Capítulo 109: Apacible como las olas

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Su cabello se esparcía sobre la arena como una cascada brillante, largo y blanco a la luz de las estrellas. Justo sobre ella, la gigantesca vía láctea trazaba una línea blanca, un universo de luces lejanas. Parecía tan pequeña, maravillada por aquello que había estado sobre su cabeza cada día de su vida. Era de las cosas que le hacían más hermosa: Jamás dejaba de ver la belleza en el mundo.

Incluso en donde no la había.

—Solo quiero... despedirme de ella. Cumplí, la seguí, te guie a ella. Permíteme hablarle una última vez. Decirle adiós. Por favor. Por favor...

A varios metros de donde Victoria descansaba, Nicko estaba de rodillas, suplicando. Había llegado el momento, ese en el que se negaba a creer: El final de su tarea, su última misión para Prolico. Llevaba demasiado esperando el momento de recobrar su ansiada libertad, y aún así... jamás se había sentido tan atrapado.

El rey desterrado y el fohis estaban ocultos entre los árboles y la noche. Victoria no podía verlos, mas, si Nicko seguía con aquel escándalo, probablemente lograría escucharlos. Necesitaban ese sigilo y factor sorpresa. Prolico tenía más que claro que esa chica, incluso ahora que había logrado apartar a sus amigos, no era un rival fácil de vencer.

La terrible isla de Nox había endurecido como la roca al corazón del antiguo príncipe pero habían demasiadas cosas en las que aún era blando. Le ablandaba pensar en Amars, su suave sonrisa y lo tibio de su piel, la dulzura infinita de sus palabras. Le partía el alma pensar en cómo todos la habían traicionado.

La pequeña Vick tenía demasiado en común con ella.

—Hazlo —sentenció Prolico al final, con una voz levemente temblorosa, prueba de lo mucho que se había resistido para evitar decir aquellas palabras— Despídete. Intenta que pase por esto lo más tranquila posible. Puedo prometerte que no sentirá dolor.

En silencio, como si no hubiera lugar en la escena para más palabras, el rey desterrado removió entre sus manos un pequeño objeto para al final colocarlo con extrema delicadeza en las manos de Nicko.

El chico tuvo que descubrirse apenas de las hojas para que la luz de las estrellas le permitiera ver lo que Prolico le había entregado. De inmediato, una corriente de frío miedo subió por su columna, haciéndole estremecer.

Se trataba de una esfera transparente, de apenas unos pocos centímetros de radio, con la superficie helada como la escarcha. Dentro de ella, revoloteando, violenta y con ganas de escapar, había una mariposa: Un Aria. Sus fuertes alas metálicas golpeaban el cristal con rápidos tintineos, haciendo a la esfera temblar entre las manos del chico.

O quizá simplemente él temblaba. Llegado aquel punto ya no entendía la diferencia.

—Rompe la esfera contra el suelo en cuanto estés listo. Ella no lo esperará. Será rápido.

Nicko no debió obligarse a asentir, el tiempo lo había transformado en una máquina de seguir órdenes sin chistar, ya reaccionaba por instinto, casi como un robot. Apretó la esfera con fuerza en una mano, la ocultó entre su ropa y se apartó de Prolico sin permitirse dudarlo un segundo. Sabía que pensar demasiado lo petrificaría.

Las hojas de los arboles se removieron a su paso, creando sonido suficiente para llamar la atención de Victoria. La chica sintió un repentino miedo vibrar en su corazón y se puso en pie más rápido de lo que creía posible.

—Soy yo —se apresuró a decir el fohis, a la vez que se acercaba lentamente, para que la luz le iluminara con claridad— Solo soy yo.

Pese a lo apacible que se veía mirando las estrellas, Victoria estaba aterrada de encontrarse allí sola. Aterrada del silencio, de la noche y de la posibilidad de que sus amigos jamás regresaran. La presencia de Nicko le trajo tanta calma que el alivio fue visible en todo su cuerpo y los músculos de su suave rostro.

IncontrolableWhere stories live. Discover now