Capítulo 87: Árboles mecidos por el viento

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Victoria se recordaba a sí misma sola en la oscura niebla de Nox. Recordaba su miedo... esa sensación de que todos los caminos le llevaban aún más profundo en el bosque. 

De alguna forma, se sentía tan perdida y sin salida como entonces. De nuevo Nicko parecía ser su único sostén con la realidad. 

En aquella ocasión el fohis había adoptado la forma de aquel gigantesco jabalí para ver con facilidad a través de la niebla. Victoria había pensado por un momento en cuan suave lucía su pelaje pero no se había atrevido a tocarlo. Esa sensación ya la había perdido. 

Al abrazar a Nicko no lo sintió como una criatura aterradora, sabía que simplemente era él tras todo ese pelo. Lo quería igual en cualquiera de sus formas. Era de las cosas que él más apreciaba en ella. 

Le sorprendió la brusquedad con la que ella se apartó. Sintió el punto exacto en que su corazón dio un brinco sobre el suyo. Debió seguir la línea de su mirada, pues la humana, petrificada, no lograba emitir palabra alguna. 

Entonces lo vio. 

No guardaba más de diez metros de distancia con ellos. Los observaba muy quieto, con una boca entreabierta que escurría baba entre sus grandes dientes. Era otro Dion. Un gran jabalí de exactamente el mismo tamaño y color que Nicko. 

El fohis no lo pensó un momento antes de plantárle cara. Dio apenas unos pasos adelante, suficientes para dejar a Victoria en un sitio seguro a su espalda. Gruñó, desafiando a la criatura. No esperaba la velocidad con la que se lanzó sobre ellos, pero estaba más que dispuesto a enfrentarla. 

El Dion corrió hacia ellos con su extrema velocidad y su siguiente movimiento fue demasiado rápido para que cualquiera de los dos lograra anticiparlo. Cuando la criatura se encontraba a poco más de un metro, cuando Nicko tenía las garras preparadas en su dirección y Victoria ya había entrecerrado los ojos de miedo, se transformó en una serpiente delgada como un dedo. 

Nicko no pudo detenerla. Pasó con agilidad reptando entre sus patas y alcanzó a la humana, quien no pudo más que lanzar un grito ahogado. 

Pero la serpiente no la atacó, sino que, tras dar dos vueltas en torno al libro a sus pies, se transformó en una especie de mono, que se apartó corriendo con el objeto entre las garras. 

Casi de inmediato, Susan y Lucía aparecieron en el pasillo. Observaron incrédulas a la extraña criatura y luego a Victoria, aguardando una explicación. 

-Es un fohis -gruñó Nicko- Un cambiante. ¡Debemos quitarle ese libro!

Aquel ser conocía esa biblioteca mejor que nadie por lo que de inmediato viró entre los libreros, perdiéndose de vista. El grupo reaccionó con velocidad y se lanzó en su búsqueda. 

Ya no estaba. 

Se separaron como pudieron, corriendo uno de forma instintiva en cada dirección. Pero aquel lugar era un laberinto, ni siendo cien de ellos hubieran podido cubrir cada camino. El supuesto cambiante seguía desaparecido. Ni rastro del libro. 

El corazón de Victoria iba acelerado. Pese a que quizá influyera su escaso estado físico, lo que más dificultaba su respiración era el miedo. Odiaba la idea de perder su única pista. Puede que extraña y confusa, pero pista al fin. No quería... Temía volver a herir a sus amigos 

Quizá eso fue lo que la bloqueó. El miedo. Quizá la rabia. Quizá alguna otra cosa. 

No detuvo su ágil carrera en ningún momento, mas, comenzó a sentir como la realidad a su alrededor se desdibujaba. Los caminos se borronearon, transformándose en una gran mancha multicolor. Creyó marearse, pero no trastabilló. La guiaba un instinto que no sabía poseer. 

Cuando la imagen apareció en su mente no lo dudó. La siguió. Volteó a través de los pasillos una y otra vez. Se sentía unida a ese libro, a sus dibujos, ellos la llevaron a su destino. 

El fohis se detuvo en seco cuando la humana apareció justo delante de él. El pánico se reflejó en sus intensos ojos azules. 

Reaccionó tan rápido como pudo. Pero ya era tarde. 

Al momento en que Victoria dio un solo paso en su dirección un denso entramado de ramas negras comenzó a avanzar hacia él. Nació debajo del pie de la chica y recorrió el suelo, destrozándolo, hasta alcanzar el pie de la criatura. 

Este cayó con brusquedad, provocando que el libro con el que huía escapara de sus manos y volara varios metros en otra dirección. 

En afán de escapar el cambiante transformó su cuerpo a la forma de Dion y gruñó a la humana con desafío. El aumento de tamaño logró el cometido de liberarlo de las cosas que lo apresaban, mas no el de intimidar a la chica. 

Victoria dio un paso más y esta vez las ramas negras brotaron del suelo, con la forma de gruesos y zigzagueantes lazos de energía. Formaron una escena macabra, en la que el aterrado fohis se vio rodeado por decenas de esos lazos. Por un momento, tan solo estaban ahí, tenían un movimiento lento, casi hipnotizarte, como árboles mecidos por el viento. Pero tan pronto el desconocido hizo el más leve movimiento con el cometido de zafarse de ellos, todos y cada uno de los lazos se lanzaron contra él. 

Rodearon sus patas, reteniéndolo. Dieron varias vueltas en torno a su pecho, le apretaron e hicieron presión suficiente para alzarlo del suelo. El Dion gruñó de dolor y, con la presión que sentía en todas direcciones, comenzó a perder el control de su forma. Las espinas de su lomo se incrustaron en su propia piel, haciéndole rugir, ahogado en pura agonía. Sus extremidades se transformaron una y otra vez, volviéndose garras, pezuñas y alas. Su rostro se deformó totalmente, siendo una mezcla aterradora de cientos de criaturas. 

El grito que lanzó al mostrar su verdadera forma fue el último, pues, tan pronto dejó de luchar, el entramado de lazos dejó de apretarle. 

-¡Mátame, mestiza! -exclamó- Y morirás conmigo. 

Los ojos de Victoria se abrieron como platos al ver como, justo ante sus ojos, estaba ese hombre que había visto en el libro de Lucía, ese cuyo cuadro estaba colgado en una de las paredes de la biblioteca. Estaba vivo y lucía tan joven como en su representación. 

Era el mismísimo Refro Dikalto. 

IncontrolableWhere stories live. Discover now