Capítulo 43: Peligro latente

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La primera ocasión en que Victoria y la reina Serna intercambiaron miradas estuvo cargada de desprecio por parte de la gobernante. ¿Por qué? Quizá entonces no fue un odio muy fundamentado. La niña era humana, una de las escorias del universo, y su madre la presentaba como alguien a la altura de una reina. Entonces Serna se había dejado llevar por su desprecio sin pararse a meditar en porqué lo sentía.

Sucede que un ser protector pocas veces odia y,  si así pasa,  es porque la energía de la otra persona tiene algo que repele la suya.

Serna inspiró profundamente. El oxígeno alimentó su poder. El poder del bien.

Llevaba horas sentada en el suelo de esa pequeña habitación. El sol daba de lleno sobre ella a través del cristal. Meditar nunca había sido el mayor de sus fuertes, pero en general sacaba grandes conclusiones cuando lo hacía.

Apretó ligeramente los ojos. Aros y formas de brillante luz rodeaban su cuerpo, oscilaban despacio, acompasados por el ritmo de su respiración. Todo destellaba, como si cientos de espejos a su alrededor intercambiaran haces de luz entre ellos.

Aún llevaba ese rayo grabado en sus pupilas. Lo veía cada vez que cerraba los ojos, y cuando los abría revivía el dolor que le causó. La destrucción de sus ilusiones en la habitación de espejos de Noctis le había dejado en cama y vacía de energía durante días. Victoria había absorbido gran parte de su poder en ese hechizo, pudo incluso matarle si ella no hubiera actuado rápido.

El movimiento de la luz aumentó ligeramente, junto con el corazón de la reina, junto con su rabia. Los aros de energía se solidificaron como el hielo, llenándose de espinas y puntas filosas que salieron disparadas hacia las paredes de la habitación.

Serna bufó y, tras deshacer todos sus hechizos, se puso en pie. Meditar no la tranquilizaba. Primero debía tranquilizarse para poder meditar. Y llevaba días sin lograrlo.
Tan pronto se había sentido bien había organizado una reunión con los reyes. Habían discutido sobre el hechizo que su hermano planeaba. Se habían echado mutuamente la culpa por el terrible fallo de los príncipes en su misión.

«Fueron débiles —había declarado la reina de Ignis, con frialdad— Pudieron detenerle en ese mismo instante pero escogieron salvar a la princesa de Vitae».

Siquiera el rey Tray pudo refutar eso. Amaba a su hija y, muy dentro de sí, estaba orgulloso de los príncipes por salvarla, pero no podía decirlo en voz alta. Los principios de la realeza se lo prohibían. Si eres rey de Porren, siempre y por sobre todo está tu gente.

La reina de Aer había asegurado durante toda la reunión que ese no era el fin. Tenían que seguir con el plan inicial. Salvaguardar los reinos y cuidar de los objetos que Prolico necesitaba para su hechizo.

Amars merecía la preocupación que los reyes mostraban. Serna la había conocido mejor que nadie y entendía porqué el miedo. Entendía porqué le habían restado importancia al poder inmenso que Victoria había demostrado poseer.

«Un ser humano con tanta energía —había explicado ella en la reunión— puede explotar en cualquier momento».

Los reyes coincidían, pero preocuparse por una niña cuando había tantos problemas que atender parecía poco productivo,  más aún cuando esa niña usaba su poder para ayudar sin jamás mostrar señales de no saber controlarse.

Serna sabía que se equivocaban. Victoria merecía preocupación. Era un peligro latente, una bomba atómica en su conteo, a poco tiempo de alcanzar el cero. Lo sentía cada vez que se acercaba, sentía como el aire que respiraba se tornaba ligeramente más amargo.

El día en que esa niña perdiera el control, cuando no dominara su miedo o se dejara llevar por su rabia, Serna demostraría que tenía razón. Demostraría que su madre se había equivocado, como tantas otras veces durante la guerra, había confiado de más y se había comportado de forma blanda y poco inteligente.

Demostraría que podía gobernar mil veces mejor que Jansea. La reina de gran corazón y poder, pero incapaz de pelear y hacerse valer. 

IncontrolableWhere stories live. Discover now