Capítulo 93: Fuerza y unión

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El pequeño contenedor de cristal iba disminuyendo su contenido poco a poco. Amlia lo había entregado a Victoria con un leve deje de preocupación: eran casi un tesoro para ella.

 «Guarda algunos, cariño», le había pedido la mujer. Victoria había asentido, decidida, entonces no le había parecido un reto apartarse de los caramelos, pero eso comenzó a cambiar conforme los probaba.

Masticar aquello parecía hacerla feliz, le recordaba a su propia casa, a su niñez. La relajaba y evitó que entrara en ansias en cuanto Nicko dejó el libro que había robado de la biblioteca delante de ella.

Ambos estaban sentados en el suelo, encerrados en el dormitorio de Nicko. Amlia estaría ocupada un buen rato atendiendo a alguien a varias habitaciones de distancia y su hijo quería creer que no irrumpiría su investigación.

No era el lugar más seguro, él lo sabía. Pero estaban entre cuatro paredes, solos y en silencio.

El fohis tragó saliva antes de quitar el libro de la bolsa que lo cubría. No tenía nada para lucir especialmente peligroso, no tenía una sola palabra que fuera capaz de entender, mas…, todo lo que Victoria había dicho le había llevado a creer que podía significar el fin del mundo.

—Bien —dijo Nicko, su tono fue claro y sincero, reflejó toda su incertidumbre— ¿Ahora qué?

Estaban ubicados frente a frente, con las piernas cruzadas sobre el suelo. El libro estaba justo entre ellos, ninguno de los dos se atrevía a tocarlo.

Victoria se llevó un nuevo caramelo a la boca antes de hablar.

—Supongo… hay que empezar por lo que conocemos —musitó, pensativa— Mi símbolo.

Ella buscó con velocidad en su bolsillo. El pequeño papel con el dibujo que había trazado para enseñar a sus amigas. Lo dejó sobre el libro, justo junto al sitio donde la imagen se repetía tallada en la tapa.

—¿Tu símbolo? —Nicko sabía a qué se refería. Le inquietó el término que su amiga había utilizado  «Mi símbolo», como si fuera una parte de ella.

—Es lo único que sabemos. Que tiene algo que ver conmigo. Se ha repetido, como una señal. Lo dibujó sobre la tierra el hijo fantasma de Vinia y lo vi en la espada. Esa espada que nadie creé que haya existido.

—Las espadas perla son un símbolo del poder del reino sol, Vick. Solo los grandes reyes han tenido una en sus manos. Aparecen en cuanto las necesitas y se dice que son como una extensión de ellos mismos. Tienen dibujos en sus hojas y empuñaduras. He visto representaciones de la espada de Jansea en libros. Una línea de circunferencias estaba tallada sobre el dorado del mango, la gente teoriza sobre su significado, asuntos sobre la unión de los reinos o su propia familia. Pero por lo que sé, esa no fue la espada que invocaste para enfrentar a los entes negativos. Si en verdad lo hiciste, aunque el espíritu de Jansea te haya ayudado, esa espada nació de ti.

—Entonces sus dibujos me representan —señaló ella, siguiendo el hilo de sus ideas—. Si este símbolo estaba en ella es porque dice algo sobre quien soy.

Era una deducción extraña. Decía muchas cosas, a la vez que no traía ninguna información nueva, no aportaba nada.

—Victoria —él no solía dirigirse a ella por su nombre completo. Se sorprendió a sí mismo al hacerlo, así como el tono demandante que había escapado de sus labios—. Necesito que me hables de lo que pasó allá abajo.

La historia no era demasiado larga, por lo que cada detalle era importante. Cada doloroso detalle. Victoria procuró ser meticulosa, describió como cerró los ojos y sintió los símbolos del libro guiándola como caminos a Refro Dikalto.

—Eres una mestiza del cielo, —dijo ella, citando al extraño hombre. Las palabras estaban gravadas en su cabeza como fuego—. Descendiente de los antiguos dioses y gobernantes del universo. No queda ninguno de ellos, solo su escoria. Eres un monstruo. Una bomba. Eres la perdición.

Nicko guardó silencio un momento. Buscó encastrar cada retazo de información en su cabeza, intentó darle sentido.

—No sé cuanto se lee entre líneas y cuanto es literal —dijo—. Pero el hilo más claro que tenemos parece indicar que esto, la maldición, lo que sea, es hereditario. Si existió una raza poderosa que ya no existe… puede que sus genes estén dispersos por el universo. Quizá despiertan cada cierto tiempo. Es una pista. Si Amars y Vinia compartían lazos de sangre, si hay un camino que seguir hacia el pasado que conecte personas con tu poder sabremos algo importante.

La humana era consiente de que su amigo tenía razón, pero había algo meticulosamente frío en su razonamiento. ¿Cómo ignorar que aquel desconocido le había llamado monstruo? ¿Cómo seguir a su lado luego de saber tantas cosas?

—Hice algo más allá —pronunció ella, dudando— Una especie de hechizo, eso creo. Eran… como grandes serpientes negras que nacían del suelo, sujetaron a Refro cuando quiso huir, le apretaron…

—¿Fue… cómo lo que pasó en Nox la última vez? ¿Te sentiste fuera de control?

—No. En Nox tampoco me sentía fuera de control, estaba enojada pero sabía lo que estaba haciendo. También esta vez. Sentía poder en mí, como si fuera más grande, decidida. Por una vez no sentí miedo de enfrentar el peligro y fue… grandioso. Pero sé que si digo eso delante de cualquiera los asustaré, pensarán que estoy enloqueciendo, que causaré una guerra y haré explotar este planeta. Pero tu entiendes… tienes que entender que no hice nada malo. Siquiera lastimé a ese hombre.

Ella tendió una mano hacia Nicko, pasando el brazo por encima del libro.

Necesitaba sentir que él no le tenía miedo, que le demostrara que estaban juntos. Sus ojos dorados se clavaron en los azules de él, suplicantes. Veía la duda en su mirada y cada segundo que tardó en avanzar hacia ella le dolió como un puñal.

Al final, Nicko se acercó. Cerró los dedos sobre los de Victoria con sumo cuidado, conteniéndola. Nunca se había sentido tan capaz de entender a Prolico. Si en verdad Amars había pasado por el mismo dolor que Vick, si el rey exiliado la amaba tanto como mostraban sus brillantes ojos…

Fue un gesto de fuerza y unión. Nicko apretó su mano con aún más compromiso y le tendió la otra, para que ella la cogiera. Ambos formaron una pequeña ronda con sus brazos en cuyo centro se encontraba, solemne, el libro. El Libro del universo, así había decidido llamarlo Victoria; necesitaba un título tan ostentoso como sus imágenes.

Victoria cerró los ojos. Buscó seguir el recorrido de los dibujos en su cabeza. Imaginó aquello que antes le había salvado la vida, ayudándole a esquivar los trozos de biblioteca que caían sobre ella. Se vio a sí misma en un gran laberinto. Estaba oscuro. Apenas podía ver donde pisaba pero era consiente de todos los caminos que se abrían ante ella.

Escogió uno, a tientas. Siguió una línea, curva y zigzagueante. Se encontró con aún más y más caminos. Partían unos de otros, se cruzaban, se detenían, seguían hasta el infinito.

Ella no se detuvo. Siguió adelante. Su única conexión con la realidad eran las pequeñas manos de Nicko, que le apretaban con fuerza.

Él también había cerrado los ojos, pese a no saber el motivo. Se concentró en Vick, en sus manos, acompasó su respiración con la de ella. Era fuerte y apurada. Con el pasar de los segundos, él comenzó a ver destellos de su propio camino, de su destino, sus penumbrosas opciones.

Había una ligera luz al final, rojiza. Victoria la veía con absoluta claridad, sentía el calor que manaba. Comenzó a avanzar hacia ella, sin saber con certeza cuál era el camino correcto.

Con el pasar de los segundos descubrió una verdad aterradora: todos eran el camino correcto.

Aquella luz provenía de un inmenso fuego, ubicado en una gigantesca sala redonda, en lo que parecía el centro del laberinto. Era una llamarada feroz y violenta que lanzaba algo similar a la sangre al crepitar; un circulo rojo adornaba su contorno sobre el suelo.

De alguna manera Victoria sabía perfectamente qué era ese fuego sin necesidad de pensarlo. Era una enorme marca en el destino. Un calor que arrasaba caminos dejando muerte.

Ese fuego era una guerra.

Y no había manera de evitarla.

IncontrolableWhere stories live. Discover now