Capítulo 97: Seguir avanzando

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El cabello de Cindie era largo y muy fino, escapaba entre los dedos de Marizan como suave seda mientras ella armaba delicadas trenzas.

Ambas estaban de pie delante de un gran espejo en un salón del palacio de Noctis. Por detrás, pululando con sus juguetones saltitos, estaba Victoria.

Cindie llevaba la mirada clavada en su propio reflejo de ojos destellantes, pero, Marizan era capaz de notar cómo, por el rabillo del ojo, mantenía a la humana vigilada. Su hermana menor no confiaba en Victoria aunque llevaban la vida entera de conocerse. ¿Cómo podía Marizan estar segura de que confiar era la opción correcta?

La realidad es que nada tenía certeza alguna.

Marizan acabó la larga trenza que había estado preparando y dirigió a Cindie una cariñosa sonrisa. Ella regresó el gesto, pero escondía una seriedad mucho más propia de una reina que de una niña.

—Tan solo es una cena —explicó la reina, al ver lo asustada que parecía Lucía algunos metros más atrás—. Los reyes me encargaron organizarla aquí en el palacio. Tenemos muchos asuntos importantes que atender y créanme que es un honor que les permitan participar. Son una parte importante de todo esto.

La reina tenía más temor del que sus palabras mostraban. Siquiera ella misma estaba acostumbrada a ser parte de las violentas disputas de los reyes. No podía imaginar como lo tomaría Lucia, con su cálida forma de ser, o Susan, que odiaba que le dieran órdenes, o Victoria..., con su ligera tendencia a explotar en energía oscura.

—¿Es necesario vestir ridículos? —cuestionó Carlos, a quien Marizan había hecho ponerse un elegante y ostentoso traje echo a mano.

—Indispensable —rió la reina—. Así es cómo debe vestir un príncipe. Pensé que ya se habían hecho a la idea. Debemos adaptarnos a las reglas de la realeza.

Quizá por ese tipo de frases Marizan era tan apegada al grupo: No hablaba de sí misma como si fuese una grandiosa reina. Era tan joven e inexperta como todos ellos.

Carlos apenas refunfuñó con la respuesta que obtuvo. Se limitó a arreglar sin cuidado los extraños volados de su traje y ver, de reojo, como Lucía reía de él; un gesto casi fraternal y tierno.

Marizan guió al grupo a través de los pasillos del palacio hasta un salón grande, en lo alto de una torre con techos de cristal. Una gran mesa de madera estaba colocada al centro y, en ella, tallado con una meticulosidad milimétrica, se desplegaba un gigantesco mapa de Porren. Todo, desde sus océanos hasta sus montañas se encontraba allí, eran visibles las claras divisiones de los reinos, así como la ubicación precisa de cada palacio.

Era una construcción maravillosa, que el grupo de príncipes apenas tuvo tiempo de observar antes de que los reyes aparecieran cruzando la puerta.

Estaban todos presentes allí, con sus ostentosos trajes y sus caras de pocos amigos.

Marizan hizo una leve reverencia, e indicó a los más jóvenes copiar el gesto en señal de respeto a sus mayores. Ellos le siguieron sin grandes ganas, pero dando a la situación la seriedad que ameritaba. Victoria más que nadie, era consciente de que los reyes tenían tendencia a lanzar rayos sobre quienes no les hacían felices.

Todos tomaron un lugar en torno a la gran mesa. Los reyes ocupando puntos precisos y designados, mientras los príncipes apenas ocupando los huecos entre ellos.

La reina Serna coronaba un extremo, mientras Marizan tomaba lugar en la punta opuesta, a varios metros de distancia.

—Supongo que todos sabemos por qué nos reunimos aquí —señaló la gran reina—. Considerando los hechos recientes. Nuestra inmensa cantidad de fracasos, decepciones, planes fallidos.

La mirada de Serna se movió al rededor de la mesa, pasando por casi todos en ella. Pero dio la sensación de que se detuvo ligeramente en la reina de Noctis al pronunciar la palabra "decepción".

—Teníamos una pequeña lista de misiones sencillas —continuó—. Búsquedas simples, para poner a resguardo objetos que necesitaban ser protegidos. Podemos hacer un recuento, ¿no es así, Amaya?

La reina de Aer asintió, decidida y se aproximó a la gran mesa. Ubicó con cuidado seis pequeñas esferas de distintos colores en puntos precisos del mapa, como fichas de una especie de juego, y de inmediato se dispuso a hablar.

—Comenzamos con La hierba Relco. Fue lo que empezó todo esto, lo que nos guió al libro con el hechizo correcto. Prolico la robó del bosque húmedo luego de hechizar su cielo, la tiene en su poder ahora; su primer ingrediente para regresar a Amars a la vida.

Amaya tomó una de las esferas que había colocado en una zona del mapa pintada de suave verde. La colocó en uno de los extremos de la mesa, fuera del mapa, como indicando una batalla perdida.

—Luego, enviamos a nuestros príncipes a buscar la llama azul de los dragones. Prolico la tiene en su poder ahora, le permitieron llegar a ella por tener la discutible prioridad de salvar a Lucía Nor.

De nuevo, la reina sacó otra esfera del mapa, esta vez una ubicada en la zona montañosa del reino de Ignis.

—Lo siguiente fue la joya del anillo del rey de la Guerra. Un viaje inútil a una tumba que ya había sido saqueada —otra esfera fuera—. Seguimos con el cristal de ilusión. También Prolico llegó a él al final y, pese a que lograron traer a Carmín, ella ya regresó con el enemigo.

Al final de la charla, Amaya tenía cuatro esferas fuera del mapa. Las tomó en su mano, para marcar el punto: Habían fallado en absolutamente todas sus misiones hasta el momento.

—Hemos alcanzado un punto en el que nuestra simple situación inicial se nos va de las manos —declaró Serna—. Prolico está decidido y no se detendrá. Tenemos que actuar ahora, con seriedad y sin juegos, sin dejar a un montón de niños encargarse de temas que no entienden.

—Las otras dos marcas —cuestionó Cindie, tomando las riendas de la discusión con más intensidad que su hermana mayor—, ¿qué son?

—La esfera de la luna que está oculta aquí en el palacio —respondió Marizan, señalando el punto en el mapa— y agua del núcleo blanco. Eso es todo lo que necesita para preparar su hechizo. Eso y alguien que lo lleve a cabo... un espíritu protector. Prolico lo tiene, tiene a Carmín. Pero todo parece indicar que su espíritu está demasiado contaminado por Nox para servir en el ritual que regresará a Amars. Es probable que necesite a alguien más.

—Un poderoso miembro de la realeza del Sol —explicó Serna—. O una niña humana sin nada que hacer aquí, que aún carga el poder de mi madre sobre su pecho.

Las miradas se volvieron a Victoria con descaro. Escudriñaron su rostro y su reacción, pero ninguno logró descifrar lo que se escondía en sus ojos.

—¿Eso qué significa? —pronunció, dudando— No ayudaré a Prolico con su hechizo. No veo por qué haría algo así...

—No. —Marizan fue la primera en hablar, era la única reina realmente segura de las palabras de la niña— Sabemos que no lo harás. Pero Prolico es un hombre brillante, podría encontrar la forma de usarte. Y dado que Serna es el único miembro vivo de la realeza del sol, eres el espíritu protector más poderoso y frágil a su merced. Eres su primera opción.

—Debemos cubrirla de salvaguardas —razonó Tray Nor—. Eliminar cualquier riesgo. No podemos esconder el núcleo blanco, pero si la esfera de la luna y a Vick.

—¿Ese es el plan? —gruñó el rey de Terra— ¿Escondernos? ¿Dejar al enemigo suelto? No. No. Tenemos que hacer valer nuestro poder. Destruir todo Nox si es necesario. Ese lugar solo engendra maldad. Oculta y resguarda a nuestros enemigos.

—Sugieres atentar contra el equilibro de nuestro hermoso Porren —habló Amaya—. Las energías oscuras deben circular para mantener la paz. Ese lugar es necesario. Nuestra única opción es esperar a que Prolico salga, estar preparados para capturarle apenas de un paso en falso.

Pese a las habituales discrepancias de los reyes, hubo una sensación de asentimiento generalizada. No habían alcanzado grandes soluciones, pero era lo que podían hacer con lo que tenían: Proteger lo que les quedaba, impedir a Prolico seguir avanzando. 

IncontrolableWhere stories live. Discover now