Capitulo 70: Donde nada prospera

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Allí solo existía la noche. Así era desde hacía eones. Siglos de muerte, guerra y maldiciones habían hecho de aquel sitio un paraje sin luz ni vida.

Tanto había pasado desde esos lejanos tiempos, que las antiguas fortalezas que alguna vez se alzaron allí eran ahora poco más que piedras en el camino. Cindie hizo a un lado varias de ellas a su paso, sin preguntarse jamás qué habían sido alguna vez. Debo suponer que los mortales no tienden a tener tiempo para pensar en esas cosas. Quizá por eso había acabado así la isla de Nox, por quienes la miraron sin verla.

-Solía ser... una especie de torre -murmuró Mariano- ¿Lo notaron?

Llevaba una capa gruesa y unas abrigadas botas de cuero, al igual que sus compañeros y, aun así, su tono de voz incluyó un leve temblor a causa del frío. En palabras de Marizan: «Poco existe más frío que la muerte y allí hay demasiada».

Tenía razón. Ese trozo de Nox no era como el que habían recorrido la última vez, húmedo y sofocante, sino que parecía helarse más a cada paso. Era una especie de señal. Ninguno de los príncipes había logrado dilucidar si su cuerpo se erizaba por el frío o por el miedo. Todo parecía indicar... «Más cerca de la muerte...».

Al final, el comentario del príncipe de Aer quedó en la nada, se fundió con el helado silencio de Nox causando apenas impacto en sus compañeros. Lucía se descubrió el rostro de la capucha en su cabeza para observar el lugar y, tan pronto una leve brisa tocó sus labios volvió a cubrirse, sin decir palabra y sin ver nada en particular. Susan si llegó a notar los restos de la construcción esparcidos por aquí y allá, sabía que Mariano tenía razón, pero lo primero que su mente concluyó fue: «Vick lo habría notado más rápido». Se reprendió a sí misma por pensar eso y acabó en silencio, como todos los otros.

Victoria era su mente curiosa y observadora, ella habría imaginado el magnífico palacio que alguna vez se había alzado allí y habría notado como el mapa de Marizan los guiaba hacia su interior.

-Es aquí -la voz de Cindie fue apenas un susurro- Es donde termina el mapa...

El grupo formó una medialuna delante de la puerta. Contuvieron el silencio mientras aguardaban el valor para abrirla.

¿Qué tenía aquella puerta para resultar aterradora? Nada. Nada particular.

El moribundo bosque de Nox no se abría para dejarle lugar, había crecido sobre ella. No había permanecido inalterable en el tiempo, sino que estaba destrozada, apenas en pie. En su momento seguro fue maravillosa, tallada en una única piedra de mármol blanco, ahora era poco más que una pieza del inhóspito paisaje. No conducía a ningún lado, pues, a decir verdad, apenas quedaban los restos de la habitación a la que alguna vez dio acceso.

Pudieron perfectamente dar la vuelta, levantar apenas los pies y pasar por encima de lo que alguna vez había sido una muralla de piedra, mas, quizá por la sola grandilocuencia de la situación, los seis cruzaron uno a uno la puerta blanca.

Solía ser una habitación pequeña, de poco más de unos tres metros de largo y ancho. Nunca hubo nada en ella más allá de una escalera hacia las profundidades de la tierra.

-En efecto -aseguró Carlos al tiempo que tomaba aire-. Es aquí.

La escalera de piedras grises e irregulares se hundía en el suelo oscuro de Nox. La escasa luz de la isla iluminaba apenas unos metros de ella y, a partir de ahí, todo era parte de una profunda oscuridad.

-Clara -ordenó Cindie, en tono demandante- Iluminanos.

La princesa de Ignis no había emitido palabra en todo el viaje. Temblaba ligeramente de frío y miedo, tanto que la orden le tomó por sorpresa, haciéndole dar un saltito. Ella fue la primera en introducirse en la tierra y, al hallarse en la oscuridad, generó una pequeña llama, delicada e irregular, en su mano derecha. Avanzó con ella a modo de lámpara y comenzó a descender con el grupo a su espalda.

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