Capítulo 98: Camino recto

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El pasillo de su colegio, ese que llevaba al salón de clases que visitaba diario, era largo y estrecho, cubierto de ventanales que daban a un pequeño patio. Era un camino recto, con pocos giros y recovecos, que apenas se hacía a un lado para voltear a los laboratorios o al comedor.

Caminos. Todos los caminos forman parte del destino.

Victoria debió parpadear varias veces para espantar las imágenes que aparecían en su cabeza. Desde que había abierto el libro de la biblioteca secreta por primera vez, esas imágenes no habían dejado de volver, como atisbos de futuros que no entendía, caminos que no sabía a dónde conducían.

Se obligó a seguir caminando sin más. Y se esforzó por ser parte de los murmullos a su alrededor.

Llegado aquel punto, se acercaban las pruebas de fin de curso y no dejaban de ser un tema recurrente entres sus amigos. Esa tarde, parecían algo más animados. La delegada de clase había aparecido con información reciente sobre el paseo que harían a final de año: algunos días de campamento, cerca de la playa, en un agradable y perdido sitio de su pequeño país.

Llevaban largo tiempo planeando los detalles, organizando rifas, recaudando dinero y, al parecer, todo les iba saliendo bien.

-Nos hace falta muy poco ya -le comentaba Mariano, a quien la clase había designado como tesorero- El sitio está reservado, tenemos que organizar el viaje y... ¿Vick, todo está bien?

Ambos caminaban uno muy junto al otro, como solían hacer, se acompañaban mutuamente a casa. Aquel día, como ya habían acordado hace semanas, la chica iría a almorzar con su mejor amigo y el pequeño Teo, quien ya le echaba en falta. Mas, había algo que no acababa de encajar.

Era un espléndido día de primavera. Sol brillante y suave brisa. Fresco en el punto justo, agradable para la pequeña caminata que los guiaría a casa.

-Aún piensas en eso -comprendió Mariano-. Ese día.

A su manera, ambos sabían perfectamente a qué se referían. Era imposible confundir "ese día".

-No he visto a Mateo desde hace tiempo -explicó Vick-. La última vez fue antes de todo lo que sucedió con Carmín. Aún temo... perder el control, hacer daño a alguien. Si ese alguien fuera Teo... si me viera tal como tú me viste en Nox no me lo perdonaría jamás. Ni él ni yo.

-Él te adora, Vick. A veces más que a mí. -agregó el chico, riendo- Jamás pensará mal de ti. No sé si lo haz pensado, pero, siempre tu poder ha actuado como defensa. Carmín te atacó antes de que la empujaras a Porren, Cindie también dio el primer paso en Nox... Si fuiste cruel, si se despertaron instintos en ti. Pero era defensa propia. Teo solo puede arrojarte algún que otro peluche, y tú eres la que tiende a comenzar esas guerras.

Victoria rió. Casi un arco reflejo al pensar en el niño. Llevaban gran tiempo sin hacer entre los tres una gran guerra de osos de felpa. Teo se creía demasiado adulto para ese tipo de juegos; quizá era un buen día para que Vick le demostrara que eso jamás sucede.

Aquella tarde fue tan normal como podría. Llegaron a casa de Mariano, Mateo les recibió con un abrazo y Victoria comenzó a hacer volar osos de felpa. Tratándose de ella: era la tarde más normal esperable.

Teo le siguió el juego, con la excusa de no dejarle sola y sin nadie con quien pelear, y , de un momento para otro, ya estaban los dos corriendo por la casa enfrascados en una intensa guerra.

Mariano, en cambio, debía preparar su almuerzo, por lo que se mantuvo ligeramente aparte hasta tenerlo listo. No se esmeró tanto como la última vez, mas, tenía talento innato para la cocina o, al menos, eso consideraba Victoria.

La chica y Teo debieron hacer una tregua y prometerse la paz para poder compartir lugar en la mesa. Ellos prepararon todo con detalle, para poder dar elegante contexto a la gran fuente de papas fritas que el mayor preparó.

Mariano adoraba verlos juntos, dos de las personas que más quería en el mundo. Adoraba ver a Victoria jugar y reír, sin sesgos de todo el dolor que su llegada a Porren le había causado.

Todos tomaron sitio alrededor de la mesa y Mariano comenzó a servir los platos de uno en uno. Un platillo aceitoso e insano, a la par de delicioso.

-¡Cuidado! -Victoria lanzó ese chillido de repente, pasando de estar feliz y animada a notoriamente perturbada de un segundo al siguiente. Fue brusca, cogió al pequeño Teo por un brazo y le jaló hacia su silla.

Mariano, alterado por lo repentino del movimiento, dejó caer la asadera con la que servía las papas y se puso en guardia, con todos sus instintos al pendiente y el cuerpo tenso. Respiró profundo. No estaba sucediendo nada...

El pequeño gato que solía dormir la tercer siesta del día a esas horas había despertado. Caminaba descuidado y somnoliento por lo alto de un mueble, cuando empujó con su cuerpo un pequeño cuadro con la imagen de Teo abrazando a su padre. El cuadro, en un misterioso efecto dominó, empujó la escultura de cerámica de un ángel, que se hallaba muy cerca del borde por lo que acabó cayendo.

Era un adorno pesado y contundente, que acabó hecho trizas sobre la silla en la que solía estar sentado Mateo. El niño lanzó un pequeño gritito ante el sonido del ángel al hacerse pedazos.

Mariano, en cambio, parecía ensimismado, incapaz de entender la situación. Observó la escultura rota y luego a su mejor amiga. Victoria había movido a Teo cuando el gato aún dormía, minutos antes de que todo sucediera... no podía haber anticipado nada...

-Vick -musitó y tragó saliva-, no sé cómo viste venir eso, pero gracias.

Era claro que había mucho más que decir. De alguna forma, Mariano le hizo llegar con su tono el mensaje: tenían que hablar a solas. Él sabía que había más cosas pasando, cosas que Victoria no le decía, y entre ellos jamás había habido secretos.

De alguna forma, el príncipe de Aer logró que el almuerzo siguiera su curso. Limpió los trozos de cerámica y tranquilizó a su hermano menor antes de que las papas se enfriaran. Movió los hilos con rapidez, como solo él hubiera podido hacerlo.

Así terminaron de almorzar y Teo se alejó.

Ambos amigos se encontraron solos en la cocina de la pequeña casa. Vick sentía su corazón apurado como jamás lo había estado delante de él.

-¿Acaso tengo que preguntar, Vick? -dijo Mariano, al ver que ella no sería la primera en hablar-. No lo entiendo. ¿Qué sucedió? ¿Desde cuando puedes... ver el futuro...? ¿Es algún tipo de extraño poder nuevo?

La humana tenía la mirada algo perdida. Sus ojos recorrían los muebles con tazas, los platos por lavar; esquivaban a Mariano mientras pensaba en un mejor plan. Un pequeño recoveco de su corazón, en ese momento, deseó ser capaz de mentir.

-No veo el futuro -explicó, dudando-. Veo caminos, posibilidades. Y tampoco es algo que pueda controlar, han aparecido por si solas, en momentos aislados, sin que esté pensando en ellos. No creo que podamos considerarlo un nuevo poder...

-¿Desde cuándo vez eso? ¿Por qué jamás me dijiste nada? No entiendo, Vick, todos estos secretos...

Victoria movió su cabeza a ambos lados, como espantando las malas ideas.

-Aparecieron hace apenas algunos días. -confesó-. Pasaron cosas. Todo es muy difuso, pero sabes que confío en ti. Tan pronto sepa qué significa todo esto te lo diré.

-Quizá si hablas con Marizan pueda ayudar. Cuéntaselo todo, sé que podemos confiar en ella. Puedo llevarte a Noctis, podemos descifrar qué está pasando. No te lo guardes, no estás sola.

Ella asintió, sin estar totalmente convencida. Lucía cansada. Taciturna.

-Iremos. Te lo prometo. Pero no esta tarde. Déjame olvidarme de todo esto. Juguemos con Teo, hagamos una torta de chocolate. ¿Está bien?

Ella pareció buscar aprobación en la mirada de su amigo.

La verdad: Su corazón necesitaba profundamente la sonrisa qué él le regaló. Necesitaba sentirlo allí para ella.

IncontrolableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora