Capítulo 42: Menta extra fuerte

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Luego de todo lo que había sucedido, todo lo que habían vivido, la normalidad, algo en ella, resultaba con un sabor diferente. Nada había cambiado. Era la misma rutina. Pero Susan nunca hasta entonces se había fijado en algunos detalles, no había notado que Lucía, al hacer sus apuntes en clase, mordisqueaba la goma pese a que le regañaba por eso mismo, nunca se había detenido a ver los pájaros volar de árbol en árbol fuera de la ventana o pensado en que la clase de geometría explicaba a la perfección como estaba construida la fortaleza de piedra de Ignis.

En general ella no miraba hacia los lados, o, para ser más exactos, no se detenía a observar su alrededor. Últimamente vivía en una tristeza ciega, que se negaba a ver. No apreciaba a sus mejores amigas, no prestaba atención a como Victoria y Lucía estaban siempre que las necesitaba incluso cuando ella tendía a abandonarlas.

Quizá, la desesperación de la última semana le hubiera hecho cambiar de perspectiva, quizá ahora le era más fácil notar como las sonrisas de Victoria le hacían sentir que todo mejoraría y las palabras de Lucía le daban los más sabios consejos. Quizá así fuera. Pero nunca lo admitiría.

Al sonar el timbre que indicaba el fin de esa clase, las tres chicas salieron juntas al pasillo. Desde siempre, un grupo poco concordante y extraño, pero con tendencia a sobresalir con sus risas escandalosas.

—Cuando ya has trepado por el cuello de un dragón los exámenes de historia dejan de parecer aterradores —comentaba ella, divertida, burlándose del exceso de pánico que Lucía llevaba desde que marcó la fecha maldita en el calendario de su celular, colocó un nota adhesiva en cada uno de sus cuadernos y escribió en su mano para recordar que debía incluir la fecha en el organizador de pared de su habitación.— En algún punto entiendes que hay cosas peores en la vida.

—¿Saltar involuntariamente de la torre de un castillo? ―cuestionó ella, fingiendo seria concentración— Yo dudo que eso pueda ser peor que ese examen. 

—Podrían arrojarte un rayo a la cabeza —interfirió Victoria— Creo que eso se le acerca al miedo del examen, al menos en parte.

—Por favor —rió Susan— Son unas exageradas ustedes dos. Piensen en esto: Mariano superó su miedo a las alturas y descubrió que podía volar.

—Una frase excelente —le felicitó Victoria, mientras Lucía aplaudía con grandilocuencia— .

—Por supuesto —la princesa de Aqua sonrió como si el comentario de su amiga fuera una obviedad y se mereciera cada aplauso— Intentaré recordarla para nuestra próxima redacción de literatura. Seguro agradará al profesor, le van esas cursilerías.

Enmarcada en las risas de sus amigas, Susan desvió ligeramente la mirada al pasillo. A su espalda las personas avanzaban sin gran cuidado, grupos pequeños, yendo de aquí para allá, riendo juntos. Todo parte de ese sabor diferente que le sentía a la normalidad desde esa mañana.

Su mirada avanzó algunos metros más. No buscaba nada en especial, solo miraba, apreciaba su reciente visión detallista y positiva. Fue cuando captó una fugaz ráfaga roja, un movimiento leve y ondulante en un hueco entre la gente.

Susan entornó los ojos, extrañada.

—¿Qué hay, Susy? —cuestionó Lucía, curiosa— Lo que sea, seguro tampoco es peor que el examen de historia.

—No lo sé. Yo... —ella se lo pensó solo un momento antes tomar una decisión— me aseguraré de averiguarlo. Expedición en solitario. No me sigan. Luego les cuento.

Se apartó de sus amigas sin aguardar a que alguna de ellas pudiera responderle. Solo dio una rápida media vuelta y se perdió entre la gente. Avanzó en dirección a donde recordaba haber visto esa mancha roja y veloz desaparecer. Si intentaba esconderse, seguro debería considerar cambiar ese rojo, resultaba muy fácil de visualizar.

IncontrolableWhere stories live. Discover now