Capítulo 104: Iba con la música

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Las llamas creaban una danza magnífica. Iban y venían, crepitaban con ritmo, acompañando el suave rasgueo de una guitarra. Una melodía leve y apenas discordante jugaba con ella, se completaba con aplausos.

Un chico de nombre Máximo tocaba la guitarra y, cerca de él, en torno a una hoguera gigantesca sobre la arena, Victoria cantaba con alegría. No se preocupaba particularmente por atinar a las notas, ni por nada, a decir verdad, ella iba con la música, siguiendo el ritmo tal como le daba a entender el palpitar de su corazón.

Mariano, al otro lado del fuego, acompañaba los aplausos a la vez que movía la cabeza a los lados siguiendo el ritmo.

Era una balada algo lenta, popular en su país al punto que no había una sola persona en la ronda que no la conociera a detalle. Casi toda la clase se había reunido allí, en torno al fuego. La primera noche de su viaje de fin de curso había caído lentamente, trayendo consigo una brisa fresca, que se combatía fácilmente con el calor de la hoguera.

—Es muy hermoso, ¿no crees? —la voz de Clara fue un susurro bajo, que pretendía no interrumpir el ir y venir de la canción que los envolvía.

Susy no pudo evitar sonreír por el comentario. Claro que era hermoso. El fuego era poderoso, lleno de color y fuerza, a la vez que era extremadamente cálido y acogedor. El fuego era el vivo ejemplo de todo lo que tanto le atraía de Clara.

Resultó bastante curioso que ella acudiera allí y se sentara tan tranquilamente junto a Susan, en general, siempre había sido al contrario.

—Tienes razón, Clarita —señaló la princesa de Aqua, apenas apartando la mirada del fuego para ver de reojo a Clara—. Brilla casi tanto como tus ojos.

El calor del fuego había llenado su corazón de una extraña calma, se sentía casi adormecida. Eso le llevó a lanzar aquel comentario al aire, como si no se tratase de nada importante. Había pensado infinidad de veces en como los ojos de Clara parecían rellenos de fuego cuando peleaba, pero jamás consideró la posibilidad de decirlo en voz alta. Ya imaginaba a sus amigas riéndose de ella, a Victoria emocionada porque sus encantos entrasen en acción.

Se sintió ridícula y apenada, pero, llegado aquel punto, le hubiera hecho más daño retractarse que solo permanecer en silencio.

Clara no pudo más que reír, bajo y con timidez, sin saber exactamente cómo reaccionar.

Hubo un silencio ligeramente tenso entre ellas, incómodo, pero irrumpido por una nueva canción. Cindie cogió la guitarra en otro punto de la ronda y comenzó a formar un rasgueo animado y conocido, que el grupo entero siguió con alegría.

—¿Todo ha estado bien entre ustedes? —cuestionó Susan, sin pensarlo demasiado. De nuevo, se sintió tonta, como si sus palabras estuvieran haciendo todo por incomodar a Clara y hacerle huir—. No es de mi incumbencia. Está bien si no quieres contarme... Solo que, luego de lo que pasó la última vez en Ignis...

Su frase quedó a medias. ¿Qué se supone que planeaba decir? ¿Qué se preocupaba por ella? ¿Qué temía que su amiga le lastimara, que rompiera su corazón?

—Cindie no es alguien con quien sea fácil lidiar —explicó Clara, en tono bajo—. Pero no es realmente mala. No ha cambiado demasiado. Pero me siento diferente con ella ahora. Me ayudaste a sentir... que tengo valor sin su compañía.

—¿Yo lo hice? —Susan rio, con una burla fingida, que pretendía restar seriedad a la conversación —. Por favor, Clarita, jamás me necesitaste para eso.

—Quizá no. Pero igual, gracias, ya sabes, por estar.

Eso era todo lo que Clara había pensado en decir al momento de acercarse. Luego de acabar su frase, deseó huir de inmediato para no afrontar las consecuencias. Claro, pensó en un segundo, como si a Susan pudiese interesarle en lo más mínimo su agradecimiento.

Al parecer, el sentirse ridículas a cada palabra era algo propio de ambas en aquella conversación. Clara, avergonzada, se dispuso a alejarse de inmediato pero se vio retenida por Susan, quien lanzó una mano rápida a la suya. No fue algo especialmente premeditado, sino más bien instintivo, casi brusco.

—Lo siento —musitó Susan, a la vez que le soltaba de inmediato—. No tienes que irte, si no quieres. Lamento si te hice sentir que tenías algo que agradecer. Somos amigas, Clara, nos conocemos desde siempre. Quiero verte bien.

La pelirroja volvió a ocupar un lugar junto a ella muy lentamente, algo indecisa. Sentía un calor inmenso subiendo por sus mejillas y fue aún peor cuando, por algún motivo, se atrevió a colocar una mano sobre la de Susan.

Era un gesto diminuto. Apenas juntaron los dedos, pero el contacto estaba ahí, marcando algún tipo de extraña unión. Siquiera era la primera vez que se tomaban de la mano. Ya lo habían hecho en otras ocasiones: ocultas en la oscuridad de la tierra, mientras caminaban bajo el suelo de Terra, al caer al vacío en Aer, cuando el suelo se quebró bajo sus pies.

Aquella era simplemente la primera ocasión en la que lo hacían así, descaradamente a la vista de todos, sin monstruos ni fantasmas persiguiéndolas. 

Su contacto se mantuvo silencioso y pequeño. Resultaba extraño. Susan odiaba sentirse pequeña, le asustaba sentirse sola con su silencio. Pero en aquella ocasión, había una tibieza particular en ser capaz de sentir el palpitar apurado de su corazón, una calma profunda que pocas veces había experimentado. Se sentía aterradora y tranquilamente vulnerable.  

IncontrolableWhere stories live. Discover now