Mía eternamente

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Simon y Kara

Capítulo 1

-¿Podemos hablar?

Harry Styles levantó la mirada de la pantalla del ordenador y vio a su prometida, _____, en el marco de la puerta de la sala de informática que tenía instalada en casa. Al oír las dos palabras que todo hombre teme que salgan de la boca de la mujer a la que ama se estremeció. Llevaba viviendo con esa preciosidad más de un año y, cuando vio esa conocida arruga de concentración entre los bonitos ojos azules de la morena, Harry supo exactamente lo que estaba a punto de ocurrir. «¿Podemos hablar?». Las palabras que había susurrado con su voz seductora y aterciopelada eran en realidad una advertencia, una señal de que se encontraba a punto de sacar un tema con el que él estaba en rotundo desacuerdo o del que directamente no quería ni hablar.

Cogió la taza que tenía junto al ordenador y pegó un trago al café deseando tener al alcance algún licor un poco más fuerte aunque no hubieran dado aún ni las ocho. La última vez que _____ había querido «hablar» le había dado la tabarra para que redujera el número de guardaespaldas. No estaba dispuesto a ceder en eso. Su lindo trasero ya tenía menos escolta de la que a él le gustaría. Hizo un esfuerzo para tragar el café a pesar del nudo que tenía en la garganta y trató de no fijarse en lo adorable que estaba _____ con su uniforme de enfermera color rosa bebé. Aunque hubiera pasado más de un año, le bastaba con mirarla, oír su voz, pensar en ella u oler su seductor aroma - vamos, percibir cualquier cosa que le recordara a _____- para quedarse embelesado y sentir una erección.

Harry se había convencido a sí mismo de que la obsesión que tenía con _____ se le pasaría con el tiempo dando paso a un amor más racional, a un sentimiento que no lo volviera completamente tarumba. Pero no había sido así, más bien todo lo contrario: su fijación había ido en aumento. Era obvio que se había estado engañando a sí mismo si pensaba que podía sentir por ella algo que no fuera completamente irracional.

«Soy multimillonario, socio de una de las empresas más potentes del mundo y me comporto con absoluta sensatez en todos los ámbitos de mi vida excepto en este. ¿Cómo puede una mujer hacerme perder la cabeza de este modo?».

_____ se paseó por la sala de informática y se detuvo delante de su mesa dedicándole una amplia sonrisa, a la que Harry reaccionó empalmándose aún más - los vaqueros le iban a estallar- y sintiéndose tan feliz que hasta le dolía el pecho. Todavía no se había hecho a la idea de que esta mujer tan increíble fuera suya y, cada vez que la miraba, se preguntaba cómo era posible que lo hubiera aceptado por completo, con todos y cada uno de sus defectos.

«Mía».

A Harry le entraron ganas de lanzarse por encima de la mesa para soltarle la melena, que llevaba atada en una cola de caballo, sentarla en su regazo y besar sus labios sonrientes hasta que empezara a hacer esos ruiditos de deseo, gemidos de abandono que...

-¿Harry? -la voz inquisitiva de _____ lo despertó de sus fantasías eróticas.

«¡Maldita sea!».

«¿Podemos hablar?». ¡Vaya marrón! ¿Acaso tenía elección? Harry sonrió antes de responder con precaución:

-¿De qué quieres hablar?

-Necesito que leas un documento y lo firmes. No tiene gran importancia - comentó dejando sobre la mesa varios folios unidos por un clip.

Echó un vistazo rápido a la primera página, analizando las palabras impresas, y respondió desconcertado:

-Es un contrato. Un acuerdo prenupcial. -Pasó las páginas sin apenas detenerse, pues estaba más que acostumbrado a leer documentos jurídicos. No le llevó mucho tiempo encontrar la información más relevante-. ¿A qué viene esto?

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