Capítulo 7: Grito

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Mariano, al pasar junto al lugar de los hechos sintió algo similar a un frío en lo profundo del ser, algo nacido en el centro del pecho que se extendía hasta la punta de cada dedo. Imagina ahora lo que pudo sentir Victoria al entrar en contacto de primera mano con la magia negra. Si lo imaginas frío siento decirte que te equivocas, pues fue caliente. Un calor intenso al que sintió como si su cuerpo se deshiciera en diminutas cenizas. Luego si vino el frío, el frío de un viento que cargó esas cenizas hasta muy lejos. Cenizas que se rearmaron en un viento traído desde otra zona pues era cálido al tacto.

Lo primero que concluyó al abrir los ojos fue que no estaba en el castillo de Noctis. No quedaban rastros del pasillo reptante y cubierto de antiguos cuadros, sino que a su alrededor se alzaba una nueva construcción de paredes de ladrillo al descubierto sin ventanas. Se trataba de una pequeña casa, con una estufa a leña encendida y una mesa con un jarrón con flores sobre ellas. Pudo ser un sitio agradable si el aire no se sitiera húmero y pegajoso, con un ligero aroma a aserrín cubierto por el olor dulce de las flores.

La segunda conclusión fue mucho más preocupante que el aroma a flores. Victoria supo que no estaba sola.

El hombre se mantuvo siempre a una distancia cuidadosa pero giró en torno a la chica observándola sin el mismo cuidado. Las manos de Victoria temblaban junto a su cuerpo a causa del miedo por lo que las sujetó juntas antes de alzar la mirada al hombre. Ambos se investigaron mutuamente.

Él vestía un traje negro con una corbata color amarillo pálido, al moverse llevaba un paso elegante que pudo ser propio de un rey humano en una antigua época. Sus ojos color verde intenso destellaron al tener a la chica delante y eran lo único en el semblante del hombre que no trasmitía verdadera maldad.

Victoria tenía los nervios tan tensos que se sobresaltó en cuanto él chasqueó los dedos. Por la cabeza de la chica pasaron en un flash decenas de ideas. Cuando un cuadro cerca de la chimenea comenzó a levitar como si dos grandes manos lo sostuvieran ella imaginó que intentaría golpearla con él o haría alguna cosa mágica con la que la lastimaría.

Lo que sucedió fue que el cuadro se elevó hasta colocarse cuidadosamente en la pared sobre la estufa, donde permaneció. La pintura mostraba el rostro de una chica con unos ojos tan azules que Victoria no pudo apartar la mirada.

-Es hermosa- musitó muy bajo el hombre, su voz resultó dulce, embobada, como si no acábese de despertar de un buen sueño- ¿No es así? Jamás conocí a una chica más hermosa que ella.

Vick no podía negar que era hermosa, facciones perfectas y sonrisa brillante. El tipo de chica de la que cualquiera se enamoraría. La chica del cuadro tenía un enamorado. Un chico junto a ella que sujetaba su cintura por detrás y sonreía apoyado sobre su hombro. Victoria necesitó algunos minutos pero reconoció su rostro. Se tratada del mismo hombre junto a ella pero mucho más joven y con una sonrisa en los labios.

Tensa y confundida Victoria no supo que decir.

-No tienes porque sentir miedo. Jamás lastimaría a mi propia sobrina.

-¿Su... sobrina?

-Oscila sobre tu cuello el poder de mi familia. ¿Sabes quién soy, princesa?

-Usted es... Prolico, el hermano de la reina Serna. El chico que estaba enamorado de...

-Su nombre era Amars. ¿Cuánto has escuchado ya sobre ella? Seguro mi maldita hermana te ha contado la historia, adora difamar su memoria. La considera un mal recuerdo. Carmín, querida, observa su rostro en ese cuadro... esa es mi Amars. ¿Es como la imaginabas? ¿Así es en tu cabeza una asesina?

-Me dijeron que ella... al cumplir los 18 años entró en contacto con energías oscuras y eso le hizo... enloquecer por el poder o... algo así.

-¡¿Enloquecer?!- ante ese grito furioso Victoria se arrepintió de hablar, agachó la cabeza y comenzó a considerar que debía tener cuidado con sus palabras- ¡¿Dijo que ella enloqueció?! Maldita sea ella y todos los ingenuos que la siguen. Lamento... las palabras, princesa pero... Todo lo que mi hermana pudo decir sobre Amars puedo asegurarte que es una mentira. Ella se cegó a si misma y jamás permitió a Amars explicar su versión de lo que pasó esa noche. ¡La mandó a casar como si fuese una criminal peligrosa! Viva o muerta, así fue la orden. ¿Qué esperabas que ella hiciera? ¿No defenderse de los ataques? Solo yo la vi llorar cuando nadie quiso escucharla. Oh... Carmín, tu eres la siguiente en la línea y sé que aun no entiendes nada sobre todo esto pero... solo te estoy pidiendo que me escuches.

«Carmín...» Victoria removió ese nombre dentro de su cabeza varias veces. No se trataba de la primera vez que lo escuchaba. Carmín es la desaparecida princesa legítima del reino Sol, hija de Serna y sobrina de Prolico.

-Yo...- comenzó la chica, su labio inferior temblaba de miedo, impidiéndole pensar sus palabras con claridad- Yo... no soy...

-¿Qué dices, querida?

-No soy Carmín. Mi nombre es Victoria, soy humana. Lamento no poder ayudar pero...

-Llevas al cuello la gema protectora de mi madre. Claro que eres...

-Lo siento, señor... No soy la princesa, la gema me la obsequiaron. Si me deja volver al castillo puedo... hablar con Serna... ustedes pueden... comer juntos un día y... arreglar sus asuntos.

Tomándola por sorpresa Prolico lanzó una mano a ella. Fue un golpe duro que la empujó varios metros atrás, hasta que se golpeó con fuerza con la pared a su espalda. El hombre pareció moverse tan rápido como la luz y apareció a su lado. Mantuvo su cuerpo firmemente sujeto a la pared, mientras llevaba una mano junto al escote de su vestido y sujetaba con un puño cerrado el medallón de su cuello.

Victoria sintió parte de su propia energía desaparecer cuando el hombre tomo contacto con la gema. Se sintió presionada por fuerzas invisibles a la pared, lazos inexistentes le apretaban y dificultaban respirar.

Luego vino el dolor. La misma ardiente energía que la llevó a aquel lugar endemoniado comenzó a manar de la mano de Prolico que sostenía la gema. Este poder, la magia negra, quemó el pecho de la chica como si fuese fuego, se sintió por un instante muy lejos, en un mundo donde solo existía ese dolor. Todo lo bueno que vivía dentro de la gema color oro fue absorbido por lo malo.

-Madre, querida- murmuró el hombre a la piedra, llevando un frío tono de burla- ¿Qué ha pasado contigo todos estos años? Te has vuelto débil.

A ella le hubiera justado contestar. El alma que vivía en la gema en cualquier otro tiempo hubiera podido resistirse a ser poseída de esa manera, pero esa noche había gastado ya toda su energía y se hallaba más débil que nunca. Se ahogaba a pesar de no tener un cuerpo capaz de respirar.

Todo lo que pudo hacer en un último sorbo de aire fue suplicar en la mente de Victoria.

«Sabes que hacer, Vick. Sé que es muy pronto y aun no sabes quien eres. Pero te necesito...»

Victoria escuchó esa voz mientras se hallaba en su mundo de dolor, le costó discriminar los sonidos e incluso luego de hacerlo no acaba de entender el mensaje. Ella era solo una chica. Esa mañana desconocía la existencia del mundo de Porren, de la magia y de todo lo que ella significaba. ¿Cómo esperaba que supiera qué hacer? ¿Qué podría hacer ella para salvar la vida inmortal de la mujer más poderosa que jamás pisó Porren?

Nada.

No podía hacer nada.

Y ese dolor que la absorbía acabó de absorberla, dejó de resistirse a él. El fuego en su garganta quemó y ella gritó. Un único y desgarrador grito de pura desesperación.

IncontrolableWhere stories live. Discover now