Capítulo 90: Valiente como su madre

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Nicko estaba seguro de haber visto a la criatura con el libro de Victoria huir en esa dirección.
Corrió por los pasillos de libreros en su forma de Dion, doblando ágil en las esquinas y con sus nublados ojos recorriendo cada centímetro. 
Fue cuando sintió la vibración. La vio moverse por el suelo como una onda, y cuando le alcanzó, el suelo bajo sus pies comenzó a temblar.
En el momento le costó razonar que los Dion veían el mundo en base al movimiento, que gracias a eso eran grandes cazadores en la penumbra de Nox. Le costó entender por qué estaba ciego.
El mundo se comenzó a borronear junto con el temblor y eso le impidió reaccionar. Se sintió ir hacia un lado, sus patas fallaron y cayó de bruces en el suelo.
El golpe le aturdió y no poder ver le confundió aún más.
Percibió con claridad el momento en el que el techo sobre su cabeza se quebró. Sus oídos reconocieron la trayectoria de cada grieta. Cuando cayó no pudo más que lanzar un gruñido y cerrar los ojos.
Pero nada lo aplastó.
El gran trozo de techo se detuvo estático sobre su cabeza y se movió por si solo hacia un lado, evitándolo. La lluvia de cristal que vino luego realizó exactamente el mismo camino. Todo le esquivó.
Abrió los ojos lentamente y encontró un gran círculo de escombros a su alrededor. Su respiración estaba agitada, no lograba entender cómo aún estaba vivo…
—¡Niño, —exclamó una voz a su espalda— sal de aquí mientras puedas!
Nicko sintió su forma deshacerse. Estaba mareado y confundido, no lograba tener la concentración suficiente para mantenerse como Dion. Volver a ser él le causó un gran alivio. Su visión regresó, los sonidos a su alrededor dejaron de aturdirlo.
Y entonces lo vio. Refro Dikalto le observaba fijamente a pocos metros de distancia.
—¡Niño! —continuó el hombre— ¿Me escuchas? ¡Niño!
—¿Quién es usted? —Nicko estaba ensimismado observando su rostro. Tenía algo tan familiar, sus ojos eran tan azules...
—Nadie —gruñó el hombre— No soy nadie. ¡Morirás si no sales de este sitio!
Casi de inmediato, pasó algo que probó que el hombre mentía: Otro temblor, otro trozo del techo cayendo sobre Nicko, otra vez una fuerza invisible salvándole la vida. El dueño de la biblioteca era esa fuerza, cada centímetro de su construcción parecía estar sometido a su voluntad y no estaba dispuesto a permitir que el joven saliera herido.
—No. —aseguró Nicko, poniéndose en pie con bravura—. No me dejará morir y quiero que me diga el motivo. ¿Qué tiene que ver usted conmigo?
—Eres valiente como tu madre, niño. Listo e intuitivo, lo suficiente para llegar a mí. Es sorprendente: me prometí jamás buscarte y apareces de la nada… con una mestiza. No tienes idea en qué problemas te estás metiendo. No tienes idea de nada. Mi niño, cuídate, cuida a tu madre. Se aproxima una oscuridad como la que Porren jamás ha visto.
—No lo entiendo. Usted… ¿es mi padre?
Por algún motivo, esa idea había aparecido en su cabeza desde el momento primero. Quizá fuera inocencia, su pequeño corazón de niño que ansiaba conocer al hombre que le había dado la vida, esa mitad de él. Quizá, de seguir vivo su padre, él no estaría tan solo en el mundo...
Sin embargo. La respuesta del señor Dikalto no fue la más alentadora. Se limitó a reír, burlón y, sin mediar palabra alguna, desaparecer entre los libreros transformado en un escorpión.
Nicko se sintió mucho más confundido y solo que en su forma Dion durante el primer temblor. Le invadió un profundo frío y unas ganas de llorar que se obligó a contener. 
Refro Dikalto. Refro Dikalto…
¿Acaso había escuchado alguna vez ese nombre? ¿Su madre lo había mencionado?
¿En verdad podría ser…? No. No. Su padre murió en la guerra. Lo asesinaron. Su madre no le diría una mentira así, no tendría sentido.
Se obligó a sí mismo a comportarse como adulto. Estaba viviendo en una fantasía que le impedía correr por su vida, por lo que se obligó a hacerla a un lado.
Corrió en torno a los libreros, vio la biblioteca deshacerse, a las gigantezcas rocas esquivarle.
No podía dejar de preguntarse tantas cosas… ¿Por qué jamás había visto una imagen de su padre? ¿Cómo no tenía un solo pariente vivo de su lado de la familia? Su madre no le hablaba de él, no le había dado detalles sobre su muerte…
¿Por qué? ¿Por qué nunca había perdido la esperanza de volver a verlo…?




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