Capítulo 110: Lo que hay que hacer

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Nicko deslizó una mano cuidadosa por su brazo, subiendo hasta su cuello. Allí la dejó durante apenas un instante, pero le pareció un milenio.

Sabía que ella comenzaba a notar el miedo y la preocupación en sus ojos, por lo que, durante un momento, optó por cerrarlos.

—¿Todo está bien...? —musitó ella.

En respuesta no obtuvo más que un leve movimiento de cabeza.

《No... 》

Incluso ese gesto tan diminuto iba cargado de desesperación.

Fue entonces cuando Victoria notó un punzante frío en ese hueco donde Nicko tenía su mano. Lo sentía con claridad: un pequeño objeto entre los dedos del chico y su piel.

Ella llevó su mano al mismo punto, rebuscando entre los dedos de él con los suyos hasta dar con el objeto.

Era sólido y helado, regular y puntiagudo como un cristal tallado.

—Me lo dio... Marizan —explicó él, en una última mentira—, para llegar aquí. Te llevará a Noctis si se lo pides. Y... necesito que lo hagas, ¿vale? Despacio y con disimulo. Siento que no estamos solos aquí...

—Pero, ¿Qué hay de ti?

—Iré contigo. Vamos juntos. Solo... mantén la calma, no te muevas y pídele a la gema que nos lleve a Noctis.

Victoria estaba confundida y asustada, con el corazón latiendo con fuerza. Nicko no miraba a otro sitio más que ese pequeño hueco que compartían, sus manos una sobre la otra. Pero ella entendía el mensaje: si algo los miraba desde las sombras del bosque estaban más seguros si ese algo no sabía que sabían de él.

El chico observó, con el corazón a flor de piel, como Vick cerraba sus ojos, presionando sus parpados. Vio sus labios moverse con delicadeza, pidieron a la piedra mágica eso que él le había indicado.

Ella creía en él, siempre había confiado.

Nicko sabía que esa era su última oportunidad de lanzar al Aria sobre ella. La ocasión perfecta. Ella con sus ojos cerrados, totalmente desprevenida, inocente...

Era su momento de actuar. Pero claro que no pudo hacerlo. Al segundo susurro que Victoria dio a la gema esta le escuchó, su poder se activó.

Su cuerpo se disolvió. Él la sintió volverse intangible como la bruma. De un segundo a otro, ya no estaba su calor, la mano que mantenía en su cuello quedó sostenida en la nada, para caer lentamente.

El frío inundó su corazón a un nivel tan profundo que siquiera tuvo tiempo a sentir miedo cuando Prolico se abalanzó sobre él, corriendo y lanzando gritos de pura rabia.

—¡Maldito mocoso del demonio! —rugió el rey— ¡¿Cómo te atreviste a hacerme esto?!

La magia negra se alimentaba de la rabia y, en ese momento, la que inundaba a Prolico era tan grande que la arena bajo sus zapatos se volvió cristal solo ante el poder de su presencia. Una gigantesca onda expansiva nació de él, recorrió el aire cortándolo, y, al llegar a Nicko, le arrojó con fuerza al suelo, varios metros más adelante.

El golpe trajo consigo un punzante dolor en todo su cuerpo.

Y con él llegó el miedo.

Acababa de traicionar a Prolico, el maldito Rey del reino Sol. Sabía que lo haría picadillo. Lo sabía y no podía hacer nada para detenerlo, por lo que optó por la opción más simple: No hacer nada.

Cerró los ojos con fuerza, esperó que, lo que sea que tuviera que pasar, al menos fuera rápido.

Sentía su corazón retumbando en su pecho con tanta fuerza que dolía. Dolía mucho. Dolía el golpe que se había dado contra el suelo y dolieron también los lazos de energía que Prolico lanzó sobre él. Dolió cuando se aferraron a sus muñecas y a su cuello, haciéndole enderezar de un tirón.

Dolió. Pero ni por un momento él gritó.

—¿Qué hiciste con ella? —gruñó el rey— ¿Dónde la enviaste? Dime.

—A Noctis —respondió Nicko, desafiante, pese a ser apenas capaz de abrir los ojos— Está con los reyes. Ellos la protegerán. ¡Jamás podrás hacerle daño! Mátame si es lo que quieres. Vamos. ¡Mátame! Ya no permitiré que me uses más.

—Nicko, Nicko, Nicko... mi querido cambiante. ¿A caso crees, tan seguro, que necesito tu permiso? Lo único que lograste con esto es retrasar las cosas. Tú me entregarás la vida de Victoria, su alma, la traerás a mí y te obligaré a ver cuándo despedace su pequeño cuerpo.

—No. No. ¡Jamás...!

—Niño. Nunca esperé que fueras tan encantador, así de inútil y tonto como te ves. Pero lo lograste: tienes el corazón de uno de los seres más poderosos que existe. Ella te quiere, ¿crees acaso que permitirá que ponga las manos sobre ti? ¿Qué Carmín te torture hasta matarte? ¿O acaso que prenda en llamas ese sucio pueblo tuyo? Ella tiene alma de heroína y eso será lo que acabe con ella.

—¡No! ¡No dejaré que la toques!

La boca del chico se abrió grande al lanzar aquel grito y aún más cuando gruñó con fuerza, transformando su rostro en una gigantesca mandíbula llena de cientos de filosos dientes. El resto de su cuerpo deseó seguir ese camino, transformarse en una fiera que le ayudara a enfrentar al rey. Pero siquiera llegó a eso.

Los mismos lazos que le mantenían sujeto se aferraron con aún más fuerza, envolviendo su cuerpo por completo, presionando sus huesos hasta hacerle imposible cambiar de forma. Quiso volverse algo mucho más pequeño, para poder huir. Pero los lazos de Prolico se adelantaba a su movimiento, le apretaban más y más, desbaratando cualquier tipo de estructura que pretendía adoptar.

—No puedes... hacer esto —chilló el chico, esta vez más desesperado que desafiante— Vick no tiene nada que ver en tu guerra. Amars no lo querría, no su vida.

—¡Cierra la boca! No eres nadie para saber lo que Amars quiere, nadie lo es. ¡Yo solo hago lo que tengo que hacer!

El fohis vio una leve debilidad ahí, algo sobre lo que atacar, aunque fuese en base a palabras fuertes. Pero siquiera tuvo ocasión de pensar una frase inteligente. De inmediato, Prolico envolvió también su boca con los lazos de energía, impidiéndole decir palabra. Casi impidiéndole respirar.

Nicko lo supo de inmediato: Estaba perdido.

IncontrolableWhere stories live. Discover now