Capítulo 106: Las decisiones correctas

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Había un grito lejano, conocido pero perdido, imposible de identificar. Iba cargado de un eco retorcido, como si proviniera de otra realidad.

—¡Victoria!—.

Le llamaban, pero ella era incapaz de responder. Se sentía ahogada en una bruma densa, caliente y negra.

«Humo» pensó a la vez que comenzó a sentir ese calor crecer.

El crepitar de las llamas retumbaba en su cabeza, volviéndose más y más real a cada segundo. El calor aumentó hasta volverse casi insoportable.

Tosió.

—¡Victoria!—.

Abrió los ojos.

La habitación en la que se encontraba estaba envuelta en fuego. Llamas violentas y crueles, mecidas por un viento negro que la humana sintió adentrarse en sus pulmones.

La luz de aquel fuego no era agradable como la de las hogueras en la playa. Era un fuego solo capaz de traer muerte.

Intentó revolverse entre las sábanas pero su cuerpo entero parecía inmovilizado. Sus ojos se volvieron arriba, al techo cubierto de humo negro, resquebrajado por el calor. Se desharía sobre ella en cualquier momento.

Quiso gritar pero la voz no salía.

—¡Victoria!

Abrió los ojos.

En aquella oscura cabaña apenas el murmullo de los grillos irrumpía el silencio. Tranquilo y calmo cómo la madrugada.

Victoria respiró profundo, una y otra vez. Solo había sido un sueño. Un sueño nada más...

Al parpadear, buscando espantar las horribles imágenes, notó un destello claro en sus retinas. Una mancha amarilla y ardiente que formaba una curvada línea.

Un camino. El camino que le llevaría a despertar entre las llamas.

La idea aceleró su corazón de nuevo. Se obligó a pensar en Nicko, en sus palabras sobre el libro del destino: "No creo que nos convenga guiarnos por los futuros que nos puso delante. Hay más. Muchos recorridos que no seguimos. Muchos más de los que podríamos seguir."

Nada de aquello tenía por qué pasar. Si tomaba las decisiones correctas.

Se puso de lado sobre la cama, buscando hacerse un pequeño y seguro bollo.

Aún no amanecía, pero el leve resplandor de la noche en el exterior le dejó ver la cama contigua, donde Lucía descansaba.

O al menos así debía ser.

Allí donde debía estar ella no encontró más que un amasijo de colchas desarregladas y una almohada aplastada pero vacía.

La alarma despertó por si sola en su pecho.

Estiró el cuello y se arrimó al borde de la cama buscando a Susan: tampoco había nadie en la cama superior.

El resto de sus compañeras de habitación mantenían su calmado sueño, pero Victoria supuso de inmediato que algo andaba terriblemente mal.

Deslizó los pies sobre la cama y, al no encontrar sus pantuflas con suficiente rapidez, se puso en pie, descalza sobre el helado suelo.

Las luces del baño estaban apagadas y la cabaña silenciosa, por lo que, con la delicadeza necesaria para no despertar a nadie, abrió la puerta y salió al exterior.

Era aún una noche cerrada y fría, pero la luna iluminaba lo suficiente para resaltar la sombras nuevas sobre la arena. Huellas: un claro camino de dos pares de pies alejándose hacia la playa.

IncontrolableDove le storie prendono vita. Scoprilo ora