó la delantera. No debió hacer más que colocarse aun lado del círculo de ceniza y susurrar muy por lo bajo algo que casi nadie alcanzó a oír. Y digo casi, ya que de inmediato los árboles del bosque hicieron caso a su llamado. El suelo vibró cuando las raices por debajo de sus pies comenzaron a moverse, primero despacio y luego, con una brusquedad que casi hace caer a la propia Lucía.

La chica entrecerró los ojos, y pareció escuchar atentamente algo que solo ella captaba.

—Hay algo aquí —dijo con decisión— Algo grande, gigantesco... ¡Retrocedan! Intentaremos abrir un pasaje.

Ella misma retrocedió, guiando a sus compañeros varios metros más atrás. De inmediato, tras vibrar el suelo con aún más intensidad, una profunda grieta comenzó a formarse justo en donde las serpientes habían trazado el gran círculo. El suelo se partió por la mitad en una linea fina e irregular de poco menos de medio metro de ancho y dos de espesor.

Nadie se atrevió a acercarse a la grieta hasta que todo se hubo detenido y, cuando por fin lo hicieron, con el corazón palpitando exaltado de miedo y ansias... no vieron absolutamente nada.

La luz del sol apenas lograba zigzaguear entre las sombras para iluminar los primeros metros de profundidad. Más allá de eso solo había oscuridad... una oscuridad tan cerrada y fría que solo podía existir en un sitio que jamás había visto la luz.

—Bien —musitó Susan, pensativa— ¿ahora qué?

Un escalofrío recorrió a Nicko al acercarse a la grieta en el suelo. Le aterraba lo pequeño del hueco, lo interminable que parecía, mas, sabía que debía ser él quien diera el primer paso.

—Bajaré —respondió, luego de respirar profundo y juntar valor— Grito si encuentro algo, ¿Está bien?

A simple vista no parecía el mejor plan del mundo, pero Nicko lucía decidido y nadie discutió su decisión. Victoria no temió por él; ya había tenido ocasión de demostrarle que se las apañaba muy bien solo.

Usó sus habilidades metamórficas para transformar su cuerpo en un pequeño insecto y se lanzó volando al interior de la tierra. Al hallarse en la oscuridad, las chicas le vieron desprender una tenue luz verdosa, que iluminó apenas las paredes del hueco y comenzó descender lentamente. Su luz les permitió ver apenas unos metros más allá antes de perderse en las profundidades.

Pasaron varios minutos esperando una respuesta, alguna señal de que allí había algo más que oscuridad... Se miraron entre si con miedo. La ausencia de Nicko comenzaba a impacientarlas y ya comenzaban a considerar lanzarse al fondo cuando vieron su pequeña luz ascender desde las penumbras.

Él salió de la cueva y, al recobrar su forma normal, se dejó caer en el suelo de rodillas. Llevaba los ojos muy abiertos en un gesto de profunda estupefacción. Siquiera él mismo sabía si sentirse maravillado o aterrado, pero sabía que no existían palabras para describir lo que había visto.

—Hay... —comenzó y no pudo— Es... Tienen que bajar... Tienen que verlo...

—¿Qué? ¿Qué se supone... ?

Susan no terminó la frase y Nicko tampoco agregó palabras en respuesta. Se limitó a permanecer sentado en el suelo, y respirar profundamente para calmarse.

—Hagámoslo —sentenció la princesa de Aqua con decisión— ¿Qué tan difícil podrías ser?

Acto seguido, tras mirar apenas un segundo al fondo, la chica se lanzó de un salto al interior de la grieta. Sus dos amigas gritaron de miedo al unisono y el propio Nicko brincó de su sitio por el salto que dio su corazón.

—¡Estoy bien! —gritó la princesa y su voz apenas se escuchó, devorada por los ecos de la tierra.

—A veces odio a esa chica —musitó Lucía.

Pero Susan sabía perfectamente lo que estaba haciendo. Tras dejarse caer apenas un par de metros había formado entre sus manos sus dagas de hielo y las había incrustado en la tierra para detener la caída. El agujero era pequeño y estrecho, apenas tenía sitio para mover sus brazos lo suficiente para ir descendiendo por la pared. Sentía la tierra desmoronarse, sus dagas resbalar, las raíces pinchando su espalda. Su visión y su respiración se fueron dificultando de apoco más ella no se detuvo. Avanzó por la oscuridad, con sus pulmones llenos de polvo y el corazón vibrando en su pecho.

Avanzó.

Avanzó hasta estar en la más vacía oscuridad y sentir, de un momento a otro, que sus pies tocaban algo sólido y firme. Se percató recién entonces de que la grieta se había ampliado, que ya no encontraba sus límites a su espalda y sus lados.

No consiguió comprender nada del sitio en el que se encontraba hasta que apareció Nicko, volando con su pequeña luz. Y sus amigas, descendiendo con dificultad la grieta. A Lucía le habían ayudado las raíces, dándole de qué sujetarse, mientras Victoria se las había apañado con lo que tenía, usando dos ramas para detener su caída.

Pese a la pequeña luz, les fue imposible no maravillarse con la escena ante sus ojos.

Allí, justo en el centro de una estrecha cúpula de piedra se hallaba eso que habían estado buscando. Era una puerta de mármol gris, tan grande como dos de ellas. Una pieza magnífica, tallada con figuras animales y coronada por una elegante punta.

Era realmente bella e igual lo hubiera sido todo el edificio al que pertenecía, si no se hallara totalmente bajo tierra. En efecto, esa puerta no era lo único que quedaba de la construcción, sino que el lugar al que daba permanecía escondido o, así era, hasta que, de la nada, la puerta se abrió.

Produjo un sonido agudo, rasposo, como si llevara siglos sin abrirse. Ante ellos se mostró su inmenso interior y todo cobró vida. La luz de cientos de miles de antorchas segaron sus ojos que ya se habían acostumbrado al esfuerzo de la oscuridad.

—Lo sabía —susurró Lucía y, por varios minutos, su voz fue todo lo que interrumpió el eterno silencio— sabía que era real. 

IncontrolableWhere stories live. Discover now