Capítulo 57: La vi morir

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Solo Victoria se plantearía la idea de seguir a un espíritu extraño en un parque donde nada era lo que aparentaba. Siquiera ella supo explicar a su amigo la razón, sentía la necesidad instintiva de ir tras ella, algo en la mirada de ojos negros de aquella mujer le hablaba, murmuraba dentro de su cabeza ruegos y súplicas. Necesitaba ayuda.

La mente razonable y lógica del equipo, veía todo lo malo que podía suceder pero, si bien lo intentó no logró detener a su amiga. Cuando quería y se centraba en un objetivo era imposible pararle.

Ella quería seguir a ese fantasma y lo hizo. Mariano no tuvo más opción que correr detrás.

Victoria avanzó despacio, guardando respeto al espacio de la blanca aparición. No dijo una sola palabra, supuso que no era necesario. El fantasma le estaba guiando a un sitio y la chica estaba convencida de que sería capaz de entender el mensaje cuando llegaran al destino.

El príncipe de Aer se mantuvo cerca de su amiga, le permitió ser quien guiara la caminata. Su corazón retumbaba con violencia, tanto que Victoria llegaba a percibir sus latidos en la mano que mantenían unida.

Él estaba alerta, ella expectante.

Se alejaron de la fuente del ángel, internándose más en los recovecos del parque. Mariano había intentado mantener en su cabeza un mapa que les ayudara a regresar, pero el miedo lo había borrado por completo.

El punto en el que el espectro se detuvo no tenía diferencia alguna con el resto del parque, más allá del hecho de hallarse al pie de un gran árbol con abultadas raíces que formaban un gran nudo en su tronco.

La mujer, de espalda a los chicos, se mantuvo estática en el aire al encontrarse sobre las raíces. Ambos contuvieron en aliento al ver que comenzaba a voltearse hacia ellos. Fue un giro lento que desestabilizó a la figura, volviéndole tan poco sólida como un holograma con estática o un espejismo llevado por el viento. Al volver a ser sólida, algo en su rostro había cambiado. Sus ojos permanecían negros y hundidos como los de un cadáver pero ahora una sonrisa retorcida curvaba sus labios y era tan amplia que daba la impresión de haberle partido el rostro o dislocado la mandíbula.

Sus manos temblaban como si hubiese perdido total control sobre ellas, y, en un segundo, sus piernas se quebraron en extraños ángulos.

Mariano sintió el peligro latente y se afirmó más en la mano de su amiga, dispuesto a correr por sus vidas. La macabra figura les miró como si estuviese a instantes de lanzarse sobre ellos pero, cuando estaban a momentos de huir, cayó de rodillas al suelo, producto de sus piernas delgadas y temblorosas.

La totalidad de su cuerpo parecía desecho, como si no debiese estar vivo, pero aún quedaba algo de consciencia en su ser, pues se aseguró de proteger a su futuro bebé al caer de lado.

Llevó sus manos temblorosas a su abdomen y, a la vez que lanzaba un grito desgarrador, contrajo todo su cuerpo en una posición extraña. Eran alaridos de puro dolor, que se clavaron en la cabeza de Victoria como puñaladas.

—Es el bebé —lanzó de repente, sin saber exactamente cómo lo sabía—. ¡El Bebé la está matando!

Ella pretendió correr hacia la extraña mujer, brindarle su ayuda de alguna manera, pero no alcanzó a dar más de dos zancadas antes de que un ruido apabullante llenara su cabeza. Cerró los ojos, ciega por esos punzantes y agudos sonidos, y se sintió caer sobre la tierra.

Llevó las manos a sus oídos y lanzó un grito agudo, su respiración se agitó en exceso y cuanto más se esforzaba en entender qué era eso que escuchaba más intenso se volvía el dolor en el interior de su cráneo.

Eran voces, palabras y recortes, sonidos incongruentes colocados unos sobre otros hasta volverse inentendibles. Era la voz de un niño. Un niño que hablaba y contestaba sus propias preguntas. Formulaba ideas de sangre y muerte, gritando, llorando y suplicando.

«No... no es su culpa»

«¡Ella causó esto! Ella...»

Todo se detuvo de golpe, el sonido se volvió un silencio profundo, llevándose consigo todo recuerdo del dolor que había provocado.

Victoria abrió los ojos despacio solo para ver el cuerpo de la mujer desplomado en el suelo sobre las raíces del gran árbol. Estaba muerta y no quedaba rastro alguno del bebé que debió morir junto con ella.

Mariano apoyó una mano sobre el hombro de su mejor amiga.

—¿Qué viste? —cuestionó despacio y muy serio—.

Antes de contestar, la humana vio desaparecer el cuerpo de la fantasma, el cual se esfumó como si de niebla se tratase.

—¿No has visto nada? —musitó ella, en un hilo de voz— ¿Nada de eso...?

—La vi de pie sobre las raíces, nos miró y desapareció. ¿Tú...?

—La vi morir. La vi... morir.

—Gritaste... que el bebé la estaba matando y luego... ¿Qué más escuchaste?

—El niño de alguna manera habló en el interior de mi cabeza. Estaba consumiendo a su madre desde dentro y se sentía culpable pero al mismo tiempo... una parte de él quería matarla. Creo que ambos murieron juntos, ambos enlazaron su espíritu a este lugar. Marizan dijo que Vinia fue corrompida por el dolor y que por eso su alma se ató a este sitio, yo creo que hay algo más. Ese niño era un espíritu poderoso. No quería morir.

—No lo entiendo. ¿Cómo un bebé pudo hacer tanto daño... antes de nacer?

—Sabemos que existen personas que nacen malditas, con demasiado poder y muy poca capacidad para controlarlo. En Amars la maldición encendió al cumplir los dieciocho años... quizá en él se adelantó un poco.

—Déjame ver si entiendo. Sugieres que en este parque no hay un espíritu, sino dos: Una madre destrozada y su hijo maldito de nacimiento. Esto se pone mejor cada vez.

—Eso no es todo. Uno de los dos me mostró el momento de la muerte, susurró cosas dentro de mi cabeza. Está intentando mandar un mensaje. Y algo me dice... que no se detendrá hasta que lo captemos.

IncontrolableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora