Capítulo 68: Secreto

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A los reyes las alertas se les activaron de inmediato. Sin importar qué estuvieran haciendo, todos se detuvieron, estáticos en sus sitios.

Lo habían sentido, claro como el agua.

Marizan se puso en pie de un brinco, apartándose de su escritorio y derribando su silla en el proceso.

Fue intenso pero rápido, menos incluso que un instante. Una perturbación en la energía vital de Porren. Todo se detuvo de inmediato.

—No —pronunció la reina de Noctis, desesperada— No. No.

Debió apoyarse sobre su escritorio para mantenerse en pie, no le importó que varios papeles importantes fueran a parar al suelo. Sentía sus piernas temblar, de rabia y miedo.

—Esto no puede estar pasando —dijo para sí misma— No. No aún. No tan pronto.

Pero pasaba. Sin lugar a dudas, estaba pasando.

Ella lo entendía mejor que cualquiera de los reyes y tenía una prueba irrefutable.

Uno de los papeles caídos, uno al que siquiera recordaba haber movido en su arranque de desesperación, destellaba y temblaba con fuerza.

Allí estaba, brillando como el sol, el dibujo que Victoria había hecho, ese que representaba le símbolo que el espíritu le había enseñado en Aer. Ese maldito símbolo, con su maldita historia de sangre y destrucción.

Todo aquello escapaba de su control. Debió saber que así sería. Era demasiado. Demasiado. Ella solo era una niña. Nunca debió guardar el secreto. Debió escuchar a sus superiores. Debió hacer las cosas de la manera correcta, la manera de los reyes...

Al final, pese a que procuraba sostenerse con el escritorio, sus piernas terminaron de fallar. Cayó de rodillas y no pudo más que cubrirse los ojos con las manos.

Lloró solo unas pocas las lágrimas antes de recibir el llamado de la reina del Sol. Fue una pérdida de control rápida y necesaria. La utilizó recobrar la cordura y al hablar con la reina su tono fue fuerte y decidido. No podía ser la responsable de una nueva guerra, haría lo que tenía que hacer. Sin importar cuanto doliera.

Avanzó casi arrastrándose hacia el dibujo que brillaba en el suelo y lo enrolló con cuidado, luchando contra la energía negativa que contenía. Lo guardó en un tuvo protector, con inscripciones mágicas sobre su superficie perlada, tapó el pequeño compartimiento y lo selló lo mejor que pudo con varios hechizos.

-Vamos -se dijo a sí misma- Vamos. Hazlo.

Delatar a Victoria era condenarla, condenarla para siempre, quizá a un destino peor que la muerte, o a la muerte. Y ella era una niña. O un demonio. Era ambas cosas. Podría destruir Porren en un suspiro...

Marizan no pudo hacerlo. Antes de partir rumbo al reino del Sol ocultó tan bien como le fue posible aquel símbolo, respiró profundo y se preparó para lo peor. 

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