Capítulo 61: Amor maternal

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Todos vieron la luz blanca al mismo tiempo, sintieron la onda de poder, la explosión que hizo temblar el suelo.

Cindie fue la primera en verlo, la que sintió su poder con más intensidad. Un viento intenso le arrojó al suelo y una luz en extremo brillante creció al final del pasillo. El sentimiento era claro, la princesa de Noctis ya había tenido oportunidad de analizarlo antes. La energía inestable y contaminada de Carmín, como un aroma pútrido expandiéndose en el aire.

Desde el suelo Cindie se cubrió los ojos para protegerse de la intensa luz y mantuvo su cuerpo bajo como una forma de evitar ser vista. No estaba segura de entender qué estaba pasando, solo sabía que si Carmín estaba allí también lo estaría Prolico y que probablemente todo se saliera de control en cualquier momento.

La luz disminuyó de golpe, dejando a la chica a oscuras otra vez. A penas había un resplandor al final del pasillo, tenue pero suficiente para permitirle distinguir todo a su alrededor, las paredes brillantes y la larga extensión de suelo embaldosado.

La princesa tomó aire, juntó valor, se pegó a una pared y se lanzó corriendo a la batalla.

Conforme avanzaba distinguió dos figuras. Las dos que la chica esperaba.

El Rey exiliado, con su forma erguida y alta, su traje formal y costoso, quizá algún día hermoso y elegante, hoy desgastado y raído, sucio y arrugado. Su acompañante no tenía mejor aspecto, al contrario, Cindie logró ver hendiduras profundas en sus ojos cubiertos por las penumbrosas sombras del lugar , marcas de agotamiento e inestabilidad en su mirada. Carmín llevaba un delicado vestido blanco que resaltaba lo pálido de su tez, una vestimenta extraña para acudir a un lugar como este, pero totalmente normal en ella, la chica que no dejaba de soñar con ser princesa.

Cindie se apoyó en el suelo, ocultándose tras una pared. Respiró muy despacio, estaba solo a pocos metros del enemigo.

—¿Cuándo fue la última vez que alguien pisó este sitio? —reclamaba Carmín, a la vez que apreciaba la capa de polvo que cubría las paredes y el suelo, así como el aroma a humedad y muerte que se respiraba—. Es desagradable.

—Desagradable como la criatura que habita aquí. Y si, te hablo a ti, Vinia. —las palabras de Prolico generaron un eco retorcido en las paredes del pasillo, iban cargadas de una oscuridad profunda y llena de rencores.

—Desagradable como tu maldita novia muerta. —La antigua reina se presentó solo un instante, su forma fantasmal y blanca apareció junto a Prolico, iluminó su rostro con su brillo y se esfumó de inmediato.

Carmín se sobresaltó y retrocedió varios pasos, pero Prolico no se mostró afectado en lo absoluto.

—Tan desagradable como la criatura que creció en tu vientre, esa a la que quisiste asesinar y en el proceso ataste a esta existencia miserable.

—Ella envenenó tu cabeza —reclamó la reina, ya sin forma alguna, siendo su voz un eco en las paredes—. Nubla tu juicio y lo sabes. No puedes confiar en esas... cosas.

El rostro del rey se contrajo en un gesto rabioso, pero fue algo que duró muy poco, pues, al hablar, su voz volvió a sonar totalmente calma.

—Los reyes y su orgullo —rio—. Un ser como usted llamando a Amars "cosa" con tanto asco y soberbia, hablando de amor y juicio... Mi querida reina Vinia, si no fue capaz de amar a su propio hijo, no tiene potestad alguna para mencionar a la mujer que amo y la bondad de sus acciones. Sabe que su magia no me afecta en lo más mínimo y no me interesa lo que tenga que decir, ¿por qué continúa con sus sermones?

—Quizá yo no pueda detenerte, pero ellos están aquí. Los príncipes protegerán mi cristal. No permitirán que traigas a ese monstruo de regreso.

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