Capítulo 41 | El sabor del karma - Parte 1

6.8K 450 53
                                    

MADISON

Si soy sincera, no me agrada comer comida de la calle desde que me enfermé del estómago, a causa de una bacteria que me atacó al ingerir una comida de carretilla. Sin embargo, para esta ocasión, estoy acompañando a los chicos y a Chiara en este puesto de caldo de gallina.

Quizá se deba a ese delicioso caldo por el que estoy sentada en esta mesa de madera... ¡No! ¡A quién engaño! Estoy aquí por Chiara.

No es que no me guste el caldo de gallina. Cuando mi padre lo prepara yo soy la primera en servirme un plato más. Incluso, con Javier nos solemos pelear por el último plato de caldo. Como su madre no cocina absolutamente nada, él siempre visita a nuestras tías y a mi padre cuando preparan algo muy rico.

—¡Señito, ¿el caldo sale con yapita?! —le dice Fabián a la vendedora.

Miro su plato, y efectivamente se ha terminado todo su caldo.

—Te la daré, porque eres muy simpático. —Le sonríe la vendedora.

Fabián recibe contento su segunda porción de caldo de gallina, aunque sea un poco menos que la anterior.

—Ojalá Daniela hubiese podido venir —dice Fabián, de repente.

—Tenía que acompañar al español —le digo sin ganas.

No es que esté en contra de que ella pase tiempo con su novio, pero me pregunto si ella es feliz cuando está rodeada de gente que no conoce. Aunque, es posible que se divierta un poco, ya que nuestra carrera, ciencias de la comunicación, y la cinematografía guardan algunas cosas en común. Así que, por ese lado, Daniela puede estar aprendiendo ciertas cosas..., pero aun así nos afecta un poco ya no salir a distraernos con ella, como antes solíamos hacerlo con frecuencia.

El recuerdo de la primera vez que cenó en mi casa viene a mi mente, y una sonrisa efímera se forma en mi rostro.

Aquella noche Daniela se sorprendió al saber que a mí me gustaba el caldo de gallina. Ella pensó que, por vivir con ciertas comodidades, lo único que comería sería "alimentos de la gente rica". Yo me ríe al escucharla decir eso, y me encargué de hacerle ver una parte de la realidad.

Si una persona tiene mucho dinero, no quiere decir que no le pueden gustar las comidas tradicionales de su país. Por supuesto, no toda la gente adinerada es así, pero la mayoría de mis familiares sí lo son. 

Incluso, Chia...

Ella es mi novia. No es... ¡Maldición!

Dejo de mirar mi plato para mirar a Chiara, al mismo tiempo que se me arma un nudo en la garganta. Me desagrada por completo no verla disfrutar de su caldo de gallina como siempre suele hacerlo.

Desde que tomamos asiento en la mesa que nos ofreció la vendedora, Chiara no ha dicho ninguna palabra. Tan solo son Javier y Fabián los que platican y ríen.

Lo que también no me gusta es que Chiara no me mire a mí, pero sí a otros. Sé que ella puede sentir mi mirada, y por un momento creí que le estaba incomodando. Así que, dejé de mirarla. Sin embargo, jamás sentí sus ojos sobre mí.

Analizando todo lo sucedido, es probable que también se haya molestado porque me quedara hablando con Claudia. Bueno, la verdad es que me sorprendió que me preguntara cómo he estado, y eso fue lo que frenó mis pasos. Luego, me contó que actualmente se encuentra mejor que nunca y que, además, está recibiendo clases de canto. La felicité por ello, pero no me quedé por más tiempo, y le dije que debía regresar con los chicos y Chiara.

Yo quería regresar a mi despistada.

Claudia entendió y me alejé de ella tras despedirnos con un simple "Adiós".

Dos algodones de azúcar sabor a... ¿prohibido?Where stories live. Discover now