Capítulo 62: Sólo una niña

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La reina del reino Sol, en pie, erguida como un edificio de cemento y acero, intimidaría a cualquiera, incluso a su propia hija. El instinto que nacía en todos de alejarse de Serna como si fuese una amenaza también nació en ella. Carmín intentó retroceder, casi arrastrándose en el suelo. Descontrolados arranques de poder nacieron en ella, sus ojos chisporrotearon de oro y marrón, las luces de la habitación encendieron y apagaron con violencia.

Como serpientes avanzando por el suelo blanco de la sala del castillo, los lazos color oro de Serna llegaron hasta su hija, contuvieron sus manos, anularon su poder y la dejaron indefensa. Recién entonces los ojos de Carmín, su cuerpo y su postura, se mostraron sin la grandeza de la realeza. Pasó a verse pequeña, delgada y frágil, poco más que una chica humana, no demasiado alta y en esas condiciones, ya no tan bonita.

Marizan se apresuró a ponerse en pie, parecía en pánico, pero tuvo la voluntad suficiente de coger a la reina del Sol por un brazo. A Serna no le agradó nada verse retenida y, cuando se volvió a la joven reina, sus ojos lucieron tan amenazantes que casi lograron cerrar su boca por completo.

—¿Qué hará con ella, su majestad? —se atrevió a decir al final, una voz nada fuerte y orgullosa, nada digna de la realeza—.

—Primero... Lo principal. Lo importante. —Serna se volvió al miembro del equipo de príncipes que menos había tardado en incorporarse luego de la caída: Cindie—. Mi hermano. El cristal de ilusión. ¿Qué sucedió?

—Sucedió rápido —declaró la princesa, con firmeza—. Había mucha niebla. No pude ver demasiado pero... si no me equivoco, Prolico huyó cuando vio que no podría con nosotros. Abandonó a Carmín. No pudimos detenerle.

—Eso significa que no recuperaron el cristal ¡Fallaron otra maldita vez! A este punto seguro ya fue por él, ya lo tiene en su poder. En tanto nosotros...

—Me tienes a mí, madre —pronunció Carmín, con un tono cruel y enfermo—. Estoy aquí, luego de tanto tiempo.

La reina pareció ignorar por completo el comentario. Alzó la barbilla, empequeñeciendo más a su hija, quien la miraba desde el suelo. Respiró profundo y dio media vuelta para salir de la habitación.

—Marizan —ordenó antes—, la quiero esposada y retenida. Convocaré a todos los reyes ya mismo. Carmín será enjuiciada por traición a la corona, conspiración, intento de asesinato y... quiero pensar que han sido solo intentos.

—Espere... su majestad —murmuró Marizan, bajo— Debe haber otra manera. No hay necesidad de... Es solo una niña...

—No es solo una niña ¡Algún día sería una reina!

—Es su hija...

—Lo sé. No me lo recuerdes. —Entonces sí, Serna salió de la habitación, golpeando la puerta con rabia a su espalda—.

Marizan tragó saliva y respiró profundo antes de decir palabra. Los ojos de todos estaban puestos en ella, esperaban su reacción.

—La palabra de la reina es ley —enunció al final, intentando sonar firme—. Haremos lo que dice. Así será siempre, mejor acostumbrarse. Prepárense para un juicio.

Nadie renegó cuando un par de esposas encantadas retuvieron a la princesa del Sol por orden de Marizan. No le detuvieron cuando sacó a la chica por la fuerza de la habitación, solo se hicieron a un lado y le permitieron pasar.

Ninguno tenía idea de qué sucedería, qué harían con Carmín. No tenía por qué ser algo malo y, aunque lo fuera, no estaba en su poder hacer nada, no era su responsabilidad. No estaban haciendo nada malo al dejar que las cosas siguieran su curso. Pero había algo en el observar sin interferir que les hizo creerse indiferentes, egoístas.

La reina de Noctis salió de la habitación, dejando a los chicos solos. Luego de todo, de separarse misteriosamente, de enfrentar al peligro y reencontrarse para pelear, resulta sorprendente que nadie estuviese dispuesto a decir palabra.  

IncontrolableWhere stories live. Discover now