Capítulo 49: Contener la oscuridad

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El plan inicial había sido que Vick aguardara allí, sentada en una incómoda roca.

Ignorando un par de detalles escasos, casi podía asegurar que así había sido. Si olvidaba al adorable roedor con ojos de espejos al que Nicko había llamado kil y la horda de mariposas devoradoras de almas... podía fingir que nada había sucedido.

Su nueva experiencia de secuestro no le había dejado ninguna herida ni cicatriz. Ninguna prueba de dolor. Quizá porque nada le había dolido... nunca había sentido dolor de la forma que ella entendía la sensación, nunca dolor físico.

Si había sentido, mientras las Arias se arrojaban sobre ella como una bandada de aves hambrientas, un profundo pinchazo en el pecho, cortante pero terriblemente rápido, y luego, la debilidad se había apoderado de cada rincón de su ser. Sintió como si de un momento a otro dejara de querer vivir.

En parte Nicko se lo había explicado. Su cuerpo sin su espíritu sería una cáscara, con un corazón que duraría palpitante hasta que le tocara morir por mera naturaleza, una cáscara viva pero vacía. En cierta forma, hubiera estado viva y muerta al mismo tiempo, solo dependiendo de la definición que quieras darle a esa palabra.

Lo que su amigo no le había explicado es si esa sensación de debilidad... prevalecería en su cuerpo mucho tiempo más.

Cargaba con la inestable sensación de que habían tomado todo en su interior y lo habían revuelto como a una sopa. Su mente estaba plagada de demasiada muerte. Los ojos del kil pintados totalmente de negro mientras la pequeña criatura yacía inmóvil en el suelo, el acero derretido de las Arias esparcido a su alrededor...

«Una mestiza del cielo»

Las palabras del Rey de la Guerra se repitieron en su cabeza, pronunciados en un tono intenso, que hizo temblar todo su cuerpo.

«Vick —era la voz de la reina Jansea, un susurro suave, lejano— Vicky»

La humana sujetaba con fuerza el medallón con la gema en su cuello, su mano cerrada en un fuerte puño en torno a él. No respondió al llamado de la voz en su cabeza. Por un instante fue incapaz de percibir esa voz que siempre había sido tan cercana como un abrazo.

Las venas en su mano se traslucieron en su piel producto de la fuerza que ejercía sobre la gema. Su cabeza estaba llena de imágenes de muerte.

En algún sitio no muy lejos, retumbó el sonido de un trueno. El cielo se iluminó.

«Victoria —insistió la reina y por un momento, su tono casi reflejó pánico— ¡Victoria!».

La tensión en la humana se aflojó, despacio. Respiró profundo.

«¿Vick? ¿Cómo te sientes?»

—Estoy bien —al hablar, la voz de Victoria sonó tan tranquila y suave como siempre, como si no existiera oscuridad alguna en el mundo— ¿Por qué lo pregunta? ¿Todo está bien...?

En algún modo incorpóreo y espectral, la reina asintió con la cabeza y recuperó el aliento antes de volver a dirigirse a la humana.

«Todo está bien, Vick. Tranquila. Todo está bien...»

¿Por qué no habría de estarlo?

Pronto los príncipes saldrían del interior de la tumba del rey, tras haber fallado su nueva misión, y Victoria les sonreiría, como siempre, sin rastro de nada en su mueca, sin marcas de oscuridad y muerte en sus recuerdos.

Jansea sabía de antemano que así sería, que no se estaba enfrentando a algo fácil de controlar. Y se negaba a creer que fallaría en la contención de la oscuridad.

IncontrolableWhere stories live. Discover now