Dime que te quedaras

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Adam y Meghan

Prólogo

_____

10 años atrás

El amor de juventud se suponía que debía ser algo bonito.

Un estómago lleno de mariposas.

Momentos secretos robados entre miradas tímidas. Caricias que llevan a unos primeros besos apasionados.

Enamorarse supuestamente era sentir que todo es perfecto.

Qué mala suerte la mía acabar enamorada de mi mejor amigo.

💝💝💝

-Aj, odio arreglarme -me quejé mientras mi hermana Whitney me recogía el pelo en un moño un tanto complicado. Me tiró de unos cuantos mechones e hice un gesto de dolor-. Me vas a dejar calva -volví a quejarme con los ojos llorosos.

Whitney puso los ojos en blanco.

-Eres una quejica. Vas a estar preciosa -remetió la intricada trenza en un moño que quedaba a la altura de la nuca.

Resoplé por la nariz a modo de exasperación y nervios a partes iguales. Me miré en el espejo mientras Whitney me ponía con sumo cuidado una docena o más de horquillas por toda la cabeza. Llevaba puesto un vestido verde sin mangas y por la rodilla que caía desde la cadera. El color complementaba mi oscuro pelo pelirrojo a la perfección. Era de un precioso material de gasa que me sentaba de maravilla. Me gustaba cómo me quedaba. El corpiño estaba festoneado y bordado con pequeños abalorios. Dejaba a la vista el suficiente escote sin que llegara a parecer demasiado buscona.

Aunque me quejase y resoplase mientras me arreglaba y me vestía, había una parte de mí que le gustaba cada segundo. Me gustaba sentirme guapa y deseable.

Sobre todo, cuando tenía la intención de que cierta persona por fin me viera como algo más que _____ Galloway, capitana de softball y una marimacho total.

Quizás, solamente quizás, este vestido me ayudaría.

-Ya estás -anunció Whitney, dando un paso atrás con una expresión de satisfacción.

Me puse en pie, sacudí la falda de mi vestido y miré al nuevo yo del espejo.

Y, joder, no decepcionaba.

Coloqué una mano en la cadera y di vueltas de un lado a otro, disfrutando del trabajo de mi hermana. Whitney era dieciocho meses mayor que yo e iba a la universidad al final de la calle. No le gustaba ir, solo le interesaba la moda y el maquillaje. Y todas y cada una de las cosas femeninas que yo odiaba y detestaba.

Excepto esta.

Porque estaba increíble hasta decir basta.

¿Diría incluso atractiva?

No era un adjetivo con el que soliera definirme. No es que pensase que era fea. No era el tipo de chica que se quejaba y lloriqueaba por su peso o su apariencia. Mi autoestima estaba bien. Más que nada porque me daba exactamente igual lo que otros pensaran de mí.

Nunca me maquillaba. Normalmente llevaba el pelo recogido en una coleta y me vestía con unos vaqueros desgastados y alguna camiseta con dibujos. Y mis Chuck Taylors más cómodas.

Claro que la mayoría de los chicos dirían que era mona, pero no era el tipo de chica que llamara su atención cuando pasaba por delante de ellos. No me piropeaban ni ligaban conmigo. Era la chica que los chicos elegían primero para sus partidos de fútbol. Era la que jugaba horas con ellos a Call of Duty. Era la primera en hacer cola para ver películas de miedo y que nunca gritaba por ver sangre y gore.

One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora