Capítulo 35: Pasado tormento

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La lluvia comenzó a caer repentinamente sobre Victoria tan pronto Jansea desapareció. Sentir el agua sobre su cuerpo, fría, le ayudó a comprobar que lo que estaba viviendo era real y por ende el peligro también lo era.

Un nuevo trueno resonó en el cielo.

Victoria lanzó un grito aterrado al ver la figura zigzagueante del primer rayo en el horizonte.

Su respiración estaba agitada, demasiado para permitirle pensar. Un nuevo rayo cayó del cielo, esta vez mucho más cerca, todo el cielo se iluminó.

―Vamos, Vick― musitó para si misma― Haz algo. Piensa.

A su alrededor no había nada hacia lo que valiera la pena correr. Ella no era una experta en tormentas, no sabía exactamente lo que debía hacer, pero si sabía que no hacer. Estar lejos de árboles alto y del agua... era toda su recomendación y tenía la sensación de que eso no la salvaría.

Giró sobre si misma varias veces. Simplemente no había nada, nada que pudiera salvarla.

Un nuevo rayo cayó y ella, como instinto se agachó sobre la tierra. Está vez no gritó sino que se limitó a respirar, intentó tranquilizarse.

Fue entonces cuando lo escuchó. Lejano pero terriblemente claro, escondido en la tormenta llegó a ella el sonido de un grito, un pedido suplicante de ayuda.

De inmediato agudizó el oído e intentó averiguar de donde provenía.

―La playa...

No era un buen lugar para estar en una tormenta eléctrica, posiblemente fuera él único lugar peor que la pradera donde se encontraba. Eso fue razón suficiente para correr en esa dirección, aquel era el lugar más peligroso posible, debía asegurarse de que la persona que gritaba estaba bien.

Corrió tan rápido como pudo, intentando no ser el punto más alto y capaz de atraer rayos del descampado. Sus nervios estaban a flor de piel, tenía miedo, muchísimo.

Un rayo cayó cerca, el cielo bajo sus pies tembló ligeramente, sintió con claridad la luz y la explosión a su espalda. Cuando sonó el trueno le fue inevitable lanzar otro grito.

El pedido de ayuda volvió a repetirse. Esta vez mucho más cerca, lo suficiente para que lograra reconocer a su emisor. La carrera de la Victoria aceleró mucho más, jamás había corrido tan rápido y se había sentido tan desesperada.

Conocer la versión actual del lugar donde se encontraba ayudaba pero no demasiado. Conocía ligeramente la forma como el arroyo se movía pero todo era demasiado diferente. En el presente no quedaba casi nada de la playa a la que ella llegó. Resultaba un lugar hermoso, que tendría la desdicha de transformarse con los años en un sucio canal alrededor del cual avanzaría la ciudad.

Al caer un rayo e iluminarse todo el cielo, Victoria creyó ver el futuro, vio el puente que algún día se construiría, las casas y la fabrica que ya en su tiempo estaba abandonada. Vio también una casita de madera vieja y podrida de la que quedaba muy poco en el futuro pero se vio intacta cuando regresó al pasado tormentoso.

Era un cubículo pequeño construido sobre la arena, parecía vacío pero había un antiguo bote recostado a un lado. Debía de ser un sitio al cual acudía a pesar alguien... un sitio seguro.

Un nuevo grito dirigió a la chica hacia el agua. Recién entonces vio al niño. Su pequeña figura luchaba por mantenerse a flote y era arrastrada por la corriente.

―¡Teo!― exclamó Victoria, el niño sabía nadar, o eso se suponía, pero el viento había arremolinado las agua, le dio fuerza a la corriente.

Fueron dos pasos y un salto. Victoria se lanzó en picada al agua y a la vez que su cuerpo se zambullía un relámpago iluminaba el cielo y un rayo más caía. La humana avanzó cuanto pudo bajo el agua, intentando mantener su dirección pero sentía con claridad la fuerza de la corriente empujándola. Considerado el terrible frío que la tormenta había traído consigo, la sensación del agua en su cuerpo pudo ser agradable, pero la cantidad de tierra, ramas y hojas que flotaban sobre ella volvían el interior de ese arroyo un lugar oscuro y aterrador.

Ella sacó la cabeza cuando necesitó respirar. Giró sobre si varias veces, intentando dar con Mateo pero este no se veía por ningún lado. El miedo le llevó a si misma a hundirse. No alcanzaba a tocar con el pies el suelo y tampoco era un experta nadadora. Se mantuvo a flote con mucho esfuerzo, pataleando con fuerza.

―¡Mateo!― volvió a gritar― ¡Mateo Arango, ¿Dónde estás?!

Las lágrimas caían por si solas, se deslizaban por su rostro sin que ella logrará evitarlo. Ya no sabía qué era lluvia y qué era lágrima.

―¡Mateo!― cuando gritó, su boca se llenó de agua, suficiente para hacerle sentir ahogada y empujarla hacia el fondo.

«No...»

El mundo se oscureció por un momento. Victoria ya no sabía qué era arriba. Fue cuando un nuevo relámpago iluminó el cielo, ella logró ver su luz a través de las aguas terrosas e intentó nadar hacia ella.

Logró salir a la superficie una vez más. Escupió como pudo el agua que había tragado e intentó respirar. Entonces vislumbró una vez más a Teo, una mancha oscura en el agua como tantas otras, tan inmóvil como pude estarlo el tronco caído del algún árbol.

Como pudo, medio ahogada y entre patadas desesperadas ella logró llegar a él. El niño había tenido la astucia de aferrarse a un trozo de madera flotante pero se hallaba inconsciente y no reaccionó con la presencia de Victoria.

La chica se sujetó también de la madera, rodeando el cuerpo del niño con los brazos para intentar protegerle, le abrazó y tras respirar profundamente concluyó que no podía rendirse. Ella misma no sabría explicar cómo consiguió la fuerza para nadar fuera de aquella corriente. Pero lo logró.

Salió arrastrándose del agua, con el hermanito de Mariano entre los brazos. Él respiraba y eso era un alivio, pero el peligro aún no acababa. La tormenta jamás había sido tan violenta, los rayos ya no eran uno cada tanto en algún sitio lejano, ahora caían de a decenas por todos lados, el cielo era un espectáculo de luz y electricidad.

Victoria intentó incorporarse. Buscó la cabaña de pescadores que había visto antes pero esta ya no estaba, la corriente los había arrastrado muy lejos de ella. Sería más peligros buscarla que solo quedarse allí.

Su corazón bombeaba muy rápido, buscaba mantenerle alerta.

Ella se volvió a Teo, su cabello, largo y mojado, cubría sus ojos. Lo hizo a un lado con un dedo. Él pareció reaccionar un poco, su mano se movió ligeramente para apoyarse sobre la de ella.

Había una herida sobre su frente y le costaba respirar. Estaba asustado, mojado y frío. ¿Y todo por qué? Por una loca reina egoísta y cruel que optó por despreciarlo por ser diferente.

―¿Sabes qué?― gruñó Victoria en voz alta, a la vez que se ponía en pie, dejando a Teo en el suelo con cuidado― ¡Ya basta! ¡Fue suficiente! ¿Me escuchó, Serna? ¡No seguiré jugando este tonto juego! ¡No permitiré que siga lastimando a las personas que quiero!

A la vez que ella gritaba un rayo cayó sobre un árbol cercano. La enorme explosión de energía incendió el tronco entero, las llamas comenzaron a crecer con velocidad.

―Genial― exclamó Victoria― ¡¿Qué más tiene?! ¡Láncelo todo si se atreve! ¡Intente, le reto! ¡Intente lastimarnos, si es tan valiente atrévase a querer dañar a este niño!

La tormenta se enfureció aún más. Pero Victoria jamás retrocedió. El fuego avanzaba pero la lluvia lo detenía. Eran los rayos lo que nada podía parar.

La humana dirigió al cielo la mirada. Por un momento todo se volvió mucho, mucho más lento, lo suficiente para que ella lograra ver el zigzaguar irregular del rayo justo sobre su cabeza.

―¡¿Es todo?!― alcanzó a cuestionar antes de que el rayo tocara el suelo.

Luego solo cerró los ojos, los apretó con fuerza y esperó el dolor.

IncontrolableWhere stories live. Discover now