Capítulo 75: Siempre

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Lucía se apoyó con todo el cuidado del mundo en los hombros de su mejor amiga. Le abrazó con fuerza, nunca le había necesitado tanto y le había sentido más lejos. Susan aún miraba un punto fijo entre sus propias manos. No sé movía, apenas parpadeaba. Su respiración parecía normal, tranquila y calma, mas, un mar de lágrimas silenciosas surcaban su rostro.

—Todo esto... no fue culpa tuya... —la voz de la princesa de Vitae tembló al pronunciar aquellas palabras. Estaba tan hecha trizas como el resto y sus palabras hicieron más mal que bien en el aspecto de su amiga.

Susan, que siempre había sido fuerte como un muro de cemento, se encogió aún más sobre sí misma y, al respirar, pareció que se ahogaría en sus lágrimas.

Pasaron varios segundos en los que nadie emitió un solo sonido. ¿Qué iban a decir? ¿Todo está bien? ¿Tranquila? ¿Superaremos esto juntos?

No.

Simplemente no.

Victoria era quien decía esas cosas. Quien los mantenía fuertes y juntos.

Susan alzó lentamente la cabeza, decidida.

—Ella hizo ese hechizo —musitó, con un hilo de voz asombrosamente contundente—. Ella nos salvó de Carmín y... apenas respiraba. Nuestra Vick no se dejaría vencer así. Ella está viva. Victoria está viva. Tiene que estarlo. Y debemos de ayudarle.

—Perdió demasiada sangre...— intentó razonar Carlos— su hemorragia era imposible de parar y... no sabemos dónde está.

—Armó algún tipo de hechizo de transporte —respondió Cindie luego de analizar los restos de energía que habían quedado suspendidos en el aire— Se arrojó a sí misma a algún lado, y sospecho que hizo igual con Prolico, Carmín y toda esa energía destructiva que venía hacia nosotros. Si el corte no la mató ese hechizo debió hacerlo pero... dado que hablamos de Victoria... Ella en verdad podría estar viva.

—Viva —recriminó Clara— pero desangrándose en cualquier lugar de Porren o, a este punto, de todo el universo.

Ella pensaba seguir, explicar lo inútil que parecía tener esperanza pero, luego de que Susan le mirara a los ojos, temió ser ella quien le causara aún más dolor.

—¿Entonces qué? —cuestionó Mariano, luego de juntar infinita cantidad de fuerzas— Debemos actuar ahora, si hay oportunidad, tiene que ser rápido.

Muchas miradas se volvieron a Cindie de forma casi instintiva. Si ella había olido en el aire el hechizo de Victoria quizá podría saber a dónde había ido... Pero no. Todo eso escapaba de sus manos. De las de todos.

Claro que Susan jamás llegaría a aceptarlo. Se desesperó al ver que nadie hacía nada, que nadie sabía qué hacer.

A ella le daba igual el qué, solo quería hacer algo. No soportaba sentirse inútil e impotente.

Cuando se echó a correr hacia el exterior, tras apenas mirar a sus compañeros, lo hizo con toda la bravura y fuerza que tenía, mientras su corazón se negaba a acabar de hacerse trizas.

Comenzó a correr escaleras arriba, recorriendo en la oscuridad los escalones, sin saber donde pisaba con gran certeza. Tan pronto la escasa luz azul de las profundidades se apagó estuvo totalmente ciega, pero no pensó en detenerse jamás.

El mismo recorrido que antes les había tomado varios minutos lo hizo en muy pocos. Llegó a una superficie donde apenas daba el sol, pero pareció cegadora junto a tanta oscuridad.

Corrió sin rumbo, entre el denso y oscuro bosque de Noctis.

Tardó más de lo que cualquiera hubiera previsto en caer rendida. Al final, el mundo era demasiado grande, ella muy pequeña. Noctis muy poderoso y ella impotente.

Eso era todo.

Susan se desmoronó en el suelo y lloró toda el agua que tenía.

Clara le abrazó casi de inmediato. Llevaba la respiración agitada y su arremolinado cabello rojo caía sobre los hombros de Susan en una corta y ondeada cascada. Nunca lo había deseado tanto y lo había disfrutado tan poco.

Ninguna dijo una sola palabra. No habían palabras que decir, pero el gesto lo demostraba todo:— Aquí estoy, para ti. Lo estaré siempre.

Sería excesivamente cursi decir que eso era todo lo que Susy necesitaba, ni todas las palabras dulces ni los abrazos del mundo aliviarían su dolor. Lo único que hubiera podido calmarle sería volver a ver a Vick, segura y a salvo, con su tierna sonrisa en los labios. 

Eso no sucedió. Susan no se calmó y el dolor no pasó. Ni el de ella ni el de nadie.

El equipo de príncipes nunca había estado tan débil y a su vez, nunca se había comportado tan unido. Jamás habrían conseguido la fuerza de encaminarse al castillo de Noctis a pedir ayuda si no se tuvieran el uno al otro. Incluso entonces, Victoria aún era el pegamento que los unía. 

IncontrolableWhere stories live. Discover now