Capítulo 5 | Recuerdos enterrados - Parte 2

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MADISON

—Veo que eres igual de rencorosa que tu madre —le digo a Claudia, al estar cansada de la situación en la que me ha puesto.

—Me duele ver que no te quedaste a mi lado después de lo que pasó.

—No te hagas la víctima, Claudia, porque no lo fuiste.

—Y no digo que lo sea. Yo solo buscaba seguir a tu lado. —Da un paso adelante hacia mí, y yo retrocedo dos para mantener la suficiente distancia.

Si tan solo hubieras hecho eso desde el inicio.

—Madison, yo solo quería estar contigo.

—¡Querías ser mi novia a escondidas! —Me frustro —. Creí que ya todo había terminado cuando te dejé en claro las cosas después de lo sucedido con Fabián.

Al final, tuve que contarle la verdad a mi mejor amigo, después de que Claudia intentó ponerlo en mi contra. Le habló tan mal de mí, que Fabián llegó a tener miedo, pero no de mí, sino de ella.

—Yo no pude enterrar nuestro recuerdo —dice Claudia —, y me dejé llevar por el resentimiento que fue creciendo en mi interior cada vez que me ignorabas, cada vez que fingías nunca haberme conocido.

—¿Y cómo querías que yo actuara? Jodimos la pequeña amistad que teníamos, y ya no había marcha atrás —le digo, y ella solloza.

—¿Por qué te niegas a estar conmigo? —dice Claudia, y no le respondo —. Es porque hay otra mujer en tu vida, ¿cierto? ¿A ella sí la quieres?

La miro con cansancio, y en lugar de responder su pregunta, esta vez avanzo hacia ella.

—¿Quieres manchar mi imagen solo porque no correspondí a tus sentimientos? Vaya, qué forma de vengarte —le digo.

—En serio, lo lamento tanto. Mi madre fue quien se lo divulgó a todo el mundo.

—Pero tú conoces a tu madre. Sabes cómo es ella, y aun así le contaste una grave mentira.

Claudia se abraza así misma, y quizá en otras circunstancias la hubiese consolado, pero ahora solo siento lástima por ella.

—Solo quiero que esto termine —le digo —. Date cuenta de que no solo me estás dañando a mí, sino también a personas que no tienen nada que ver con lo que pasó entre nosotras.

—Madison...

—Claudia, por tu bienestar mental, deja de estar estancada en lo que pasó entre nosotras —le digo, y me alejo de ella rápidamente cuando la puerta principal se abre.

Los padres de Claudia ingresan, y ambos se sorprenden al encontrarme en su sala.

Observo el ojo morado de la señora Carmen, quien no demora en mirarme con repudio.

—¿Qué hace esta drogadicta aquí? —dice la señora, acercándose a su hija.

—¿Se lo dices tú o se lo digo yo? —le digo a Claudia.

—Madre... —dice Claudia, girándose frente a la señora —, no fue Madison y sus amigos los que fumaban ese día en el parque.

—¿Qué? —dice su madre.

—Lo siento. Debí estar segura antes de contártelo —dice Claudia con la voz temblorosa.

—¡¿Tienes idea de lo que es manchar el nombre de alguien?! —le dice su padre.

—Cariño... —Su esposa intenta calmarlo, pero el señor niega con su cabeza.

—¡Ustedes dos arreglarán eso! ¡Miren lo que provocaron! —El padre de Claudia señala el ojo de su esposa, y luego me señala a mí —. Madison ha de sentirse muy mal de que todos los vecinos la vean como una drogadicta.

Dos algodones de azúcar sabor a... ¿prohibido?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora