Capítulo 31: Bombillos

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El antídoto había necesitado dos días terriblemente largos para estar listo. Durante ese tiempo los príncipes se habían visto obligados a seguir como si nada sus vidas en la Tierra. Mentir cuando un profesor les preguntaba por Lucía en el colegio y esperar el llamado del rey de Vitae.

Victoria y Susan no tenían tendencia a verse así. El colegio entero se extrañó al verlas sentadas en el suelo del pasillo, tan ensimismadas en sus ideas que siquiera se dirigían la mirada mutuamente.

―¿Crees que esté bien?― Victoria ya había hecho esa pregunta tantas veces que su amiga comenzaba a perder los estribos.― Los reyes creen que Prolico no le hará daño... pero...

Desde el momento en que Lucía había desaparecido, la princesa de Aqua no había llorado ni una vez. ¿De qué serviría hacerlo? ¿De qué serviría torturarse pensando si no podía hacer nada? Susan no quería que la desesperación la cegara y por evitar esto se cegó más que nadie.

Victoria no alcanzó a terminar de hablar antes de que su amiga se pusiera en pie y se alejara sin pronunciar palabra. En casi cualquier ocasión ella hubiera ido detrás pero conocía a Susan, sabía que necesitaba estar sola.

Le dejó marchar y le vio desaparecer en la corriente humana que avanzaban por el pasillo. La chica no solía pasar mucho tiempo sola pero tampoco era un estado que le resultara desagradable. Le gustaba pensar, ordenar las ideas en su cabeza incluso cuando éstas no eran exactamente buenas.

Inevitablemente las ideas aparecieron. Recordó la imagen que vio reflejada en las puertas de cristal del castillo de Vitae. La última vez que había visto a Lucía ella se desplomaba al vacío. Al revivir el momento en que intentó sujetarla ardieron con fuerza las heridas que le había producido el cristal al romperse.

―Vick ―la voz se escuchó distante pero clara, la chica se volvió al sitio del que provenía y descubrió el rostro de Mariano. Sus ojos sabían que sucedía, sabían que él era su mejor amigo, pero su cabeza solo pensaba en los cristales rotos.

La mano de Mariano se movió y Victoria la siguió con la mirada hasta alcanzar aquello que señalaba. En el techo sobre ellos, había una lámpara encendida que se proyectaba sobre las paredes del pasillo. Su luz estaba inquieta, se movía como si el viento la hubiese empujado y se apagaba con violencia a intervalos arrítmicos.

Los estudiantes observaban con sospecha el bombillo al pasar por debajo de él, pero adjudicaban su luz intermitente a un fallo eléctrico. Solo el príncipe de Aer sabía lo que en verdad sucedía, cosa que confirmó al momento en que Victoria analizó la extraña luz del bombillo: de pronto su luz volvió a la normalidad.

―¿Lo has hecho tu?― cuestionó él, al tiempo en que ocupaba un lugar a su lado en el suelo― ¿Intencionalmente?

―No. Yo...― la humana removió a ambos lados la cabeza antes de volverse a su mejor amigo― En algún punto dejé de entender qué hago y qué no. Me ha pasado mucho eso de cerrar los ojos y descubrir que de alguna manera... hice llover sobre el bosque húmedo, vi el pasado de la luz o desaparecí un ente negativo. No sé lo que hago y... comienza a asustarme. Ayer en la noche... estalló la luz de mi habitación y creo que quizá fue mi culpa. Alguien pudo salir herido. ¿Crees que soy... peligrosa?

―Tu misma lo dijiste: liberaste ese bosque de un hechizo que habría acabado por destruirlo, nos salvaste de ser devorados por los fransturnios. ¿Te parece un peligro? Vick, creo que tu poder está muy relacionado con las cosas que piensas. Desde que desapareció Lucy has estado muy preocupada y eso es lo que hace que estallen lámparas. No es malo, solo es un reflejo de lo que sientes.

―¿Y qué si un día siento rabia? Si alguien hace daño a Lucy o... a cualquiera de ustedes y me enfado tanto como Susan, ¿qué sucederá entonces?

IncontrolableWhere stories live. Discover now